Quantcast

Cultura

Cuando el ayatolá iraní ofreció 3 millones de dólares por la cabeza de Salman Rushdie

Este jueves se publica en España 'Cuchillo' las memorias del escritor británico en las que reflexiona sobre el ataque que casi le costó la vida

salman rushdie ayatola
Manifestación de mujeres en Teherán pidiendo la muerte de Salman Rushdie en 1989. Montaje Clara Pérez

El escritor se tambaleaba en mitad del escenario chorreando sangre y con la vista segada por las puñaladas que acaba de recibir. Justo antes había percibido por el rabillo del ojo derecho al “misil” vestido de negro que se abalanzó sobre él: un hombre bajo y fuerte que como un rayo subió al escenario y le acuchilló en repetidas ocasiones. Aquel atropello fue la última forma que procesó el ojo derecho de Salman Rushdie, que justo antes de desplomarse pensó: “¿Por qué ahora, después de tantos años?”.

Es el 12 de agosto de un 2022 en el que todavía están presentes las mascarillas en los actos públicos. Durante una conferencia en Chautauqua en el estado de Nueva York, el escritor de 75 años que lleva más de tres décadas perseguido por el islamismo radical se topó con su verdugo al que tantas veces había imaginado. "Confieso que alguna vez había imaginado a mi asesino levantándose en algún foro público y viniendo a por mí precisamente de esa manera. Así que lo primero que pensé cuando vi aquella figura asesina corriendo hacia mí fue: 'Así que eres tú. Aquí estás'", dijo en una entrevista  al programa 60 minutes de la CBS.

“Este momento todavía se desarrolla frente a mí como en cámara lenta. Mi mirada sigue al hombre del público que salta, corre y se acerca rápidamente. Observo cada paso de su impetuosa carrera y me encuentro levantándome y volviéndome hacia él. (Permanezco frente a él. Nunca le he dado la espalda. Mi espalda no presenta heridas.) Para protegerme, levanto la mano izquierda. Él mete el cuchillo. A esto le siguen muchas más puñaladas: en el cuello, en el pecho, en el ojo, en todas partes. Siento que mis piernas ceden y caigo”, relata en Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato, sus memorias que se publican este jueves en España.

Fetua contra Rushdie

La publicación de su cuarta novela ‘Versos satánicos’ cambió para siempre la vida del escritor. Pronto la novela fue considerada como “blasfema” por los integristas musulmanes que organizaron manifestaciones, protestas y ataques a librerías y editoriales. A los pocos meses, el asunto Rushdie era ya un affaire internacional que se multiplicó exponencialmente tras la fetua lanzada por el ayatolá Jomeini. El líder político religioso emitió el edicto por el que pedía a todos los musulmanes del mundo el asesinato del británico: “Me gustaría informar a los orgullosos musulmanes del mundo que el autor del libro Los versos satánicos, que es contrario al islam, el profeta y el Corán, al igual que aquellos implicados en su publicación conscientes de su contenido, han sido sentenciados a muerte”, anunció Jomeiní el 14 de febrero de 1989. “Hago un llamamiento a todos los musulmanes celosos para que los ejecuten rápidamente, dondequiera que los encuentren, para que nadie se atreva a insultar al Islam nuevamente. Quien muera en este camino será considerado un mártir”, sentenció el líder religioso, quien además ofreció tres millones para el que consiguiera matar al escritor.

Me gustaría informar a los orgullosos musulmanes del mundo que el autor del libro Los versos satánicos, que es contrario al islam, el profeta y el Corán, al igual que aquellos implicados en su publicación conscientes de su contenido, han sido sentenciados a muerte Fetua contra Rushdie

Bajo el punto de mira

La intimidación no solo recaía en el escritor sino en los responsables de distribuir la obra por lo que fue retirada de millones de librerías y prohibida en decenas de países. Ni la muerte del ayatolá ni el paso del tiempo frenaron las bombas, incendios y asesinatos como el de Hitoshi Igarashi, traductor de la obra al japonés, acuchillado en 1991.

Para el escritor comenzaba la vida de un permanente amenazado, decenas de cambios de hogar, escolta e imposibilidad de improvisación. Y quizás lo más duro de todo, el saberse una bomba de relojería capaz de explotar y llevarse por delante a algún ser querido o cualquiera que tenga la mala suerte de compartir espacio y tiempo con Rushdie. De nada sirvieron los intentos de apaciguamiento de gobiernos e instituciones de todo el mundo, o las disculpas y la fingida conversión al Islam del escritor. 

La amenaza siempre estuvo vigente y de vez en cuando aparecía alguna noticia que recordaba la condena, sin embargo, la pregunta que sobrevoló la cabeza acuchillada de Rushdie era pertinente: ¿Por qué ahora? El ataque no se producía en un momento álgido del terrorismo islámico internacional. Había pasado un lustro de los fatídicos 2016 y 2017 con los atentados de Bataclán, Charlie Hebdo, Barcelona, Niza o Manchester, entre otros.

La pausa mundial por el covid también influyó en este oasis de tranquilidad, pero Hadi Matar, de 24 años, nacido en Estados Unidos de origen libanés recordó que las soflamas violentas siempre son susceptibles de prender en mentes fértiles de fanatismo. En el caso de Matar, que no había leído Versos satánicos dijo haber perpetrado el atentado porque Rushdie había atacado al Islam. En Cuchillo, el escritor imagina diálogos con su atacante y llega a la conclusión de que no es más que un pobre frustrado fanatizado durante años y sin sentido del humor.

Contrario a prebendas a la religión

Rushdie relata el proceso de recuperación con pasajes dolorosamente detallados como en el que habla de su ojo muerto descolgado por su cara atado al nervio ocular, e insiste en el peligro que supone la fanatización religiosa en las sociedades actuales.

“Nunca me consideré un escritor preocupado por la religión, hasta que una religión empezó a perseguirme. La religión formaba parte de mis obras, por supuesto; ¿cómo no iba a ser así en un novelista del subcontinente indio? Pero pensaba que había otros asuntos más amplios y jugosos de los que tratar”, señalaba en una artículo en 2005 donde también advertía del riesgo del “viejo fanatismo homófobo y antiaborto” de corrientes cristianas con un peso cada vez mayor en la esfera política. “Si Estados Unidos y Gran Bretaña permiten que la fe religiosa controle y domine el discurso público, la alianza occidental sufrirá cada vez más tensiones, y los otros grandes defensores de la religión, esos contra los que se supone que luchamos, tendrán grandes motivos de celebración”.

Rushdie también se mostró contrario a la ley contra la “incitación del odio religioso” con la que en aquel momento Tony Blair trataba de contentar a parte de los votantes musulmanes. El escritor apuntaba que dicha norma podría transfigurarse en un arma en manos de la censura islamista ante cualquier posible crítica o incluso referencia a la religión. Algo que nos hemos acostumbrado a ver en España con el Delito contra los Sentimientos Religiosos, un fósil de nuestro código civil, empleado por asociaciones especializadas en la persecución de la libertad de expresión y que ha conseguido sentar en el banquillo a varios artistas.

En calidad de afiliado, Vozpópuli obtiene ingresos por las compras que cumplen los requisitos. La inclusión de enlaces no influye en ningún caso en la independencia editorial de este periódico: sus redactores seleccionan y analizan los productos libremente, de acuerdo con su criterio y conocimiento especializado.

Vozpópuli, en calidad de afiliado de Amazon, obtiene ingresos por las compras que cumplen los requisitos aplicables. La inclusión de enlaces no influye en ningún caso en la independencia editorial de este periódico: sus redactores seleccionan y analizan los productos libremente, de acuerdo con su criterio y conocimiento especializado.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.

  • U
    Urente

    Poner al mismo nivel las querellas contra gentuza española que disfruta insultando de manera gratuita a los cristianos pero que jamás, jamás se atrevería a hacerlo con los musulmanes, y las fatwas emitidas por los clérigos musulmanes pidiendo asesinatos me parece que es pasarse tres pueblos.

    Más aún: es una canallada indigna de este medio.