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Cultura

Novela de la semana

Pelayo: juego de tronos en Covadonga

¿Será José Ángel Mañas recordado por sus novelas históricas?

Muchos veinteañeros de los noventa sufrimos cierto shock leyendo Historias del Kronen, la novela de sexo, drogas y rock and roll con la que José Ángel Mañas quedó finalista del premio Nadal en 1994. Ya habíamos procesado al salvaje Bret Easton Ellis, desde Menos que cero hasta American psycho, pero había algo escandaloso e inesperado en que ese tipo de literatura se hiciese en nuestro país, con bares y personajes españoles. Leyendo ¡Pelayo! (La esfera de los libros) me preguntaba qué hubiéramos pensando entonces si alguien del futuro nos hubiese explicado que el autor iba a terminar escribiendo sobre los grandes episodios nacionales de España, incluyendo la gesta de la Reconquista. Seguramente nos hubiera estallado la cabeza.

No se trata de un volantazo brusco: Mañas pasó por la facultad de Historia y lleva al menos catorce años cultivando la novela histórica, desde que publicó El secreto del Oráculo (2017), con Alejandro Magno como protagonista. Algún reseñista recibió la novela con bromas sobre la dificultadadel salto “de los conciertos pastilleros de U2 a la Grecia clásica”. Luego llegarían las tramas sobre el desembarco español en América -Conquistadores de lo imposible, 2019- , el cerco de Numancia -El hispano, 2020- o el primer año de nuestra Guerra civil -Las elecciones de 1936 (2021), recopilación de un trabajo comenzado en Episodios republicanos, que arranca en 2016-. Ya es un bagaje más que respetable, por duración y también por recepción de público y crítica.

Durante una presentación de ¡Pelayo! en Mieres, el autor bromeaba con que el salto no había sido tan grande: “A la gente le desconcierta, me preguntan cómo puede ser. Yo respondo que no he cambiado tanto: en el Kronen escribía de veinteañeros que se dedicaban a beber, drogarse y coger el coche en dirección contraria, mientras Alejandro Magno tenía otra panda de veinteañeros parecida. La diferencia es que en aquella época la forma de divertirse era beber vino, subirse a un caballo, coger una espada y conquistar el imperio vecino, que era el persa”, explica. Por supuesto, la frase tiene mucho de boutade, pero también nos da pistas de que Mañas inyecta vida a los personajes históricos buscando su punto terrenal, incluso macarra.

'Juego de Tronos' aquí

Mañas ha confesado que tenía una visión más bien pobre de Pelayo, como una especie de Robin Hood silvestre encerrado en los Picos de Europa. La lectura de las crónicas alfonsinas cambió por su mirada hacia el personaje, al enterarse de la muerte del padre a manos de Vitiza, la huida para refugiarse en Asturias y el regreso a la corte de Toledo cuando nombran rey a su tío Alfonso. Pelayo participa en dos batallas claves de la historia de España: la de Guadalete -cuando se pierde ante los musulmanes- y la de Covadonga -inicio de la Reconquista-. Como personaje, desde muy joven conoció la tragedia, el poder y la derrota, que no es poco que contar.

Mañas pone la energía en su hermana Adosinda, una mujer empoderada con un milenio y pico de adelanto.

Con cierto punto provocador, Mañas novela elementos de las leyendas de la época para crear tramas de alto voltaje. Construye un Pelayo más pendiente de la cruz que de la espada, contra la lógica de su propia leyenda. Pone máxima energía en su hermana Adosinda, una mujer empoderada con un milenio y pico de adelanto. Luego refuerza la mezcla con un romance entre ella y uno de los conquistadores árabes, recurso en modo alguno exagerado, ya que era costumbre entre los muslmanes buscar esposas entre la nobleza local del país conquistado (como hicieron los españoles con las princesas indígenas).

En el plano del estilo, brilla la habilidad de Mañas para mantener la fluidez narrativa, a pesar de que el lenguaje habitual de los siglos VII y VIII no suena tan manejable como el del XXI. El ritmo es cinematográfico, de Netflix, pero no se renuncia a hacer literatura ni se tiene nunca la impresión de que se está leyendo un guión futuro. A la espera de que Mel Gibson nos entregue su prometida película sobre Pelayo, financiada por alguien como Steve Bannon y pasadísima de rosca, podemos disfrutar de esta novela tensa y trepidante, a ratos tierna, que mezcla historia con literatura y nunca rebaja el nivel de tensión narrativa. Un placer que se disfruta del tirón.

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