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Cultura

¿Necesita el hip hop prestigio literario?

Los suplementos culturales de medio mundo todavía debaten sobre la concesión a Kendrick Lamar del premio Pulitzer musical en 2018 por su álbum “Damn.” (2018). Aquello fue una sorpresa (como lo del Nobel a Bob Dylan) que aumentó varios grados del prestigio del hip hop dentro del mundo académico. Normalmente ganaban álbumes de jazz o de clásica, pero está vez triunfó el género más callejero de la música popular. Según reconoció uno de los encargados de registrar la votación, la chispa llegó por un miembro del jurado, que puso sobre la mesa la posibilidad de premiar un álbum de jazz influido por la cultura rap. Otro de los jueces apuntó que era mejor idea escoger directamente un disco perteneciente a este estilo y recomendó a Lamar, a quien el resto de los jueces se comprometieron a escuchar.

"Ahora se nos reconoce el estatus de arte, algo que no solo es bueno para mí, sino para el hip hop en general" (Kendrick Lamar)

El premiado resumió bien la situación: “Estamos ante una de esas cosas que debería haber pasado hace mucho tiempo. La gente de fuera de nuestra comunidad, de fuera de nuestra cultura, tardó mucho en aceptarnos; tardaron en comprender que el hip hop no consistía solo decir cosas crudas, sino que había verdadero dolor, verdaderas heridas, que eran historias de vida plasmadas en un vinilo. Ahora se nos reconoce el estatus de arte, algo que no solo es bueno para mí, sino para el hip hop en general. Escritores como Tupac, Jay-Z, Rakim, Eminem, Q-Tip, Big Daddy Kane, Snoop Dogg…Es bueno descubrir que la gente nos está escuchando más de lo que parece”, explicó en Vanity Fair.

¿Censura o ninguneo?

Este premio inesperado coincide con una generación de raperos que se mueven con soltura entre el micro y el papel. En España, tenemos el ejemplo de Arkano, que recientemente publicó ‘Castillos en el espacio’ (Martínez Roca, 2018), una recopilación de poemas inéditos. El alicantino tiene la honestidad de reconocer que no es un gran lector de poesía, ni se considera escritor. Solo quiere dar a sus seguidores algo más de “la verbena de mi cabeza”, ese material entre ingenuo y eufórico que tanto disfrutan. Mandan, sobre todo, las historias de amor, pero también hay protesta contra la desigualdad económica o denuncias a los menguantes límites de la libertad de expresión de nuestro país.

"Cadena Dial suprime la participación de Arkano cuando emite el himno feminista ‘Déjala que baile’, su colaboración Alejandro Sanz, mientras que los proyectos musicales de Nega están vetados en Radio 3".

Ricardo Romero Laullón, alías 'Nega', la mitad de Los Chikos del Maíz, da las gracias a su padre -de extracción obrera- por haberle contagiado el amor a la poesía. También se declara devoto de Pier Paolo Pasolini, a quien cita en sus rimas. Seguramente haya hecho más por darle a conocer entre los jóvenes españoles que todos los suplementos culturales juntos. Su reciente libro de memorias, ‘Llamando a las puertas del cielo’, muestra cómo la poesía hiphopera puede cambiar tu mirada del mundo y hasta librarte de una vida instalando calefacciones. Lo que une a ambos rimadores es haber destacado por encima de los intentos de censura o de ostracismo: la radiofórmula Cadena Dial suprime la participación de Arkano cuando emite el himno feminista ‘Déjala que baile’, su colaboración con Melendi y Alejandro Sanz, mientras que los proyectos musicales de Nega están vetados en la cadena pública Radio 3. 'Nega' contó esto último con detalle en su exitoso ensayo ‘La clase obrera no va al paraíso’ (Akal, 2016), escrito a medias con la politóloga Arantxa Tirado. El volumen, con prólogo del prestigioso periodista Owen Jones, va por la sexta edición, pero no parece que le vaya a caer pronto un premio literario o de ensayo a ningún rapero español.

Armas, revueltas y rimas

En los años noventa, se debatía si el llamado gangsta rap era demasiado violento, incluso si había que limitar su difusión a través de revistas, radiofórmulas y televisión. Los superventas N.W.A era señalados de manera unánime como la banda sonora oficiosa de las revueltas que sacudieron Los Ángeles en 1991, tras la difusión de la brutal paliza de unos agentes de policía a Rodney King, un afroamericano indefenso. Más polémica tuvo la publicación por parte del conglomerado mediático Time-Warner de la canción “Cop Killer”, del grupo de metal-rap Body Count, denunciada por Charlton Heston. El debate creció a lo largo de los 2000, especialmente con la aparición del fenómeno Eminem, un rapero que arrasó en todo el planeta con sus letras homófobas, misóginas y mentalmente enfermizas.

"Eminem fue comparado por The Guardian con Fernando Pessoa, T.S. Eliot y Walt Whitman”.

Para sorpresa de muchos, uno de los referentes de crítica literaria de The Guardian, Giles Foden, firmó un texto en 2001 donde comparaba a Eminem con Fernando Pessoa, T.S. Eliot y Walt Whitman. Más recientemente, en 2014, el dios de los musicales Andrew Lloyd Webber señaló a Eliot como el padre del hip-hop. Lo explicó con motivo de un reestreno de ‘Cats’ con un montaje más cercano a la cultura hip-hop. “Llegué a la conclusión de que Eliot podría ser el inventor del hip-hop tras una relectura reciente. Su métrica para el personaje Rum Tum Tugger es maravillosa…Casi suena rapera”, declaró. Que el jurado del Pulitzer haya escogido a un rimador positivo y socialmente consciente, cercano al movimiento Black Lives Matter, revela que todavía se valora más el mensaje que la calidad poética. Por eso se laurea antes a Lamar que a Ice Cube, Biggie Smalls o Kanye West.

Poesía para pobres

Los lazos del hip-hop con la poesía son incontables. Remotándonos a los orígenes del género, encontramos figuras como The Last Poets y Gil Scott-Heron, que triunfaron en Estados Unidos en los años del black power y representan el eslabón perdido entre poesía del gueto y el nacimiento del rap. Los versos siempre han sido el recurso más socorrido de la gente pobre para procesar sus sueños y frustraciones. Podemos viajar incluso más atrás, hasta Jamaica, de donde provienen figuras como Linton Kwesi Johnson, prestigioso poeta británico que utilizó el dub (uno de los géneros clásicos de la isla) para difundir su poesía social. Johnson fue crucial también para fomentar el orgullo cultural entre los británicos de origen caribeño en los años más duros del racismo y el thatcherismo en la isla. Autor de varios libros de poemas, seguramente es la cima del talento literario dentro de la cultura del sound system, que nace en Jamaica y es elemento central del hip-hop.

Rimas para todos

Para quien quiera rastrear, otros raperos españoles de menor impacto comercial que también han plasmado sus versos en papel son Charly Efe, Rayden y Juancho Marqués. Más práctico, El Chojín se atrevió incluso con un libro de autoayuda, titulado ’Ríe cuando puedas, llora cuando necesites’ (Espasa, 2011). Por su parte, el popular rapero El Langui cuenta también con textos motivacionales y un volumen de áncdotas sobre sus orígenes obreros, ‘Pan Bendito. Un barrio con mucha miga’ (Espasa, 2010). Siempre modesto y al grano, el rapero sevillano Shotta también añadió setenta páginas de memorias a su último disco, ‘Salvaje’ (BOA, 2018). En el lado fino del espectro, la prestigiosa editorial española Visor, guardiana de la poesía más selecta, publicó en 2008 ‘Los manuscritos de un EMCEE Muerto’, del rapero pacifista estadounidense Saul Williams. Resumiendo: hay donde escoger si te gusta el hip-hop impreso, además del que ocurre sobre un escenario.

No podemos terminar sin contestar a la pregunta del titular: ‘¿necesita el hip-hop prestigio literario?’ Parece que es más bien al contrario: la poesía y el ensayo necesitan lenguajes que les acerquen al público joven. Más allá de quién prefiere editar discos y quién libros, es un lujo la existencia de superventas como el zaragozano Kase-O, que llenan estadios con público diverso que tiene sus rimas pegadas a los recuerdos vitales; casi siempre, de manera mucho más profunda y visceral de lo que han logrado la inmensa mayoría de poetas de su generación.

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