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Cultura

¿Es posible una izquierda que no se avergüence de España?

Santiago Abascal, desde la tribuna de oradores del mitin en Vistalegre, se mostraba satisfecho con el rumbo que está tomando la batalla electoral. “El PSOE dice 'Ahora España', Ciudadanos 'España en marcha' y el PP colgó el otro día una pancarta que rezaba ’¿Izquierda o derecha? España’. Pablo Iglesias, delante de todos nosotros en el Congreso de los Diputados, aunque todavía no sabemos cuál es su lema, juró el cargo por España. Ahora ha salido Errejón y dice que Más País, casi, está llegando, vamos a darle tiempo…”, ironizaba el líder de Vox.

Íñigo Errejón siempre ha sido el máximo defensor de la idea de una izquierda con discurso nacional, hasta el punto de afirmar que siente envidia cuando ve a Mélenchon envuelto en la tricolor, admite que su pensamiento político tiene puntos en común con el Frente Nacional de Marine Le Pen e incluso proclama que “gana el partido que es capaz de hegemonizar la nación, no quien hegemoniza la izquierda”. A pesar de todo, no aparece la palabra 'España' en el nombre de su nuevo partido, asumiendo la tesis de que todavía es demasiado temprano para dar ese paso (como ha explicado José Luis Villacañas, uno de los pensadores de referencia de Más País).

La mentalidad de la izquierda acerca del patriotismo recuerda a una célebre campaña contra las drogas donde se mostraba el contraste entre la percepción de la persona ‘colocada’ y la realidad

Alguna frase reciente de Pedro Sánchez -“El PSOE es la izquierda que no se avergüenza de España”- es un dardo contra Más País y Unidas Podemos. La pregunta política sale sola: ¿qué impide a la izquierda del PSOE tratar con naturalidad el discurso nacional? Estamos ante un debate cultural caliente, que no ha hecho más que comenzar.

El pasado 1 de octubre se celebró en un local de Arganzuela (Madrid) una mesa redonda sobre izquierda y patriotismo, organizado por el colectivo M129 (activistas cercanos a Ahora Madrid). La alineación escogida era interesante porque combinaba a Guillermo Zapata (exconcejal de Carmena), Clara Ramas San Miguel (filósofa y diputada autonómica de Más Madrid), Jordi Salvador (diputado en el Congreso por ERC) y a Diego Díaz Alonso, doctor en Historia por la Universidad de Oviedo que acaba de publicar el espléndido ensayo Disputar las banderas. Los comunistas, España y las cuestiones nacionales (Trea, 2019). El acto es relevante porque -como nos recuerda Díaz- “en las últimas décadas, la izquierda del PSOE apenas ha sentido como suya la cuestión nacional y se ha centrado en campos como la memoria histórica, la defensa de colectivos discriminados y otras similares. Esa izquierda se ha acostumbrado a mirar al aparato del Estado con mucha desconfianza”, señala.

Del prejuicio a la protesta

Los prejuicios profundos de la izquierda hacia la idea de España quedan claros ya desde el cartel que anuncia el acto, donde aparece un grafiti con la expresión “Biba España”, identificando patriotismo con analfabetismo. “Bueno, fue cosa del diseñador, vio la pintada y le hizo gracia”, responde alguien cercano a la organización a Vozpópuli. Detalles como este ponen muy complicado olvidar la tradición elitista de gran parte de la izquierda española.

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Díaz Alonso arranca con una comparación graciosa y brillante: la mentalidad de nuestra izquierda sobre el patriotismo le recuerda a una célebre campaña contra las drogas donde se mostraba el contraste entre la percepción de la persona ‘colocada’ y la realidad. “Todos hemos experimentado ese trance donde tú piensas que eres el rey del mambo, pero en realidad te estás portando como un mamarracho o una mamarracha”, afirma. “Los militantes de izquierda pensamos muchas veces en España como un espacio autoritario, hostil hacia las ideas nuevas y en general poco democrático, mientras que para los jóvenes europeos que nos escogen masivamente para pasar su año de Erasmus somos un país tolerante, tirando a 'progre' y abierto a la diversidad. No digo que estemos equivocados, pero tampoco tenemos la verdad completa”, comparte.

El autor también destaca que la izquierda española no es la única que tiene problemas para trenzar un discurso nacional, ya que los laboristas ingleses sudan para asumir el legado militar de su pasado imperialista -representado por la 'Union Jack'- y que a los alemanes le pesa la herencia del Holocausto. “Dolf Sternberger inventa el patriotismo constitucional para resolver este problema”, recuerda.

Destruir o reforzar lazos

Este último comentario sintoniza con el pensamiento de Clara Ramas San Miguel, una de las pensadoras más debatidas de los partidos del cambio. A la salida del acto, comenta que en este tipo de formatos “no da tiempo a nada”, ya que hay demasiados asuntos para hora y media y hay que repartir el tiempo entre un moderador, tres ponentes y el turno de preguntas. Tiene toda la razón, así que mejor recordamos un fragmento de su recomendable serie Ocho claves para el patriotismo democrático que viene, una apuesta por lograr que nuestra izquierda haga las paces con la idea de España.

"Una sociedad que ofrece individualidades puras, separadas de todo mito o pulsión comunitaria, es una fábrica de consumidores de antidepresivos, carne de cañón para formas políticas extremistas y ultras", advierte la filósofa Clara Ramas.

En sus reflexiones, los lazos culturales y comunitarios tienen un papel destacado. “Estas últimas décadas nos enseñan que una sociedad que ofrece individualidades puras, separadas de todo mito o pulsión comunitaria, es una fábrica de consumidores de antidepresivos, de adictos a una sexualidad autorreferencial y cosificadora, de buscadores frenéticos de pertenencia sólida que son carne de cañón para formas políticas extremistas y ultras, como agudamente retratan las novelas de Houellebecq. Reducir el ser humano a un individuo atomizado sería desmovilizar el potencial de pertenecer a una ‘comunidad de trascendencia’ (Errejón). Nada grande se ha hecho sin pasión, dijo Hegel: sin ideales trascendentes. La única salida al nihilismo neoliberal será suscitar un nuevo interés por una empresa colectiva", defiende.

¿Cuál es, entonces, la mejor solución política? "Refundar el lazo comunitario y cobrar conciencia de unidad de destino en una patria común frente al desarraigo global. Desde esta coyuntura, cabe pensar un nuevo patriotismo democrático que articule el orden en clave no reaccionaria, que ofrezca seguridad, bienestar, pertenencia y protección”, añade Ramas. No se trata ya de una lucha entre izquierda y derecha, sino del conflicto entre quienes destruyen vínculos humanos y quien prefieren cuidarlos.

Patriotismo rojo

Los ponentes son unánimes al elogiar el libro de Díaz Alonso, menos el diputado de ERC, que no lo ha leído. Se trata de un trabajo sólido que responde plenamente al titular de este artículo. No solo es posible una izquierda patriótica, sino que ya ha existido y sigue existiendo. El autor lo documenta de manera profusa, desde el patriotismo antifascista hasta la Transición, pasando por el periodo de máxima intensidad entre 1948-1956, donde los comunistas españoles orientan sus discursos contra el imperialismo estadounidense.

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Por ejemplo, esto decía una carta del PCE a los 'intelectuales patriotas' en 1954: “Tan completa es la entrega de España al extranjero que, para el yanqui, sea cual fuere su condición social, gángster o general, diplomático o traficante de estupefacientes, no cuenta la ley ni la justicia española. Los gobernantes franquistas, que privan de todo derecho al pueblo español, han concedido inmunidad diplomática a todo representante del pueblo norteamericano que llegue a España”, lamentaban.

El libro recuerda que en marzo de 1948 la revista ‘Nuestra Bandera’ llamaba a una movilización patriótica para evitar que nuestro país se convirtiera en “una colonia de Wall Street”

El libro recuerda que en marzo de 1948 la revista Nuestra Bandera llamaba a una movilización patriótica para evitar que nuestro país se convirtiera en “una colonia de Wall Street”. La Guerra Fría llevó a la izquierda española a su máximo punto de ebullición, unos preocupados por caer bajo la esfera de la CIA, otros como Indalecio Prieto con miedo a convertirse en siervos de Moscú; por eso su proyecto Solidaridad Española no aceptaba comunistas.

Momento Felipe González

En alguno de sus artículos, Díaz Alonso también aborda el patriotismo del PSOE, que tuvo en Felipe González su figura clave. “Durante la Transición y los gobiernos de la UCD se mantendría la celebración del Día de la Hispanidad, pero sería, llamativamente, el segundo Gobierno de Felipe González el que elevaría de rango la fiesta declarándola con una ley específica de fiesta nacional. La victoria del PSOE en octubre del 82 pudo ser el momento de una fiesta nacional menos ligada a una fecha religiosa y asociada al colonialismo. Lejos de esa idea, el PSOE pisaría el turbo de la identificación con los lugares de memoria del imaginario español conservador”, explica.

Díaz Alonso recuerda el debate dentro de la izquierda en la jornada de reflexión de 2015, cuando Pablo Iglesias apareció jugando al fútbol con aquella camiseta de la selección que recordaba a la bandera republicana

Luego Díaz Alonso se acerca al presente: “En los partidos llamados ‘del cambio’ hay también un sentimiento nacional español, pero de modo distinto a la derecha, ya que está centrado en las clases populares y los trabajadores”. Opina que cuando unas elecciones tienen como marco España esto favorece a la derecha, mientras que cuando hay debate social (el momento posterior al 15-M) suele beneficiar a las izquierdas.La postura de Alonso no es unánime en la izquierda: el ensayista Igancio Sánchez-Cuenca, entre otros, piensa que quizá el marco nacional favorece a la derecha porque la izquierda carece de propuestas claras que ofrecer al electorado.

Un matiz de Díaz Alonso: “Es verdad que la derecha tiene un sentido más homogéneo del patriotismo, mientras que si preguntáramos a Pedro Sánchez, Iñigo Errejón y Alberto Garzón te darían visiones nacionales muy distintas”. Luego señala que en la jornada de reflexión de 2015 apareció una foto de Pablo iglesias jugando al fútbol con aquella camiseta de la selección que recordaba a la bandera republicana. “Los errejonistas criticaron la imagen, mientras que los pablistas quitaron hierro”, destaca.

Desinterés por Cataluña

La intervención de Jordi Salvador, el diputado de ERC, parece la de un extraterrestre. Comienza diciendo que no comulga con la expresión ‘Régimen del 78’, ya que considera que seguimos en el ‘Régimen del 36’, como si España no hubiera avanzado desde el inicio de la Guerra Civil. Exhibe origen obrero, recordando que su madre fue cajera de supermercado. También nos informa de que es autor de la única tesis doctoral sobre las tensiones políticas y frustaciones emocionales que encierran los partidos partidos de fútbol Madrid-Barcelona (por lo visto, la versión libro está agotada y es inencontrable).

Su discurso presenta una España corrupta, enfangada en la dictadura, mientras que la izquierda es incapaz de articular respuestas. “No entiendo, de verdad, cómo no se han organizado muchos más 15-M”, reprocha. Parece olvidar que en Plaza Cataluña los 'mossos' disolvieron aquella protesta con una violenta carga policial, por orden de sus socios de gobierno, Convergencia y Unión. El único comentario no propagandístico de su intervención es cuando afirma que el unionismo hubiera ganado claramente un referéndum en Cataluña en cualquier fecha anterior al 1 de octubre de 2017.

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En el turno de preguntas, una chica de la primera fila le señala que todos los defectos de los que Salvador acusa a España se pueden encontrar en las élites catalanas. “ERC jamás ha tenido un caso de corrupción”, presume. Entonces el auditorio -intuyo- le deja por imposible. Salvador subraya su máximo interés en acudir a esta charla, cuando lo que le pedía el cuerpo era pasar el 1 de octubre en Cataluña manifestándose en la calle. “También es necesario explicar las cosas aquí, estaré todo el tiempo que haga falta respondiendo preguntas”. No hay apenas cuestiones dirigidas a él y en los corrillos posteriores se habla muy poco de Cataluña. Como dice el asesor político César Calderón, si algo está marcando esta campaña electoral es la bajada de índices de audiencia -en todas las televisiones- cuando se debate o se cubre el procés. Parece que en ambientes militantes también dejó de interesar.

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