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'La abuela': el terror está en tu casa

Paco Plaza regresa al terror, su género favorito, con un hermético filme sostenido por dos únicos personajes

Decía el productor Val Lewton, de la legendaria RKO, que el terror no había que buscarlo en los monstruos, vampiros y fantasmas (de la competidora Universal, por cierto) sino en las sombras, en lo que no se ve, y así surgieron películas tan fascinantes como La mujer pantera, de Jacques Tourneur. Después de su gran éxito con su saga zombi [REC], Paco Plaza (Valencia, 1973) abrazó la máxima de Lewton, dar mucho miedo con muy poco, y así surgió la espléndida Verónica en 2017 que narraba la posesión infernal que sufría una chica (Sandra Escacena) en su piso de Vallecas, Madrid, a principios de los noventa.

Otra chica madrileña, Susana −espléndida Almudena Amor, nominada al Goya como Mejor Actriz Revelación por El buen patrón− protagoniza La abuela, también radicada en la capital, pero en una zona muy diferente, la señorial calle Alfonso XII, al lado del Parque del Retiro. Pero la acción, tras un extraño prólogo en la casa, comienza en un lugar muy diferente, París, entre rayas de cocaína, musicón y discotecas.

Susana va a firmar su ansiado contrato como modelo después de cinco años labrándose un futuro en la pasarela. Tiene 25 años (‘¡eres muy vieja!’ grita su posible jefe) y puede ser su última oportunidad. Pero una llamada desde un hospital de Madrid acaba con todo porque su abuela, que le ha criado desde que sus padres murieran en un accidente de tráfico, ha sufrido un derrame cerebral y se encuentra incapacitada. Susana regresa para enfrentarse a un piso oscuro, enorme y lleno de lámparas y una abuela que no para de darle sustos con sus apariciones y desapariciones.

'La abuela' y la modelo

Además de estos golpes de efecto, casi inevitables en la ficción terrorífica, el filme también sobrevuela un retrato nada optimista de la sociedad actual, esa que es capaz de abandonar ancianos a su suerte, incluso en tiempos del covid. Como aclaró el mismo Paco Plaza en Vozpopuli, su trabajo es también una crítica a esta sociedad tan hedonista, donde la juventud se coloca en el centro de todos los valores, muy por encima de la inteligencia o el talento. Susana es guapa, elegante y modelo. Su abuela −interpretada por la brasileña Vera Valdez, que fue modelo de Chanel en los sesenta y luego torturada por la dictadura militar de su país en los setenta –es vieja, muda y se hace las necesidades encima-. Las dos se adoran, cumplen años el mismo día, pero comparten un pasado tenebroso que Susana ha olvidado, un pasado solo entrevisto que es quizás el momento más estremecedor de la película de Plaza.

La película de Plaza triunfa al mostrar el terror del envejecimiento y de la necesidad de cuidados 24 horas al día

Son dos mundos, dos realidades, con el terror de la dependencia de fondo excelentemente desarrollado por el guion escrito por Carlos Vermut, el realizador de Magical Girl, otra película obsesionada con la belleza. Que una anciana sea la ‘monstrua’ en el nuevo terror reabre un camino por el que ya habían transitado algunas novelas de Stephen King e incluso una terrorífica secuencia de Los otros (2001), de Alejandro Amenábar.

La película de Plaza triunfa precisamente por eso, por mostrar el terror del envejecimiento y de la necesidad de cuidados 24 horas al día, incluso también el miedo a perder el trabajo, pero se debilita al emplear una y otra vez trucos de sonido e imagen más que vistos en el género. A estas alturas, que las luces se apaguen, que se cierren puertas de golpe, que los retratos cambien o que las leyes de la física se ignoren con el teletransporte súbito de la anciana parecen más dedicados a los fans del terror del festival de Sitges, donde se iba a estrenar la película en un principio, que al público en general. Son, de todas formas, pequeños y muy efectivos peajes de un filme sumamente entretenido.

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