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'El regreso de la espía': lucha a muerte en Madrid

La capital de España es el sorprendente escenario de la nueva serie de Netflix, una trama de espionaje de protagonismo femenino delante y detrás de la cámara

Un joven equipo femenino estadounidense de patinaje artístico llega a Madrid para una competición internacional. Dos madres, Jenny (Margarita Levieva) y Ladonna (Amanda Brigth) acompañan a las niñas para que no se pierdan en la noche capitalina, pero la que se va a extraviar nada más llegar es la misma Jenny, raptada en el mismo hotelazo de la Gran Vía por unos agentes norteamericanos. Resulta que la anodina progenitora divorciada con gafas es, en realidad, una superagente soviética, apodada ‘El susurro’, que creía estar ya jubilada pero que ha sido encontrada por la CIA, con su agente Chauncey (Cillian O’Sullivan) a la cabeza. Ahora trabajará a la fuerza para ellos y su nueva misión es, precisamente, en la capital.

‘¡Primavera en Madrid!’ grita la joven Becca −interpretada por la debutante Lydia Fleming− cuando su taxi pasa por la Plaza de Cibeles para que quede bien claro que el marco de la serie con la que Netflix cierra este mes es la capital española, embellecida en el primer capítulo con bonitos planos de los tejados de la Gran Vía pero que muestra su otra realidad ya en el segundo episodio con las pintadas y la suciedad de muchas calles del centro. Dos caras de la misma moneda, una dualidad con la que juega también la producción en la trama: una sufrida madre divorciada es, también, una superagente con poderes ocultos, como se revela al final del primer episodio. Desde luego, que sea Madrid el lugar donde se enfrentan espías internacionales es la gran apuesta original de la que puede presumir una serie protagonizada y dirigida por mujeres, concretamente las realizadoras Ami Canaan Mann y Birgitte Staermose, y que se une a las últimas películas de acción en las que una agente fibrada sustituye al habitual protagonista masculino no menos musculado.


Netflix con Madrid

Así, las nuevas Sigourney Weaver (Alien y secuelas) o Linda Hamilton (Terminator y secuelas) fueron hace pocos años Charlize Theron (Atómica), Scarlett Johansson (Lucy), Angelina Jolie (Salt) y Gina Carano (Indomable), agentes especiales o asesinas a sueldo que se desenvuelven con la misma frialdad que sus homónimos masculinos, seres fríos y casi inmortales de pasado ignoto. Contra esa equidistancia han surgido otras propuestas, como las espías multirraciales del fiasco Agentes 355, estrenada el viernes pasado, capaces de matar y maquillarse casi a la vez y de camuflar bombas en frascos de cremas faciales, pero no parece la solución adecuada.

La serie no puede rehuir tópicos como el que el único protagonista afroamericano (Charles Brince) lleve cadenas y reloj de oro o que las chicas se relajen yendo de compras

Y quizás esta radique en la realidad. La agente Susurro tiene que hacer frente a los enemigos de la CIA en Madrid (atención al cuchitril donde trabajan varios hackers adolescentes justo detrás de la Torre de Madrid de la Plaza de España) y, también, soportar la mirada de su hija preadolescente, asombrada ante las ausencias de su madre justo antes de la competición. Madre y heroína, unidas gracias al talento del guionista y productor Adam Glass (Supernatural o Mentes criminales), capaz de meterse en la mente del cinéfilo con frases como ‘nos quitamos las gafas de Tom Cruise’, o tan actuales como ‘esto lo ha diseñado un hombre, ¿verdad?’ cuando la agente tiene que llevar un corpiño ajustado, pero que no puede rehuir tópicos como el que el único protagonista afroamericano (Charles Brince) lleve cadenas y reloj de oro o que las chicas se relajen… yendo de compras por la Gran Vía.

Incluso llega a guitarras flamencas en la banda sonora, a estas alturas, con las panorámicas del centro de Madrid. Lugares comunes que se olvidan en un momento cuando la protagonista revela al final del último episodio por qué ha sido escogida por la CIA para acabar con, prácticamente, todo el crimen mundial. Sorpresas de todo un especialista en la materia, el hombre que fue capaz de conseguir que una producción tan previsible pero también encantadora como Supernatural llegase a las quince temporadas.

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