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Cultura

María Kodama, bajo la sombra de Yoko Ono

La viuda de Jorge Luis Borges fue tanto una albacea del talento de su marido como una viciosa defensora de su autoría que condenó a decenas de inocentes

KODAMA
La escritora y traductora argentina María Kodama, viuda del célebre escritor argentino Jorge Luis Borges.

En una entrevista con María Kodama, fallecida por cáncer de mama el pasado día 26 en el Gran Buenos Aires, recordaba cómo conoció a su marido Jorge Luis Borges con apenas doce años. Entonces

“…un amigo de mi padre me llevó a escucharle dar una conferencia. Claro, no entendía nada, solo unas pocas palabritas aquí y allí, pero me pareció algo interesante y raro. Cuatro años después, con dieciséis, me encontré a Borges cuando andaba hacia el centro. Me acerqué y le dije que le había conocido de niña, pero que ha había crecido. Él coincidió en ese aserto y me preguntó si estaría interesada en estudiar anglosajón. Inmediatamente respondí, `¡Sí!”.

Era una chiquilla, todavía, pero muy pronto se transformaría en el custodio oriental del copyright Borges S.L. y espada luciferina de un legado que consideró prostituido por las “habladurías” de los argentinos. La búsqueda actual de “Kodama + denuncia” en noticias de Google, el agregador de los distintos medios, ofrece más de 70.000 resultados y los perjudicados alcanzan las decenas: la viuda persiguió sin éxito al profesor Pablo Katchadjian por toquetear el sagrado “Aleph” de Borges e incluso querelló a Agustín Fernández Mallo por hacer los mismo con El Hacedor. Nada, jamás, dejaba indiferente a esta esfinge de mirada fatal que llegó a denunciar al Forocoches argentino, Taringa!, desconocedora de la nebulosa legal por la cual se mueve la gestión de archivos en redes. 

Kodama, mujer que se sentía “más japonesa que argentina”, se dedicó toda su vejez a cumplir la promesa que le hizo a Borges de defender su legado. Ello le obligó a dejar de su lado su obra propia, destinada -como dijo a Gwendolyn Díaz-  a algo que llamó “la misión de su vida”. Esto, a la postre, fueron querellas permanentes que pretendían evitar tanto cualquier mención “oficiosa” a Borges con tintes comerciales además de delimitar el terreno de juego a todos aquellos que vivían de su nombre. Uno de ellos sería el amigo del alma de Borges Bioy Casares.

El amigo que no fue

La primera mención a María Kodama en el malicioso testimonio de Bioy Casares sobre Borges se fecha el ocho de agosto de 1963. Esta es bastante menos benigna: la escritora japonesa descubre que su criada le ha robado y al poco le informan del suicidio de esta última. El novio psicoanalista de Kodama, casi un chiste bonaerense, le acusa de "ser culpable” del deceso debido a su bondad. Las siguientes menciones de Bioy Casares testimonian la fascinación de Kodama por el profesor de la Universidad Nacional de Buenos Aires y aquella amistad que llevó poco a poco al deseo. La mención del año 1968, en julio, es la más irónica ya que Borges recordaba a Bioy Casares:

“Me dijo Kodama que en japonés no se dice nunca no; sería una gran descortesía. Si preguntás: `¿El diccionario está sobre la mesa?´, te contestan: `Sí, el diccionario no está sobre la mesa´, lo que equivale a `Sí, usted tiene razón en dudar: el diccionario…´”

Estas menciones dulces, de pupila y profesor, devienen entrados los 70 en declaraciones de amor, pugnas con la pareja oficial de Borges Elsa Astete y la conocida boda de abril de 1986 que la hacía albacea del genio argentino, poco antes de morir. Es en estos 80 cuando la relación entre Bioy Casares y María Kodama y Borges se agría, el diario sobre el escritor de Casares se reduce en las menciones, para acabar en mayo de 1986 con un intercambio desolador y síntoma del fin de una amistad:

“Hoy hablé con Borges, que está en Ginebra. A eso de las nueve, cuando íbamos a tomar el desayuno, llamó el teléfono. Silvina atendió. Pronto comprendí que hablaba con María Kodama. Silvina le preguntó cuándo volvían; María no contestó a esa pregunta. Silvina habló también con Borges y volvió a preguntar: ‘¿Cuándo vuelven?’ Me dio el teléfono y hablé con María. Le comuniqué noticias de poca importancia sobre derechos de autor (una cortesía, para no hablar de temas patéticos). Me dijo que Borges no estaba muy bien, que oía mal y que le hablara en voz alta. Apareció la voz de Borges y le pregunté cómo estaba. `Regular, nomás´, respondió. `Estoy deseando verte´, le dije. Con una voz extraña, me contestó: `No voy a volver nunca más´”.

Borges moría poco después, el 14 de junio, aislado de su entorno familiar y con una nueva guardiana del calabozo de toda su obra y circunstancia. Esa estudiante de literatura delicada, de elegancia gatuna y que sobrecogió a un Borges que había sido muy maltratado por las féminas (Astete se burlaba cruelmente de su ceguera, según Bioy Casares), acabó como temible enemigo de cualquier que pretendiera seguir los juegos literarios del difunto.

Enemigos íntimos

Paul McCartney decía que una de las canciones favorita de los Beatles para representar el fin de la banda era Wedding Bells (Are Breaking Up The Old Gang Of Mine). Algo de esto tiene la boda casi póstuma de Borges y Kodama, que enfrentó a la viuda con todos los depositarios del legado del poeta argentino. Entre ellos, ninguno fue más insultado por Kodama que el citado Bioy Casares, al cual llegó a acusar decobarde” e incluso “deshecho humano”. Kodama se declaró persona que “dice lo que piensa” además de juzgarle colaborador por cobardía con el peronismo político.  Más cruelmente, a propósito del citado libro Borges publicado de manera póstuma, Kodama consideraba en 'La Nación' que:

“Bioy es el Salieri de Borges. La verdad es la verdad y las cosas como son. Yo te pregunto: ese hombre escribe un libro en el que inventa, distorsiona lo que vos decís o pone en tu boca lo que él no tiene el coraje de decir. Y lo publica después de que vos morís y él también muere (que ya es una cobardía, porque no quiere hacerse cargo). En el otro mundo se encuentran, ¿vos creés que ese hombre es amigo tuyo?”

Estrictamente lo mismo que dijo Yoko Ono a propósito de Paul McCartney, al que acusó también de Salieri en oposición a John Lennon. Estas querellas, estas miserias, tendrán ahora en el cielo una animada tertulia. Esperemos que Victoria Ocampo modere a este grupo de letraheridos tan vehementes como perspicaces.

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