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Cultura

Kiko Veneno: "Hemos cambiado los sindicatos por Instagram y el gimnasio"

Kiko Veneno.

José María López Sanfelliu (Figueras, 1952) responde relajado. De vez en cuando, aparece una sombra de mala leche en su cara al hablar del deterioro general de las condiciones de vida en España. Su nuevo álbum, Sombrero roto, le muestra en plenitud de facultades. El título hace alusión a Abanico roto, uno de los himnos hippies con los que su primer grupo, Veneno, triunfaron en el 'underground' español de los años setenta. “Un artista debe tener el sombrero bien roto para que puedan entrar ideas interesantes. Si estás demasiado metido en tu pensamiento, tu razón y tu mismidad no vas a poder dialogar con nadie”, explica.

¿Cuál es el objetivo de las nuevas canciones? “El enfoque era hacer un disco que tuviera chispa y alegría. Es lo que reclaman mis seguidores y lo que me pide el cuerpo. También me interesaba que sonase contemporáneo”.

Kiko Veneno es un artista clásico, pero en un trabajo anterior reclamó la producción rompedora de Refree -para algunos, rompedora de la magia de sus canciones-, además de haber colaborado con El Niño de Elche y declararse fan rendido de Rosalía, especialmente de su primer disco. “Disfruto a muchos artistas actuales, aunque mayoría del pop que triunfa ahora me parece intrascendente, cansino e infantil (como mucho, adolescente). Enciendes la radio y suenan muchos superventas que parece que busquen darnos pena. Esta generación parece traumatizada porque saben que su nivel de vida va a ser peor que la de sus padres. Ya no hay playas, ni tomates, ni trabajos tan buenos como los de antes. Tampoco existe el pop alegre de los Beatles. La mayoría de las canciones de éxito transmiten mucha autocompasión”, señala.

La vida moderna, para qué engañarnos, le parece algo decepcionante. “Hoy la gente defiende sus derechos laborales en los gimnasios y en Instagram. Les habrán dicho, y tendrán razón, que los sindicatos ya están muy corruptos y adocenados, que solo trabajan para los funcionarios y los amiguetes. La forma de defender ahora tus derechos laborales es ir al gimnasio para estar guapo el día de la entrevista de trabajo, así es más fáci que te cojan y más complicado que te echen. Si eres músico, hay que tener buen culito y salir guapo en la portada. Para muchas personas, el gimnasio es el lugar donde vas a sentirte apreciado y encontrar una oportunidad para situarse”, denuncia.

Contra las chicas de portada

Se atreve, incluso, con los conflictos de género. “Siento como algo bonito el auge del feminismo, esa toma de conciencia entre hombres y mujeres. Lo que me parece triste son los medios de comunicación que van de feministas pero están todo el rato ensalzando a las ‘It girls', que son la cosificación más grande. Las ‘It girls’ y las ‘influencers’ son las nuevas mujeres-florero. Me dan ganas de preguntarles si se han leído El Castillo de Kafka o algo de Norman Mailer o de Valle-Inclán. Para ser influyente hay que tener cierta sustancia, en mi opinión. Si no, influyes para mal. Habría que empezar por Homero y llegar como mínimo hasta Miguel Hernández”, suelta solo medio en broma.

Sus críticas se centran en los agentes sociales con más poder. “Ahora mismo, la tecnología está al servicio de la incultura. A los gurús de Silicon Valley no les interesa el arte, solo los cacharritos, las patentes y el dinero. Están los chavales con el móvil apostando, sin enterarse de lo que es el trabajo, ni las relaciones humanas, ni prácticamente nada. Desconocen muchas cosas sobre cómo funciona el mundo. La tecnología se puede utilizar para escuchar a Beethoven o música de vanguardia, pero la mayoría lo usa para videojuegos de matar a gente”.

Los políticos de ahora, casi todos unos imbéciles, son quienes han inventado la llamada Marca España. Es algo absurdo, hace 200 años que el mundo conoce el valor de nuestra cultura"

No podemos olvidarnos de hablar del disco, que suena espléndido. La canción más comentable, sin duda, es Yo quería ser español, imposible de escuchar sin sonreír. “Se basa en unas retahílas sin sentido de mi hijo Adán, cuando tenía cuatro años. De repente, se puso a decir cosas como "Yo quería ser español y tirar una naranja al agua". Me pilló dando vueltas a otra letra que se llamaba La Policía Municipal". Decía algo así: 'Policía municipal, qué bonito, los chulitos del alcalde/ ponen multas y después se van a fumar al parque'. Al final, me pareció mejor la de mi hijo y ha quedado así”, recuerda.

Patrimonio maltratado

Entonces coge carrerilla: “Los políticos de ahora, casi todos unos imbéciles, son quienes han inventado la marca España. Es algo absurdo, que no hace falta, porque hace 200 años que los artistas franceses y rusos ya metían música de nuestro país en sus composiciones y en sus óperas. Todo el mundo reconocía el modo andaluz y español de hacer música. Vender un país, aunque sea culturalmente, ya es un enfoque erróneo. Los viajeros románticos británicos mostraron su sorpresa por lo mal que tratábamos nuestro patrimonio cultural, que ellos encontraban impresionante. Se quejaban de que no cuidábamos los edificios medievales, ni los pueblos encalados ni las murallas de Sevilla. Es la triste realidad. Fueron ellos, en gran parte, quienes nos enseñaron y animaron a respetarlo”, señala.

Le pregunto por las crispadas discusiones sobre el flamenco actual. “El debate de puristas contra renovadores no tienen ningún valor, son conflictos que se repiten por ignorancia. Las críticas a Rosalía y al Niño de Elche no presentan argumentos, solo exabruptos. He seguido el intercambio por Internet y apenas encontré opiniones interesantes. No digo que la gente no sea capaz de articular posiciones interesantes, pero estamos comidos por la prisa, por la presión, por la escasa confianza en que nuestras vidas puedan tener capacidad para influir positivamente en las de los demás”, lamenta.

“Llenamos nuestro tiempo con la primera pamplina polémica que nos ponen delante. Es alucinante que existan personas que acusan a Rosalía de apropiación cultural con unos argumentos endebles, que enseguida dejan claro que no han leído un ensayo en su vida. No saben cuál es su posición en el mundo, ni qué materiales hay dentro de su cabeza. La cultura no avanza por apropiación, sino por asociación”, destaca.

Más madera contra los tópicos: “El flamenco es una familia numerosa que ha dejado una herencia tan grande que todos los hijos están peleados por ella. Es absurdo ver a un presunto purista defendiendo a la Niña de Los Peines cuando lo que ella aportó una revolución. Se hacía fotos junto a una nevera porque le parecía moderna, igual cogía algo de la música de los negros que de los carnavales de Cádiz. Si el flamenco no se hubiese desarrollado, seguiría tan estancado como el tango, que no pasa de Carlos Gardel”, concluye.

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