Cultura

'20 días en Mariúpol': el antídoto contra la indiferencia que lleva la guerra en Ucrania a los Oscar

El ucraniano Mstyslav Chernov dirige las imágenes que tomó del asedio a Mariúpol cuando la prensa internacional había abandonado la ciudad

Fotograma de '20 días en Mariúpol'
Filmin

Una niña de cuatro años está tumbada en una camilla y el médico pide al cámara que la grabe, para que Putin pueda ver los ojos de la pequeña y a los sanitarios que la atienden llorando. Tras varios intentos por reanimarla, fallece, y todo ocurre ante el objetivo del periodista y cineasta ucraniano Mstyslav Chernov. Después de que la prensa internacional decidiera abandonar Mariúpol, él y su equipo se quedaron junto a los médicos tres semanas y fueron testigos del horror. 

Las imágenes que registraron Chernov, el fotógrafo Evgeniy Maloletka y la productora Vasilisa Stepanenko para la agencia Asociated Press y que dieron la vuelta al mundo entero se muestran sin paliativos en 20 días en Mariúpol, un largometraje de 90 minutos nominado en la categoría de mejor documental en los premios Oscar que pone los pelos de punta. 

"Duele, duele ver esto. Pero tiene que doler", señala este periodista, que narra con voz en off y en primera persona los días que pasó en esta ciudad, a la que se trasladó desde que supuso que iba a ser una de las primeras asediadas por Rusia en el país hasta que decidió escapar en un convoy de la Cruz Roja. Lo que dejó atrás fue el horror, pero consiguió horas de metraje suficientes para evitar la indiferencia y llamar la atención. 

20 días en Mariúpol, que se puede ver en Filmin desde el pasado mes de enero, es una película de terror con imágenes despojadas de artificio en la que la banda sonora está compuesta por ruidos atronadores de explosiones y alarmas que saltan de los coches y establecimientos. Este documental reúne, para esta redactora de Vozpópuli, las imágenes más desoladoras y fieles de lo que puede ser el infierno en la tierra, como lo es el momento en el que un padre se despide de su hijo adolescente fallecido cuando jugaba al fútbol, o el instante trágico en el que una madre da un último beso a su bebé de 18 meses muerto antes de arroparlo por última vez.

Durante las tres semanas en las que deambularon con sus cámaras por la ciudad asediada, captaron el silencio que precede a la masacre, la desesperación por encontrar carbón, comida, agua y un lugar seguro en el que resguardarse

Durante las tres semanas en las que estos tres corresponsales de guerra deambularon con sus cámaras por la ciudad asediada, captaron el silencio que precede a la masacre, la desesperación por encontrar carbón, comida, agua y un lugar seguro en el que resguardarse, al tiempo que asistieron a los saqueos y el descontrol, y la ansiedad que emerge cuando la comunicación entre familiares y amigos se vuelve imposible. Al dolor de las necesidades más primarias -comida, agua, seguridad y abrigo humano- se suma el desconsuelo de la invasión del país enemigo. 

Los cadáveres llegan en camiones, se acumulan en los sótanos de los hospitales mientras los médicos tratan de salvar vidas. El tamaño de la metralla que extraen de los cuerpos es estremecedor y se suma a una colección infinita de atrocidades, aunque la más llamativa de todas ellas es la imagen que Malotevka tomó tras el bombardeo a una maternidad a una mujer en estado de gestación avanzado a quien desalojan en una camilla, y que ganó el World Press Photo. Este documental ofrece la imagen en vídeo, así como el momento en el que el equipo de periodistas acude al hospital para conocer su estado. Ella ha muerto y el bebé que esperaba también. 

20 días e Mariúpol: contra el olvido

El documental 20 días en Mariúpol competirá en los Oscar en un momento en el que el mundo parece haberse acostumbrado a las imágenes de terror sobre la población ucraniana por parte de Rusia, desde que inició la invasión en febrero de 2022, hace casi dos años. "Uno se acostumbra a todo, pero por la noche no se te va de la cabeza", dice un médico a cámara mientras enseña el cadáver de un recién nacido. Este documental de alguna forma sirve, precisamente, para no olvidar lo que ocurre, incluso cuando las imágenes de esta guerra no tienen la misma capacidad de impactar que en sus primeras semanas.  

Este documental también pone de relieve el papel de una profesión, la del corresponsal de guerra, que carga con las dudas y la culpa acerca de su compromiso y su responsabilidad. Si uno ha actuado bien, si ha podido hacer más, si sus hijas lo entenderán cuando logre reencontrarse con ellas y les cuente lo que ha visto y vivido. Si la cámara, en definitiva, ha servido como analgésico, antibiótico y antídoto contra el horror, la indiferencia y las acusaciones de propaganda por parte de Rusia.

Según The Guardian, este documental es una de las mejores películas de 2023. Aunque en este caso parte de testimonios e imágenes reales, de alguna forma este documental aporta valor a otras cintas que miraron el horror desde la ficción, como es el caso de Quo vadis, Aida?, sobre el genocidio de Srebrenica, en el contexto de la guerra de Bosnia, o Ven y mira (1985), el alegato antibelicista de Elem Klimov, enmarcado en la Segunda Guerra Mundial. El horror y las atrocidades sin filtros son aquí tan reales y crudas que, para conseguir llegar al final, en ocasiones uno imagina que 20 días en Mariúpol no es sino una película más sobre la guerra.