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Cultura

Aramburu novela el esperpento de los últimos convencidos de ETA en 'Hijos de la fábula'

El escritor vasco publica ‘Hijos de la fábula’ en la que relata la historia de dos jóvenes que deciden integrarse en ETA en el momento en el que la banda cesó las actividades terroristas

fernando aramburu
El escritor Fernando Aramburu en una terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid EFE

Dos jóvenes abertzales fanáticos partidarios de ETA deciden dar el paso y alistarse a la banda terrorista, cruzan la frontera y se establecen en el sur de Francia. Como la inmensa mayoría de chavales que siguieron los criminales cantos de sirena tienen más fanatismo que ideas. Tampoco tienen ningún tipo de formación o entrenamiento militar y su refugio tras los Pirineos es una granja de pollos en la que esperan recibir instrucciones de la cúpula de la organización. Sin embargo, la noticia que les llega es que esas siglas por las que están dispuestos a agujerear nucas de vecinos ha abandonado su actividad terrorista. Esta es la premisa de Hijos de la fábula, la nueva novela de Fernando Aramburu.

Aramburu nos dejó un nudo en la garganta y páginas que hacían cerrar los puños de rabia ante la sociedad enferma de muchos pueblos del País Vasco, en los que el ostracismo lo sufrían las familias las que habían soportado un asesinato, mientras que los verdugos eran celebrados como héroes locales. Los millones de personas que leyeton Patria, todavía sentirán una punzada en el pecho al recordar el paraguas rojo en medio de una tarde de lluvia. Ahora, Aramburu regresa a la misma época de su exitosa novela para poner el foco en dos jóvenes aspirantes a asesinos que deciden integrarse en ETA días antes de que la banda anunciara el cese la actividad terrorista y lo hace con un tono totalmente distinto.

"Hijos de la fábula se me ocurrió al mismo tiempo que Patria a raíz del anuncio de ETA del fin de la actividad armada. Yo me pregunté, ¿estarán todos de acuerdo?”, declaró este martes el escritor durante la presentación en Madrid. En este regreso a aquel 2011, hace un giro de 180º, y las lágrimas de Patria, se tornan en sonrisas, relatando las peripecias de este comando amateur.  "El propósito, por mi parte, al menos, no es de comedia. De hecho, me tomé muy en serio las acciones y palabras de los personajes", señala el escritor. Las risas que las páginas van sacando al lector llegan del intento de racionalización de los aspirantes a terroristas de su paradójico contexto. “Creo que es un ejercicio muy sano satirizar la tiranía”, destacó Aramburu.

¿Personajes quijotescos?

El esperpéntico contexto, rodeados de pollos, sin ningún entrenamiento, pero con una férrea convicción hace que sea inevitable recordar a Quijote y Sancho, a pesar de que el escritor reconoce que no pensó en ningún momento en la pareja cervantina: “Yo no me veo al caballero de la triste figura poniendo bombas en las fondas de la Mancha”, bromea. El autor también se propuso “reducir la posible solemnidad” de la pertenencia a la banda. Una imagen de militantes idealistas e incluso intelectuales que durante décadas los pregoneros de la banda habían envuelto a los criminales, y que es desmontada por cualquier estudio histórico serio. 

Respecto al siempre complicado matrimonio entre humor y tragedia, Aramburu recordó una frase del filósofo Fernando Savater que le quedó marcada y que expresa el objetivo del libro: “Aspirábamos a sobrevivir a los terroristas y después reírnos de ellos”. “No hace falta contar chistes, porque la situación es absurda, lo que realmente causa humor es la racionalización de una situación absurda”. “Lo que no me perdonaría es que un párrafo o una página causara más dolor a los que ya han sufrido. Siempre siento la tentación de ejercer el humor de abajo arriba, contra los poderosos o los tiranos”, destacó el novelista.

“Tampoco tengo intención de hacer costumbrismo, sino algo más útil, hacer literatura”. De nuevo la obra muestra el cuidado trabajo de Aramburu con el lenguaje que ya vimos en Patria con detalles como el empleo de algunos tiempos verbales utilizados en el País Vasco. 

Si tuviera miedo a la hora de escribir me dedicaría a otra cosa

En esta obra también se propuso el reto de que en todo el libro no hubiera una sola oración con más de un verbo, creando un ritmo de lectura trepidante. “Fue un juego de artesanía que me llevó por la calle de la amargura”, señala el autor que considera la lengua como su juguete favorito. “Siempre he visto mi lengua materna, el español y a mis paisanos vascos como a un juguete, el juguete más duradero que he tenido en mi vida”. 

"Soy un tocapelotas"

Preguntado por la acogida de su obra en su tierra natal, el escritor confiesa que cada vez que vuelve a San Sebastián se encuentra con alguien que le increpa y que muchos de sus amigos le catalogan como un “tocapelotas”. “Me meto en estanques llenos de caimanes, pero, ¿qué va a pasar, que me van a poner a caldo en Twitter, me van a retirar el saludo? Si tuviera miedo a la hora de escribir me dedicaría a otra cosa, a la jardinería o jugar al ajedrez”. “La novela está concebida para que forme una serie que puse por título ‘Gentes vascas’ en la que se narren las vivencias de la gente normal en esta etapa que yo también he vivido”, señaló el escritor.


Aramburu mencionó algunas obras que le sirvieron de inspiración como las clásicas Esperando a Godot de Samuel Beckett, o El gran dictador de Charles Chaplin. Instalado en Alemania desde hace tres décadas, también se nota la influencia de la literatura centroeuropea como la obra antibelicista El buen soldado Švejk, del checo Jaroslav Hašek. Aunque por encima de todos el autor destacó la obra de Franz Kafka por su “capacidad de hacer humor ante una situación absurda”. El escritor praguense, entonces perteneciente al Imperio Austrohúngaro, escribió el 2 de agosto de 1914, “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, he ido a nadar”. Más de un siglo después, Aramburu ante la noticia de la disolución de la banda, homenajeó a su maestro en Twitter: “Hoy por fin se disuelven. Por la tarde iré a nadar”.

Portada de 'Hijos de la fábura', de Fernando Aramburu.

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