La mezzosoprano italiana Daniela Barcellona lleva más de un cuarto de siglo triunfando sobre los escenarios de todo el mundo. Rossini y el belcanto han sido sus compañeros fieles y sus caballos de batalla, aunque su maravillosa voz le ha llevado a protagonizar óperas de Verdi, Berlioz, Massenet, Saint-Saëns, Bizet o Stravinsky entre otros. Sin embargo, será en nuestro país, concretamente en el Teatro Euskalduna de Bilbao (18, 21, 24 y 27 de enero) donde se enfrenta a uno de los grandes desafíos de su carrera: la Brangëne de Tristán e Isolda de Wagner. Sobre este asunto y sobre su carrera en general charlamos con esta mujer inteligente, sensata, generosa y llena de entusiasmo y buen humor.
Pregunta. Tiene Usted una muy amplia carrera en la que ha cantado sobre todo papeles rossinianos y belcantistas con importantes incursiones en el repertorio verdiano y también en el francés, pero creo que la interpretación de Brangäne en supone su primer acercamiento al universo de Wagner.
Respuesta. En efecto, se trata no sólo de un personaje nuevo para mí, sino también del descubrimiento de un repertorio porque nunca había cantado Wagner hasta ahora. Cuando Cesidio Niño, el director artístico de la ópera de Bilbao (ABAO) me lo propuso, dije inmediatamente que sí porque me apetecía esta nueva experiencia. Me gusta sentir la adrenalina de probar cosas nuevas. Entrar en la mentalidad compositiva de Wagner me resultó inicialmente muy complicado. Cuando empecé a estudiar la partitura en marzo del 24, me resultó primeramente muy impactante porque es completamente diferente de todo lo que había hecho hasta ahora, a pesar de haber interpretado a autores como Stravinsky o a varios contemporáneos. Al principio tenía incluso la impresión de que la parte orquestal no tenía nada que ver, ni siquiera en la tonalidad, con la línea vocal, cosa que no es del todo así. Es cierto que hay una parte del segundo acto en que no hay ningún tipo de referencia en la que apoyarse, pero en lo que respecta al resto, sí que la línea vocal está implícita y presente, aunque de forma soterrada. Pero una vez que conseguí introducirme en esa mentalidad suya, me ha resultado fascinante y he aprendido a apreciar mucho más todo ese sistema compositivo suyo, lleno de cromatismos. Y ahora me siento muy feliz de haber conseguido superar las dificultades que plantea un compositor que nunca habría pensado en afrontar.
P. ¿Piensa que su formación técnica en cuanto a la respiración y el fiato, forjada en Rossini y el belcanto le ha podido ayudar para cantar esas frases interminables de Wagner, aunque la realización compositiva sea muy diferente?
R. Sí, Rossini es una escuela fantástica. Él pone la atención hacia la palabra y esto me ha ayudado a interpretar también a Wagner, que es mucho más belcantista de lo que yo pensaba y que también presta esa atención que le decía a cada palabra. Ha sido una gran sorpresa descubrir este aspecto. Rossini me ha ayudado también en otros repertorios como en el verdiano, por ejemplo, para entender por qué se encuentra esta armonía en concreto bajo esta palabra, qué quiere decir incluso en momentos en que la música parece contrariar al texto.
P. El personaje de Brangäne es complicado también en lo psicológico, porque en cierto modo es la culpable del desencadenamiento de la tragedia que llevará a la muerte a los protagonistas, pero al mismo tiempo es una figura maternal, esa criada y amiga que cuida de Isolda. ¿Cómo la ve y la interpreta Usted?
R. Yo la veo como una figura muy maternal, efectivamente, porque intenta salvar a Isolda por todos los medios. De buena fe sustituye un filtro por otro, para salvar a Isolda, como decía, y en realidad consigue lo contrario de lo que pretendía. Esto llevará finalmente a la protagonista a una agonía larga y a la muerte por envenenamiento, pero lo peor es que primero se muere su alma por la privación de su amor, Tristán. Brangäne la consuela constantemente, intenta animarla siempre, la empuja a reaccionar, aunque ella misma también se deja llevar por la desesperación al final, pero siempre intenta encontrar soluciones prácticas y psicológicas para Isolda. Sí, la veo como una madre.
P. ¿Qué puede contarnos de la producción?
R. Esta producción en concreto es muy espectacular. He trabajado mucho con Allex Aguilera, el director de escena, y es muy bueno. Como siempre en Wagner, no hay tantos aspectos escénicos que pueden concurrir, porque la propia música no da la oportunidad de tener reacciones escénicas rápidas, pero digamos que esas pantallas de fondo y esas proyecciones que ha creado son realmente intensas y envolventes. Acompañan perfectamente a la música, como si fuera un cuadro viviente. La pena es que no podemos contemplar lo que sucede cuando estamos en escena, pero he visto el vídeo y lo encuentro maravilloso.
P. Parece algo muy esencial y que al mismo tiempo te atrapa y sumerge en la escena.
R. Es así. Nosotros estamos sobre una plataforma, la escenografía no se modifica, salvo algunos elementos entre el segundo y el tercer acto, pero la descripción visual de lo que está pasando y va a suceder es muy sugerente, con esas imágenes del mar, la corona que se pondrá Isolda... Es muy interesante.
P. ¿Había trabajado alguna vez con Eric Nielsen, el director musical?
R. No, es la primera vez que trabajo con el Maestro Eric Nielsen pero me estoy encontrando fabulosamente con él. Es un músico preparadísimo, siempre presente en cada cuestión que nos atañe a los cantantes, siempre muy claro, atento y sonriente. Conocerlo ha supuesto una gran satisfacción desde el punto de vista musical y una gran felicidad desde el personal. Es una persona maravillosa tanto en el aspecto profesional como en el humano.
P. Ahora que se ha introducido en el universo de Wagner ¿tiene pensado abordar algún otro personaje?
R. ¿Quién sabe? (Risas).
P. ¿Quizá Kundry?
R. Pues por de pronto, me daría mucha pena no volver a cantar Brangäne, porque me ha llevado tanta energía y tanto trabajo que quisiera repetir. Pero por qué no algún otro personaje, porque ahora lo afrontaría con mucha mayor serenidad.
P. Por su tipo de voz, usted ha cantado muchos personajes “de pantalón” o travestidos y también mujeres de carácter muy fuerte, como Amneris, Eboli, Ulrica o Dalila. ¿Cuáles son los personajes con los que se ha sentido más a gusto?
R. Pues además de los papeles travestidos, como Arsace o Tancredi, que tienen siempre una connotación heroica, el papel que más me gusta interpretar y que además es femenino, es la Didon de Los Troyanos de Berlioz. Es un papel larguísimo, muy dramático e intenso y que me apasiona. Es verdad que Amneris o Eboli son muy intensos también, pero Didon es otra cosa. Es un conjunto entre el entramado orquestal bajo el canto, la línea vocal y la manera de tratar el asunto en la dramaturgia musical que hace que me sienta prácticamente en otra dimensión y perciba cómo, gracias a la música de Berlioz, yo entro en comunión con algo universal. Es difícil de explicar, pero percibo claramente una atmósfera que sobrepasa la realidad. Es un papel que adoro y que no he cantado mucho porque es una ópera muy larga que tampoco se representa demasiado, por desgracia.
Daniela Barcellona - Amneris - Festival de Salzburgo (c) Marco Borrelli
P. Es muy interesante lo que dice a propósito de Berlioz, porque es un autor difícil y poco habitual cuya forma de componer no provoca flechazos. Pero en el momento en que se comprende su idea dramática y su fraseo, que suele ser complicado, alcanza momentos realmente sublimes.
R. En efecto. Cuando empecé a estudiar Didon me preguntaba muchas veces “¿dónde voy?” pero cuando comprendí, tomé conciencia plena de la belleza de su música.
P. Supongo que este trabajo sobre Berlioz también le habrá servido para el fraseo wagneriano.
R. Sí, Wagner, Berlioz y Stravinsky son compositores cuyas frases no van directas, no se sabe en qué dirección van caminando y cuando piensas que van hacia un lado, en realidad te llevan a otro, lo cual puede ser un tanto desestabilizante. También sucede a veces con Beethoven.
P. Pero hay un papel con el que todos los aficionados la relacionamos, que es el de Tancredi.
R. Sí, entre los personajes travestidos el personaje que siempre llevo en el corazón es el de Tancredi, porque es el que me lo ha dado todo.
P. ¿Qué papel le gustaría cantar?
R. Azucena de Il Ttrovatore de Verdi, porque iba a debutarlo en la Ópera de París cuando llegó el covid y se cancelaron las representaciones. Después me lo han ofrecido en otras ocasiones pero era yo la que no podía por las fechas, así que este personaje me sigue esperando.
P. He visto que va a cantar un estreno contemporáneo en el Teatro de la Scala de Milán a finales de abril y principios de mayo: Il nome della rosa, del reputado compositor Francesco Filidei, sobre la famosísima novela de Umberto Eco. Interpreta Usted a otro personaje masculino.
R. Sí, a Bernardo Gui, el Inquisidor. Se trata de un verdadero desafío. Conozco a Francesco Filidei y también varias composiciones suyas, pero para mí se trata de algo completamente nuevo, porque he cantado música contemporánea pero creo que su universo es totalmente diferente a lo que he podido hacer hasta ahora. Recibí la partitura antes de venir a Bilbao así que aún no he podido ver mi parte pero he aprovechado para documentarme sobre el personaje, que realmente existió y vivió a caballo entre el siglo XIII y el XIV. Creó el manual de la Inquisición, así que por lo visto ¡era un hombre que ponía mucho empeño en su oficio! ¡Madre mía! (Risas). Vamos, que es un personaje horroroso. Además, todos los personajes travestidos que he interpretado a lo largo de mi carrera, han sido héroes como le he dicho, hombres enamorados y valientes y ahora tengo que interpretar a un tipo absolutamente pérfido.
Daniela Barcellona - Cendrillon - Bastille (c) Ph. Elisa Haberer - OnP
P. ¿Ha cantado previamente mucha música contemporánea o una parte del desafío consiste en eso?
R. Pues ambas cosas. Es un reto, como siempre que se hace un estreno contemporáneo, porque uno está obligado a salir de las convenciones a las que estamos habituados los cantantes de ópera en general, pero sí he cantado repertorio de nuestros días. Por ejemplo, un Stabat Mater de Pilar Jurado hace ya bastantes años. Cantamos las dos juntas, porque era una obra para soprano y mezzosoprano. Es una obra muy interesante que en su día resultó bastante impactante. En el caso de Il nome della rosa creo que tendré que esforzarme en encontrar el hilo armónico y también el interpretativo.
P. Usted canta mucho en los teatros españoles. ¿Se siente cómoda y particularmente bien acogida por el público español?
R. Me encanta cantar aquí. Además ya tengo muchos amigos que reencuentro cuando vengo. Siempre me he sentido muy bien en todas las ciudades de España en las que he cantado porque los italianos y los españoles tenemos mentalidades muy parecidas, estamos en la misma longitud de onda. Y aquí se trabaja muy bien, porque en España hay esta cultura del gusto por el canto, de cantar bien, de la música, de las cosas bien hechas, con el alma. Es una mentalidad latina. El público comprende, aprecia ciertos matices, ciertas cosas que quizá en otras partes del mundo no tanto. He hecho tantos debuts en España… Son grandes recuerdos, así que siempre que puedo, vuelvo a España. En cuanto al idioma, no lo hablo muy bien pero a fuerza de trabajar aquí lo he ido aprendiendo porque me gusta mucho.
P. ¿Qué personalidades musicales le han marcado especialmente en su carrera?
R. Tuve la suerte de encontrarme con el maestro Gianluigi Gelmetti, que me escuchó en Pesaro en el 96 y me ayudó muchísimo para mi carrera. Fue él quien me hizo debutar y me hizo cantar los papeles principales en primeros y segundos cast y sobre todo el Tancredi de Pesaro en el 99. Ha sido alguien fundamental en mi vida. He trabajado también muy a menudo con Riccardo Muti a quien conocí en 2001 y con quien hice dos inauguraciones de temporada en la Scala de Milán, la Europa riconosciuta de Salieri e Iphigenia in Aulide de Glück y muchos conciertos en el extranjero. Tuve la fortuna de conocer a Claudio Abbado y también tuve una relación prácticamente de amistad con Lorin Maazel. Creo que he tenido la inmensa suerte de conocer a muchos directores del pasado que ya no están y que han sido fundamentales para aprender, para tener incluso un bagaje cultural y un conocimiento que ya no existe. Incluso desde el punto de vista de la dirección escénica: he trabajado mucho con Pier Luigo Pizzi o con Hugo de Ana, por ejemplo, de los que aprendí muchísimo. Ha sido una gran oportunidad conocer algo que, como le decía, ya ha desaparecido. Ahora es todo más superficial a la hora de afrontar la partitura o la escena, se tiene menos cuidado. Hay gente muy buena, desde luego, y en ese sentido tengo que decir que Allex Aguilera, el director de escena del Tristán de Bilbao, me está abriendo todo un mundo y me está ayudando a entender cómo funciona un tipo de dramaturgia que yo no había afrontado hasta ahora. Pero estoy muy contenta de haber conocido a esos grandísimos maestros y grandísimos directores de escena de los que he aprendido muchísimo y que han sido fundamentales para ser lo que soy a día de hoy. Conocí también a Rostropovich bajo cuya dirección canté un Requiem de Verdi en Piacenza y para mí era como tener a una divinidad delante de mí, no me lo podía creer. Fue como conocer a un mito, porque mi profesor de canto, que después se convirtió en mi marido, me hizo descubrir la manera en que Rostropovich cantaba con su violonchelo.
P. Retomando ese apunto suyo sobre cierta superficialidad en la forma de enfrentarse al oficio, quizá eso provenga de que antes se tenía más respeto por quienes nos han precedido, mientras que ahora pensamos que lo estamos inventando todo, que hay que cambiar todo e innovar a fortiori.
R. Sí, parece que hay que tirar la ropa vieja. Evidentemente hay una evolución, pero la sabiduría de los que vinieron antes y que se ha mantenido a lo largo del tiempo no hay que rechazarla sólo porque “me resulta aburrido por ser algo del pasado”.
P. Me gustaría que diera algún consejo a los jóvenes cantantes para tener una carrera tan larga, provechosa y diversa como la suya, tanto en lo que se refiere al canto como en lo que toca a la manera de afrontar la carrera y la vida de artista.
R. Parece una vida preciosa, llena de maravillas, y realmente es preciosa, pero en la que hay mucho sacrificio. A los jóvenes les cuesta aplicarse y sacrificarse, pero es necesario para obtener resultados. Nada viene gratis y hay que conquistar cada logro. Es algo que tienen que aprender. Siempre les digo que tienen que estar preparados, estudiar, apostar por aquello en lo que creen. Y saber renunciar a las salidas con amigos y a las vacaciones si es preciso, porque hay que estudiar y trabajar. No se puede tener todo y hay que saber elegir. Hay que pensar en construir su propio futuro y eso conlleva fatiga y sacrificio, cansancio psicológico y físico, pero después los resultados se ven. Mis padres me decían siempre: el pan cuesta. Y es verdad. En cuanto a los aspectos personales, la carrera es algo maravilloso, porque hacer la profesión que te gusta es casi un hobby y no un trabajo, pero hay que tener en cuenta que esa carrera se termina un día, y entonces es importante tener una vida fuera de la profesión, tener puntos de anclaje como la familia y las amistades, y para eso hay que cuidar a la gente a la que queremos. Tengo muchos colegas que una vez que han cerrado sus carreras se han encontrado solos porque no habían cultivado esos lazos. La carrera es bellísima, pero la verdadera vida está fuera. Y no deja de ser un trabajo. Maravilloso, pero un trabajo; lleno de creatividad y que hay que hacer con todo el empeño del mundo, cierto, pero es fundamental tener una vida plena fuera de él.
P. Tiene Usted toda la razón, pero al mismo tiempo está casada con su profesor. ¿Cómo se lleva eso en casa?
R. Pues es estupendo (risas). Digamos que separamos completamente -o lo intentamos, porque no siempre es totalmente posible- la parte familiar de la parte profesional. Pero me ayuda mucho, porque todo lo estudio con él y hablamos mucho de las partituras, de lo técnico y lo musical, de modo que es un trabajo a dos. Este año haremos veintisiete años de matrimonio y la cosa funciona porque hablamos de todo: de lo que va mal y lo que va bien, del trabajo, de la vida privada, y se trata de una evolución continua. Es fundamental tener algo de qué hablar, de lo que discutir, de lo que reír, de lo que estar triste… lo compartimos todo y esto también ayuda para la vida profesional.
P. ¿Cuáles son sus próximas citas musicales? Creo que va Usted al próximamente al Teatro Colón de Buenos Aires, que le gusta especialmente.
R. Sí, a mediados de febrero. Me encanta ese teatro, que es enorme pero con una acústica maravillosa y donde se canta extraordinariamente a gusto. Y además el público parece de otros tiempos, lleno de entusiasmo. Allí cantaré la Amneris de Aida, que retomaré para el teatro de Cagliari en julio. Después iré a la Scala con Il nome della rosa en mayo y seguidamente un concierto en Pesaro con mi marido, donde también cantaré L´Italiana in Algeri en agosto y será la primera vez que haga un personaje femenino allí, estoy muy contenta. Seguidamente Falstaff en Bruselas y terminaré el año en el Met de Nueva York con un debut del que aún no puedo hablar.
P. ¿La veremos pronto en España de nuevo?
R. El año que viene. Seguro.