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Marc Anthony: tratar al público como ganado

Desastre de organización y pésimas condiciones técnicas en el esperado regreso del rey de la salsa y la canción romántica a Madrid

Marc Anthony: tratar al público como ganado
El cantante Marc Anthony en su concierto en Madrid Europa Press

Fue una noche aciaga en todas las facetas. Hubo quien llegó a la puerta de Ifema con media hora de adelanto terminó entrando al recinto 40 minutos tarde. Una cola interminable de más de unos dos kilómetros fue la tortura para la mayoría de los fans de Marc Anthony: la fila no sólo era cabreante por su extensión, sino porque en algunos tramos obligaba a los asistentes a caminar por la carretera en vez de por la acera. El público de Marc Anthony llevaba dos años con la entrada en la mano esperando para verle y bailarle, pero la pandemia retrasaba el encuentro. No se pudo escoger peor el recinto, que sólo cuenta con dos accesos, ni las condiciones de sonido, ni la distribución del escenario. Al entrar, decenas de personas renunciaron al espectáculo para pedir la hoja de reclamaciones.

La estrella puertorriqueña abrió fuego con "Valió la pena" y muchos fans entraron al recinto pensando que todas las disfunciones e incomodidades se compensarían con la música. Nada más lejos de la realidad: al acceder al infame sector C te encontrabas con un descampado donde el público era hacinado como ganado, infinitamente lejos del escenario y sin torres de sonido próximas que ayudasen a sentir la música. ¿Lo más infame de todo? La organización había plantado en mitad del recinto una pantalla que impedía la visibilidad del concierto a los fans más alejados. Lo nunca visto en un macroconcierto en España. ¿En qué estaba pensando Planet Events?

En el plano artístico, tampoco hubo muchas alegrías, en opinión de este cronista de Vozpópuli. Las pantallas mostraban a un Marc Anthony majestuoso pero con claros signos de agotamiento y justo de voz y de energía al moverse. Si en algo destacó el recital fue en recordarnos todos los trucos de los que dispone un artista para cantar lo menos posible: desde los 'solos' de sus instrumentistas a poner el micro al público para que cante, pasando por las largas pausas entre himno e himno. Cuando llegaba alguna de sus canciones clásicas, la baja potencia del equipo de sonido se encargaba de amortiguarla. Otra de las estrategias para rascar minutos fue sacar al escenario al carismático futbolista Sergio Ramos

Marc Anthony apagado

No subió la intensidad ni en la apoteósica "¿Qué precio tiene el cielo?" ni en la clásica "Y cómo es él" de José Luis Perales ni en "Abrázame muy fuerte" del eterno Juan Gabriel. Uno de los momentos más tristes de la noche fue ver como decenas de fans devotos desfilaban hacia la puerta sin esperar a los bises. Las riadas de gente abandonando el recinto crecían incluso mientras sonaba "Vivir mi vida", la gran traca final. Y eso que el momento más emocionante del recital había llegado cuando el sector más entregado de sus seguidores se la había pedido cantando el estribillo completo en vez de coreando el título. Un desastre absoluto de noche que confirma el escaso respeto de algunos promotores por su público y la ansiedad de recuperar por lo civil o lo militar los beneficios perdidos durante la pandemia.

La mayoría de los espectadores pasaron más tiempo haciendo colas que escuchando música

La imagen que quedará en la memoria de este lamentable concierto es la de esos fans buscando las puertas mientras sonaban las canciones que habían esperado dos años para escuchar en directo. Entre esa gente me encontré a dos conocidos músicos pop-rock indie (La Bien Querida y la Estrella de David) que habían acudido al concierto con ganas para luego sufrir la misma decepción que todos. Me contaron que un conocido de la industria les había llevado a la zona vip y a las primeras filas y que el sonido tampoco era bueno allí. Coincidimos en que era la primera vez que veíamos un gesto tan hostil e injustificado como tapar el escenario a la mitad del público con una pantalla gigante.

El público siguió saliendo del recinto antes de tiempo para ahorrarse otro caos organizativo como el de la entrada. La mayoría de los espectadores pasaron más tiempo haciendo colas que escuchando música, cuando Madrid tiene recintos accesibles y de calidad como el Palacio de los Deportes o el Wanda Metropolitano. Ifema no ha demostrado todavía ser un espacio cómodo, ni práctico ni propicio al buen sonido (especialmente la zona escogida por los promotores de Anthony). Por supuesto, abandonar Ifema no fue sencillo para coches ni peatones (yo opté por ir andando varios kilómetros hasta Canillejas por las malas conexiones de EMT).

En el párking hubo una pequeña revuelta al disponer de pocas máquinas y formarse colas de dos horas, además de que algunas se estropearon, así que mucha gente decidió no pagar y a la salida se les amenazó con multa, cogiéndoles la matrícula (otros de los que pagaban se les pasó el tiempo). Hubo quien llegó a casa a las dos y media de la madrugada. Otro enfado llegó con los precios de las barras, con cervezas a seis euros y perritos calientes a once, incluso si solo llevaban ketchup y mostaza (precios que ya sufrieron el fin de semana pasado los asistentes al festival Love The Nineties).

Al abandonar la zona de Ifema, coincidí con un grupo de chicas se desahogaba pasando al masculino un famoso estribillo de Marc Anthony: "nos saliste malo, malo, malo y caro". Fue una noche de las que quitan afición.

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