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Cultura

Sobre Falstaff y la fascinación de Verdi por Shakespeare

Una imagen del montaje que se representa en el Teatro Real.

Verdi escribió sólo dos óperas bufas a lo largo de toda su carrera. Lo hizo como si con ellas respondiera a la desgracia. La primera fue Un giorno di regno (Un día de reino), que coincidió con la muerte de su primera esposa y sus dos hijos. La segunda y la última de toda su carrera, Falstaff, que escribió poco antes de morir. Esta ópera basada en la obra de Shakespeare llega ahora al Teatro Real de Madrid, del 23 de abril al 8 de mayo. 

Dos repartos, con diez cantantes españoles, darán vida a los personajes de esta ópera coral coproducida con el Théâtre Royal de la Monnaie de Bruselas, la Opéra National de Burdeos y la Tokyo Nikikai Opera Foundation. Los barítonos Roberto de Candia y Misha Kiria se alternan en la interpretación del papel titular, dirigidos por el joven Daniele Rustioni, director principal de la Orquesta de la Toscana y de la Ópera Nacional de Lyon, y que debuta en el Teatro Real

Falstaff se presentará en el escenario del Teatro Real después de 17 años de ausencia: en 2002 se ofrecieron ocho funciones de la icónica producción de la Scala de Milán concebida por el director de escena Giorgio Strehle. En esta ocasión, la dirección escénica recae en Laurent Pelly, que en el Teatro Real ha triunfado con tres divertidas comedias ─La hija del regimiento, de Gaetano Donizetti (2014), Hansel y Gretel, de Engelbert Humperdinck (2015), y El gallo de oro, de Nikolái Rimski-Kórsakov (2017)─, y ahora vuelve con una propuesta escenográfica que traslada la acción a nuestro tiempo con la intención de desvanecer los límites de la farsa y de la comedia. El ciclo de 11 funciones de esta ópera verdiana cuenta con el patrocinio de Endesa. 

Un fanfarrón 

Verdi compuso Falstaff junto al libretista Arrigo Boito. La escribió basándose en pasajes de Las alegres comadres de WindsorEnrique IV y Enrique V de William Shakespeare (en una edición traducida por Victor Hugo), las tres obras del británico en las que aparece  Sir John Falstaff, antiguo compañero de armas y aventuras del príncipe Hal, el futuro Enrique V de Inglaterra. Al convertirse en rey, Enrique rompe sus relaciones con Falstaff y este, sin la protección del soberano, se abandona a la bebida y a la gula, a la lascivia y a la fanfarronería, escribe Joan Mataboch, director artístico del Teatro Real.

Sir John Falstaff encarna el exceso. Creído de su estatus social hasta lo risible, siempre escaso de dinero, ridículo y pretencioso posee sin embargo un talento, una dignidad e inteligencia natural. Castigado por la pluma de Shakespeare, Falstaff es todo lo contrario de aquello que desea ser: un hombre obeso y sin dinero que se cree un seductor, un vividor poseído por todos los vicios, al que dos poderosas burguesas de la ciudad de Windsor, Alice Ford y Meg Page, le preparan un pequeño escarmiento. 

Verdi y Shakespeare 

Verdi hubiese completado el ciclo de las grandes tragedias de Shakespeare de haber terminado la versión del Rey Lear -que se suma a Macbeth y Otello- en la que trabajó sin llegar a terminarla. Al menos según aseguran algunas biografías y textos, el italiano no concluyó las anotaciones de una de las tragedias más importantes de Shakespeare. El deslumbramiento de Verdi con el inglés comenzó desde su juventud. Y aunque Schiller también llamó su atención (pensó una composición basada en Los Ladrones, drama de cinco actos del alemán), el efecto Shakespeare fue mucho mayor; y no es de extrañar. El XIX fue el siglo del redescubrimiento de la obra del británico, que llevaba años ignorada y supuso para los compositores, dramaturgos y autores de la época una absoluta tormenta.

Shakespeare ofreció una reserva salvaje de las pasiones en su estado más puro: los celos, la ambición, la vileza, el amor, la locura. Sus obras tenían algo terrible, y al mismo tiempo ejemplarizante, que cautivó el espíritu de la época e hizo encaje con su impronta estética. Verdi no fue inmune a ello. Macbeth, de hecho, fue la primera composición que hizo basándose en la obra del británico, a la que regresaría en dos ocasiones más: Otello (1887), en la que trabajó cerca de diez años, y Falstaff, la comedia lírica en tres actos que se estrenó en 1893 en el Teatro de la Scala. 

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