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Cultura

La evolución de Qatar en 100 años, de pescar perlas a vender el gas mundial

El rápido crecimiento de Doha ha provocado anomalías como el hecho de que haya muchos más extranjeros que qataríes dentro del propio país

Imagen de archivo de un barco frente a Doha.

Las imágenes de hace 100 años de Doha, la capital de Qatar, muestran una pequeña ciudad de pescadores con casas bajas y mucho desierto. Entonces, Qatar era un protectorado británico tras la marcha del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, que vivía de la recolección de perlas, la pesca, la ganadería y el comercio a pequeña escala. En aquellos años estaba a punto de cambiar el destino qatarí cuando se descubrió que el petróleo de sus profundidades era mucho más rentable que las perlas.

El gas qatarí transformó las casas de barro de una o dos plantas en inmensos rascacielos construidos por los mejores arquitectos del mundo. Con todas las salvedades, el crecimiento de Doha se comparado con el de Benidorm, como una pequeña ciudad de pescadores que en unos pocos años ha crecido en forma de rascacielos. La pequeña península del tamaño de Murcia con menos de 20.000 habitantes pasó a ser una potencia con uno de los PIB per cápita más altos del mundo, con unos 67.470 dólares para este año 2022, casi el doble que España.

Aunque el lujoso crecimiento que todos imaginamos tardó en llegar. A finales de los sesenta, los británicos ya habían anunciado que abandonarían sus protectorados del Golfo Pérsico y se planteó la opción de crear una unión de emiratos en las que se incluyera a Qatar y Bahréin, más los siete que actualmente componen Emiratos Árabes Unidos, pero finalmente no salió adelante.

El 3 de septiembre de 1971 el emirato obtuvo su independencia con la monarquía Al Thani al frente del gobierno, buscando en Estados Unidos a un aliado fuerte que le garantizara su independencia frente al resto de potencias regionales. Actualmente, la mayor base aérea de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentra a las afueras de Doha. 

El emirato es dueño de un 8,7% Iberdrola

Con el descubrimiento y explotación de los yacimientos de gas, el emirato siguió un imparable crecimiento. Desde la llegada al poder de Hamad bin Khalifa Al Thani en junio de 1995, el reino protagonizó una importante modernización. Los investigadores Ignacio Álvarez-Ossorio e Ignacio Guitérrez de Terán, comparan al emir como un déspota ilustrado del siglo XXI, en su obra Qatar. La perla del Golfo (Península). Fue este emir el que lanzó la ambiciosa campaña de poder blando a través del deporte que ha llevado al pequeño emirato a organizar el actual mundial, ser propietario de buena parte de las retransmisiones deportivas con su grupo Bein Sport, o pagar los sueldos millonarios de Messi, Neymar y Mbappé en el Paris Saint Germain. 

Qatar también es propietario de Al Jazeera, la principal cadena dentro del mundo árabe y posee uno de los fondos soberanos más importantes del mundo, que en la actualidad gestiona un patrimonio de 450.000 millones de dólares. Qatar Investment Authority tiene participación en banca, empresas eléctricas, aeropuertos, marcas de lujo, grandes almacenes o medios de comunicación. Entre muchos otras intervenciones, el emirato es dueño de un 8,7% de Iberdrola.

Anomalías demográficas

En lo que llevamos de sigo XXI la población de Qatar ha experimentado un crecimiento espectacular con fases en las que creció más de un 20% en un solo año. 

Una de las curiosidades demográficas que se producen por este sistema es que en el emirato residen muchas más personas extranjeras que de nacionalidad qatarí. Tras Emiratos Árabes Unidos, Qatar es el Estado con máyor porcentaje de población extranjera. Solo un 12,5% tienen la nacionalidad, siendo la mayoría de ellos inmigrantes asiáticos. De hecho, en 2022 hay más indios que qataríes dentro del mismo país. Esta es una de las características que comparten las petromonarquías del Golfo, que durante las últimas dos décadas han crecido espectacularmente, gracias en parte, a la mano de obra barata asiática. La mayoría de ellos proceden de India, Bangladés, Egipto, Filipinas, Pakistán, Nepal y Sri Lanka.

Tanto los estadios para el Mundial de Qatar como el resto de obras faraónicas de estas megaciudades árabes se han levantado aplastando los derechos laborales de los trabajadores. En el caso de Qatar, el sistema de la kafala es clave para entender estos abusos. La kafala designa las relaciones entre un patrón y sus trabajadores, una relación contractual por la que este jefe se queda con los documentos del trabajador, como su visa y pasaporte y una parte de su salario a cambio de ser el responsable ante el Estado u otra empresa contratante. 

De los tres millones de residentes solo unas 700.000 son mujeres, que siguen siendo ciudadanos de segunda

Esto se ha traducido según ha denunciado Amnistía Internacional en una explotación de estos trabajadores con abusos como pedir una alta comisión en sus países de origen que podía ir desde los 500 hasta los 4.300 dólares, unas muy malas condiciones de vida con trabajadores viviendo hacinados y sin apenas higiene, mentiras y retrasos sobre el pago de salarios, negativa a renovar o expedir el permiso de residencia por parte de los empleadores, dificultades para poder cambiar de trabajo o salir del país.

Una investigación de The Guardian cifró en 6.500 trabajadores muertos entre 2010 y 2020 en las obras para el Mundial. Las condiciones laborales extremas habrían sido la causa principal de muerte. Aunque estos datos se basan en las defunciones registradas por las embajadas de India, Bangladés, Pakistán, Nepal y Sri Lanka y no se ha podido demostrar que todas estas muertes se hayan producido en las obras para la competición. 

La otra gran anomalía también generada por este sistema migratorio es la desproporción entre el número de hombres y mujeres, de los tres millones de residentes en Qatar, solo unas 700.000 son mujeres, que siguen siendo ciudadanos de segunda con muchos menos derechos que los hombres. La sharía, la ley islámica de la que emanan muchas de estas discriminaciones con colectivos como los homosexuales o las mujeres, no se aplica de manera explícita como en Irán y Arabia Saudí. Y en los últimos años, la lupa internacional y las denuncias de organizaciones han mejorado considerablemente los derechos de los trabajadores, suprimiendo la kafala y otorgando nuevos derechos como un salario mínimo y vacaciones pagadas. 

Durante el próximo mes, los ojos del mundo estarán puestos en este pequeño emirato, moderno en su contexto, pero tremendamente atrasado para la mayoría de los espectadores del fútbol mundial. 

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