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Cultura

90 años de Casas Viejas: la matanza que puso en jaque al gobierno de Azaña

La represión de un levantamiento campesino en una pequeña localidad gaditana, Casas Viejas, puso contra las cuerdas al gobierno republicano

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Cadáveres tras los sucesos de Casas Viejas

“En Casas Viejas no ha ocurrido sino lo que tenía que ocurrir”, la frase perseguirá a Manuel Azaña tanto en su trayectoria política como a su imagen histórica. El entonces presidente del Gobierno comparecía en el Congreso en febrero de 1933 para justificar la actuación de las fuerzas del orden en la disolución de un levantamiento campesino que se saldó con 25 muertos. 

Junto al runrún golpista en parte del Ejército y facciones monárquicas que se sustanciaría en el intento de golpe de Estado de la 'Sanjurjada' de agosto de 1933, el gobierno de Azaña antes había tenido que afrontar un grave problema de orden público. El año 1932 había comenzado de forma trágica, el último día del año 1931, cuatro guardias civiles habían sido brutalmente asesinados en el pueblo extremeño de Castilblanco después de que los agentes trataran de disolver violentamente una manifestación convocada por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, un sindicato socialista. La brutalidad del linchamiento conmovió al país, pero antes de que se pudiera reponer, un nuevo suceso estalló en la localidad riojana de Arnedo. Durante una huelga convocada por UGT, la Guardia Civil disparó contra los manifestantes dejando 11 muertos y otros 30 heridos.  

Estos dos sucesos y algún otro acaecido en los primeros meses republicanos dejaban claro el grave problema de orden público que sufría el nuevo régimen, al tiempo que crecía un fuerte resentimiento entre el anarquismo.

El año 1933 comenzó tan convulso como su precedente, el día 8 de enero, el Comité Regional de Defensa de Cataluña derivó en una insurrección en puntos de Valencia y Aragón, sin apenas éxito. Sin embargo, el día 10 de enero los disturbios se extendieron a Casas Viejas, una paupérrima pedanía gaditana de unos 3.000 habitantes, que el día 11 declaró el comunismo libertario y rodeó el cuartel de la Guardia Civil, matando a dos de los cuatro agentes que allí se encontraban. 

Pronto llegaron los refuerzos entre guardias civiles y guardias de asalto, un nuevo grupo de élite conformado solo unos meses atrás para solucionar este tipo de episodios de orden público. Este cuerpo policial, un precedente de los antidisturbios, tenía como una de sus funciones disolver estos altercados sin el derramamiento de sangre visto en lugares como Arnedo. En Casas Viejas fracasaron en este propósito protagonizando una brutal represión que dejó 22 muertos, dos de ellos mujeres y un niño

Al fracasar en el intento de desalojo, pasada la medianoche, llegó Rojas y ordenó incendiar la choza con diez personas en el interior

Dos nombres propios quedarán en el recuerdo de aquella infausta jornada. El del capitán Manuel Rojas al frente de una compañía de asalto y el de la familia ‘Seisdedos’ a la que mandó liquidar. Durante la tarde del día 11 de enero, las fuerzas del orden se habían hecho con el control identificando a algunos de los responsables del levantamiento. Algunos de ellos señalaron a dos hijos y al yerno de Francisco Cruz, apodado  ‘Seisdedos’ un carbonero simpatizante de la CNT que no había participado en la revuelta. Todos ellos se encontraban escondidos en la choza de este último. Los guardias ordenaron que salieran y comenzó un tiroteo que terminó con la vida de otro los guardias de asalto. Al fracasar en el intento de desalojo, pasada la medianoche, llegó Rojas y ordenó incendiar la choza con diez personas en el interior. Dos de las personas que salieron fueron tiroteadas y otras seis, murieron calcinadas. Solo pudo escapar María Silva Cruz de 18 años junto a un niño. 

Horas más tarde, Rojas ordenó fusilar a 14 prisioneros, en total los sucesos de Casas Viejas se saldaron con 25 muertes, tres de ellas de agentes del orden.

Manuel Azaña (primero por la izquierda) y Manuel Rojas (primero por la derecha) durante el juicio por los sucesos de Casas Viejas.

Azaña y “los tiros a la barriga”

90 años después, estos días verán decenas de tuits rebotados por miles de bots que siguen manteniendo el bulo de la frase de Azaña: “Ni heridos ni prisioneros, tiros a la barriga”, frase que el presidente republicano nunca pronunció, pero que fue utilizada como defensa por Rojas en la investigación que siguió a los hechos. 

Los sucesos generaron un fuerte escándalo político y mediático por el que tuvo que comparecer el presidente.
“Se produce un alzamiento en Casas Viejas, con el emblema que han llevado al cerebro de la clase trabajadora española de los pueblos sin instrucción y sin trabajo, con el emblema del comunismo libertario, y se levantan unas docenas de hombres enarbolando esa bandera del comunismo libertario, y se hacen fuertes, y agreden a la Guardia Civil, y causan víctimas a la Guardia Civil. ¿Qué iba a hacer el Gobierno?”, señaló desde las Cortes Azaña.

Azaña justificaba así la actuación policial, confiando en la versión de Rojas que dibujaba un escenario ultra violento como causante de tantos muertos. El problema del Gobierno había sido creer la versión de Rojas que ocultaba los fusilamientos. La posterior investigación exoneró al gobierno y condenó a Rojas a 21 años de prisión por 14 homicidios. 

“La República está hoy en una tenaza: los monárquicos y los anarquistas. Los ataques de uno y otro bando son violentísimos, según el modo de cada cual”, había escrito Azaña en su diario tres días más tarde de los sucesos. En las elecciones de noviembre, las primeras en las que pudieron votar las mujeres, el centro derecha ganó las elecciones.

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