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Emmanuel Carrère: Princesa de Asturias a la prosa más incómoda

El novelista francés ha explorado conflictos relacionados con drogas, religión, violencia, autoritarismo y alienación

Pocos autores suscitan tanto consenso entre los lectores actuales como el francés Emmanuel Carrére. Su estilo siempre es crudo, clásico y conflictivo, da igual que escriba sobre las distopías de Philip K. Dick, los atentados terroristas de Bali o el extraño carisma de Eduard Limónov, disidente ruso que anticipa las actuales polémicas sobre rojipardismo. Tampoco importa que un libro suyo tenga más de quinientas páginas y trate sobre algo tan personal como las creencias religiosas, caso de El reino (2015), porque miles de lectores saben que si lo firma Carrère va ser riguroso y trepidante, que vas a aprender algo. El premio Princesa de Asturias ha apostado sobre seguro escogiendo a un clásico contemporáneo.

Se dio a conocer con la espléndida e inquietante El adversario (2000), donde diseccionaba la vida del criminal Jean-Claude Romand, que liquidó a su familia tras años fingiendo ser un alto funcionario. Allí ya estaban presentes características esenciales de su estilo como la apuesta por la autoficción, la inteligencia descriptiva y un mirada humanista despojada de cursilería. Según informa Europa Press, la candidatura de Carrère fue propuesta por Pedro Miguel Echenique Landiríbar, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 1998. En esta edición concurría al galardón de las Letras un total de 33 candidaturas de veinte nacionalidades.

La autoficción tiene un límite, uno solo, como en el juramento hipocrático: no hacer daño", defiende

En una entrevista de este mismo año, teorizaba sobre su estilo literario. "La autoficción tiene un límite, uno solo, como en el juramento hipocrático: no hacer daño. No ofender a nadie. Yo lo hice una vez, hace mucho tiempo: [En Una novela rusa] expuse la intimidad emocional y sexual de Sophie, mi compañera de entonces, con una indiscreción que aún hoy lamento. La ofendí verdaderamente, y me prometí que nunca volvería a hacerlo. El problema, por supuesto, es que las vidas están entrelazadas y es difícil hablar solo de uno mismo. Uno busca soluciones a ese problema, y una es la ficción”, respondía a Vanity Fair.

Jugarretas del destino: precisamente esa revista que escogió su última pareja (Hélène Devync) para denunciar que había vuelto a traspasarlos en Yoga (2020), su última novela. Esa carta abierta describía su ego despótico y le acusaba de farsante. "La sinceridad prometida al lector es una falsedad, arreglada para servir y dorar la imagen del autor, insensible y extraño al sufrimiento de quienes estábamos a su lado en sus momentos difíciles”, denunciaba su expareja. También revelaba la existencia de un contrato privado que ambos firmaron durante el divorcio, según el cual no podía utilizar nada de la vida de Hélène en sus libros. "Lo que escribo es quizás narcisista y vanidoso, pero no miento", contestó en Página 12.

En todo caso, Carrére ha hablando muy clarmente de su bipolaridad: "Antes nos llamaban maníaco-depresivos. Yo lo tengo a nivel leve, en el sentido de que pese a haber tenido una crisis muy bestia he podido seguir con mi día a día. En nuestras vidas hay alternancias de estado de ánimo, todos hemos pasado de la risa al llanto en algún momento pero el trastorno hace que estos sentimientos se agudicen y todo se haga mucho más visible. Esto es bueno para un escritor", afirmaba en El Periódico.

En todo caso, nadie pyede negar la maestría de sus personajes, muchos de ellos retratos de personas relaes. Por ejemplo, el juez cojo de De vidas ajenas. "Étienne es una persona en la que hay una búsqueda de la verdad que admiro. Pero lo que más me gusta de él es que tiene una mezcla muy curiosa de neurosis y sabiduría. Y la sabiduría para mí consiste en aceptar totalmente tus propias contradicciones y limitaciones, como hace él, con libertad y audacia", explicó en Mujer Hoy.

En la misma publicación hablaba de Eduard Limónov: "Si hay algo que respeto en él es esa especie de fidelidad total a un ideal infantil. El ideal de ser y comportarse como un héroe. En estos momentos, Limónov tiene más de 70 años y sigue siendo pobre y aventurero. Nunca se ha aburguesado, y eso es algo que admiro de él", compartía.

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