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Cultura

Paco Soto: “El flamenco es darlo todo”

Paco Soto (Águilas, Murcia, 1991) vive un momento dulce. Se ha hecho un nombre gracias a su estilo emocional y a su interés por el mestizaje del flamenco con la música árabe y sefardí. Cuando llegó a Madrid, le daba vergüenza no ser gitano. Ahora se le ve suelto y feliz con Dos mares (2019), su nuevo trabajo, donde cuenta con colaboradores de la talla de Jorge Pardo, Duquende, Javier Colina, David de Jacoba y el laúd del músico egipcio Hesham Essam. Su sonido es soleado, festivo y sensual. Cuando sube a un escenario, contagia al público sus buenas vibraciones; por algo su primer disco se llamó Vida (2017). A continuación, el resumen de su charla con Vozpópuli.

Este nuevo disco me parece muy bonito, aunque entre los dos mares a los que alude el título, el Atlántico y el Mediterráneo, también pasen cosas feas.  ¿Es una decisión consciente?

Me interesaba retratar mi infancia, componer algo receptivo y sensitivo. Por ejemplo, los tangos de Tánger o la soleá por bulerías, "Dos mares" que tienen esa cosa de recuerdo de la infancia, de sentirse feliz. También se pueden ver destellos de la parte trágica. Creo que la música refleja muchas veces el estado de ánimo del receptor.

¿Qué fue lo más difícil?

En el disco anterior, estaba como un niño con zapatos nuevos, quería que todo fuese perfecto. En este me ha dado igual fallar. Por ejemplo, en las alegrías donde hice 80.000 tomas y después de cortar y pegar durante muchas horas decidí grabarlo todo del tirón. Me lo pasé increíble en el estudio. Lo único que me ha costado es ahorrar el dinero y pagarlo. Con el otro hice un crowdfunding, pero siempre me ha dado mucha vergüenza pedir favores, así que este decidí pagármelo yo. Prefiero estar una semana sin comer que pedir dinero. Pedir cosas me cuesta lo más grande.

"En el mundo del flamenco hay mucha crueldad con los nuevos. Me ha costado muchas fatigas hacerme un hueco", recuerda

Dicen que su maestro, Paco de Lucía, no disfrutaba demasiado de este trabajo.

La tortura de los guitarristas es que nosotros conocemos nuestros fallos. Tienes que pasarte muchas horas para hacer algo medio decente, pero la satisfacción por ese algo medio decente dura un segundo, como ir en coche y ver un letrero en la carretera, que pasa enseguida. Luego, a partir de esa cosa fugaz tienes que construir. Miro mis vídeos una y otra vez, como un hijo de puta. Es la única forma de mejorar.

La canción que cierra el disco se titula “Conversaciones con Ramón el Portugués”.

Yo llegué a Madrid y me decían ‘"ira el niño este, que quiere tocar’" En el mundo del flamenco hay mucha crueldad con los nuevos. Me ha costado muchas fatigas hacerme un hueco. Ramón siempre me trató de otra forma: “Mira el chico nuevo: qué arte, qué cojones y qué ganas de hacerlo bien tiene”. Me acogió en su casa: dándome de comer, de cenar…hasta me dio un pijama. Me trató como a uno más de su familia. Me ha transmitido mucho cariño y me tiene mucha fe, que es algo que me ha hecho fuerte. Es como si fuera mi abuelo y quise tener un detalle. He tenido muchas charlas con él en su casa y en la cocina del Café Berlín. Bueno, yo sobre todo escucho sus vivencias, algunas con Camarón y de Paco de Lucía.

¿Puede compartir alguna?

Hay un montón. Bastantes tienen que ver con borracheras, pero a mí me gusta una en la que Ramón el Portugués aterriza de una gira en Japón y llega con una chaqueta roja de terciopelo. Camarón le dijo, "qué chaqueta más bonita", y se la regaló en ese momento. Desde entonces, se trataron como hermanos. Es una chaqueta muy significativa que Camarón llevó en muchos conciertos. Sus seguidores ya sabrán cuál es. Ramón es un tío muy humilde, que siempre te da lo que tiene. El arte es eso: dar lo que tienes.

"Ahora tenemos mucho movimiento de jóvenes que defienden lo clásico, pienso en El Purili o en Israel Fernández", explica

El flamenco muchas veces ha avanzado a golpe de ruptura generacional. Ahora no parece haber ninguna.

Ahora ya no es tan generacional. Los revolucionarios se han hecho mayores. Ahora tenemos mucho movimiento de jóvenes que defienden lo que algunos llaman rancio, que en realidad es lo clásico. Pienso por ejemplo en El Purili o en Israel Fernández, que hace flamenco tradicional de puta madre. Cada uno que navegue por donde quiere, pero la tradición es una base que necesitamos todos, ya sea para tirar por lo antiguo o para hacer algo nuevo.

El concepto de revolución tampoco parece estar claro. Se dice que Omega fue eso cuando Morente hizo cosas más arriesgadas antes. Omega es más bien un bonito disco de rock progresivo.

El flamenco es una música en constante evolución y revolución. Tiene más ingredientes que un batido multifrutas. No me gustan cosas como el Niño de Elche, que tiene mucho talento y condiciones pero creo que ha tirado por el camino de la bulla, en vez por el del corazón. Entre dos aguas tampoco es la gran obra de Paco de Lucía, sino una de las muchas joyas que grabó. La leyenda del tiempo no revolucionó más que los discos anteriores con Paco.

https://www.youtube.com/embed/8fRTaqP9ZW0

¿Cuál es su disco favorito de Paco de Lucía?

Diría que Siroco (1987), porque tiene un sonido profundo y una técnica arrolladora. Es como su biblia. Hay veces que tengo la impresión de que esa música solo era capaz de tocarla él. Es mi dios santo bendito. Luego hay otros muy buenos, como Luzía (1998) o Cositas Buenas (2004), pero creo que con Siroco es donde Paco reventó. De Camarón el que más me llega es el último, Potro de rabia y miel (1991). Canta con una modernidad increíble, creo que sabía que no iba a haber más y decidió darlo todo. Hubo días en que solo grababan una letra y Paco se tiraba de los pelos. Fue un hijo muy costoso, pero muy bonito. Creo que es un disco más moderno que La leyenda del tiempo, donde junta al 'Tomate' y a Paco en su plena madurez.

"El flamenco requiere paciencia, escucha, calma", subraya

El otro día estaba viendo una entrevista con José Menese donde decía que no le gustaba cantar por bulerías, que no le salían. ¿Qué palo va mejor con su temperamento?

Le encuentro algo bueno a cada uno, pero creo que saco mejor las alegrías. Cuando era pequeño escuché en Canal Sur las alegrías de La Barrosa, de Paco de Lucía, con imágenes del puerto de Algeciras. Al verlo en televisión, creo que adopté una patria, no tanto por el sitio como por el sonido. Cada vez que toco alegrías pienso en eso y siento que estoy dando mi esencia. Me gustan las alegrías porque soy alegre y del mar. Además, dice la gente que me salen muy bien.

El crítico Alfredo Grimaldos suele decir que el mayor enemigo del flamenco son los tiempos acelerados que vivimos, que están más en sintonía con otros géneros, por ejemplo el pop o el hip-hop. ¿Está de acuerdo?

Es uno de los mejores comentarios que he escuchado últimamente. El flamenco requiere paciencia, escucha, calma. Es algo parecido al amor, que si no le dedicas tiempo no va a ir a ningún lado. Ahora todo se mueve muy rápido, sobre todo los jóvenes. En realidad, tenemos más tiempo del que parece, pero nos hace falta acostumbrarnos. Por otro lado, me cruzo mucha gente que está descubriendo el flamenco y está encantada.

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