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Los peores discos de 2021

De Coldplay a Kanye West, pasando por Quique González, ocho desastres cantados

Este 2021 ha sido otra temporada extraña, debido a las restricciones y oleadas víricas. Muchos artistas vivieron su momento más anodino o desorientado. Este cronista de Vozpópuli, partiendo de su criterio personal, destaca los casos más flagrantes de bajonazo creativo.

'Music of the spheres' (Coldplay)

El noveno álbum de la banda británica es el peor de todos. No lo negarán ni ellos mismos, que ya han anunciado que grabarán otro más -¿para quitarse el mal sabor de boca?- y no volverán a meterse en el estudio. Se trata de una colección de himnos poperos, autoparódicos y/o discotequeros que ofrecen menos de lo mismo. Colegueo de cinco estrellas (Selena Gómez, BTS, Max Martin...) para maquillar el vacío creativo. Coldplay son una gran banda, mucho más de lo que se les ha reconocido desde la crítica musical especializada, pero no existe en el mundo suficiente confeti ni luces láser ni "ohohooos" épicos de estadio para hacer que esto pase por un álbum presentable.

'Solar power' (Lorde)

Lo explicó perfectamente Elizabeth Duval en estas páginas: “El problema no es que Lorde haya escogido tener una vida relajada, soleada, llena de playas, paz y lentitud. El problema es que todas las canciones se parecen entre ellas, que la profundidad sólo emerge a veces de las letras, que toda la conciencia crítica sobre su posición social, poder, dinero y privilegio parece haber desaparecido, que sus recomendaciones sobre el cambio climático se reducen a soluciones escapistas imposibles para el 99% de la población”. Chill out inofensivo para zonas vip, pop pijiprogre de libro.

'Sur en el valle' (Quique González)

Es curioso lo de Quique González: tiene tantos colegas en la prensa musical española que es prácticamente imposible leer una reseña firmada por alguien que no se haya ido varias veces de copas con él. Por tanto, cuando las críticas te avisan de que este “no es un disco de primera escucha” puedes echarte a temblar. Quiere decir que si al sexto intento no te gusta, es culpa tuya en vez de del artista. Sur en el valle ofrece canciones morosas, tristonas, que se recrean en su propios bajones sin alcanzar casi nunca el mínimo vuelo poético (domina el 'ni fu ni fa'). Quizá todo empiece a encajar la séptima vez que lo intentemos, ¿no? O la octava.

'Donda' (Kanye West)

Las reseñas de este álbum han sido condenatorias, de manera firme y unánime. Apenas hubo nadie que lo defendiera. “Las mejores rimas no vienen de Kanye”, señaló The Guardian, subrayando que por primera vez está por debajo de sus invitados. “Como unos ensayos de alguien que sabe que maneja material de tercera”, sentenció Rolling Stone, publicación habitualmente blanda con estrellas de este nivel. “Los rayos de sol entre la tormenta son tan pocos que se te olvidan”, resumió The Independent. El último genio de la historia del hip hop -un enfermo maníaco-depresivo, no lo olvidemos- anda más perdido que Paz Padilla en un cásting para entrar en Wu-Tang Clan.

'Equals' (Ed Sheeran)

Ni canta, ni baila, pero no vayan a verlo. En muchos sentidos, Sheeran representa las peores dinámicas de la música actual (narcisismo, ñoñería y nula gracia musical). Hasta ahora, se salvaba por un puñado de estribillos pop con chispa, pero cuando falla hasta eso nos encontramos cara a cara con la insipidez o la pedantería. La segunda mitad del disco, con canciones sobre la paternidad y la muerte, suena más previsible y tediosa que cuando recurre a los estribillos de amor rendido que le hicieron famoso. Todo apunta a que va a tener una madurez muy mala.

'La exclusión' (El Niño de Elche )

Espectacular, absolutamente espectacular la capacidad de El Niño de Elche para construir una carrera basada en la pomposidad artística. Para empezar, intenta hacer pasar por vanguardia recursos archisabidos desde el siglo XX. Que una canción dure veinte minutos no significa que sea más intensa o arriesgada que una de tres. Que se usen repeticiones, frases surrealistas o se rechace el formato canción solo indica que estamos ante alguien que sigue anclado en lo que sonaba novedosos en los años setenta del siglo pasado (o incluso en los veinte).

La exclusión suena como si un mal alumno de Tim Buckley intentara aprovechar que el maestro ya no está para colarnos la versión paniaguada de sus cimas poéticas “Europa”, por ejemplo, es una turra de alto voltaje que solo puede hacer feliz al contable de gelocatil. Realmente triste que cierta crítica y programadores públicos sigan hinchando el globo de un artista que no tiene nada que decir, más allá de hacer coros bonitos para Kiko Veneno y C. Tangana.

'Jordi' (Maroon 5)

Un disco vago hasta decir basta. El estribillo de “Lost” revela todo sobre su exigencia con las letras: “Estaba perdido, perdido perdido y ahora me he encontrado, encontrado, encontrado”. Parece compuesta en un viaje en taxi durante una resaca (lo mismo “Lovesick” y tantas otras, no termina de contagiar ni la que hacen con Stevie Nicks, de Fleetwood Mac). Uno echa de menos los tiempos en que los ejecutivos de compañías discográficas tenían poder para vetar lo que le parecían malas canciones. Nunca fueron grandiosos, quizá solo en "She will be loved", pero al menos eran entretenidos.

'Let the bad times roll' (The Offspring)

Ya sabemos que muchos grupos siguen sencillamente por seguir. También tenemos claro que no es necesario innovar para hacer buenos discos, como demostararon de manera reiterada Ramones y Bad Religion. El caso es que The Offspring han vuelto de un parón de casi diez años con un disco espectacularmente cutre. Que hayan sacado como single una nadería como “We never have sex anymore”, que parece escrita sobre la marcha, debe darnos una idea del deprimente nivel de este disco (si se fijan, podría ser perfectamente una canción de David Civera o Chenoa). Por lo menos Coldplay han tenido la decencia de poner límite a sus carrera después de su desastre de 2021.

"I dont't live here anymore" (The War On Drugs)

Una de las bandas que mejor representan la decadencia del indie anglosajón. Hoy la crítica cool les coloca entre los mejores discos del año cuando en realidad suenan tan previsibles y poéticamente limitados como Manolo García y Fito y Los Fitipaldis. Lo que aprecian sus seguidores es el refrito del viejo sonido indie de los ochenta llevado al formato para adultos, que permite dar rienda suelta a nostalgia y la autocompasión, por ejemplo los seis minutos de "Victim" (que, si lo pensamos un poco, parecen un descarte de los horteras Whitesnake).

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