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Los siete pecados animales

flickr | Luz Adriana Villa A. Imagen con licencia CC BY-SA 2.0

Hacemos un repaso de los siete pecados capitales del reino animal.

LUJURIA. Sin duda el más jugoso de los pecados. Los animales sociales practican la poligamia  y un solo macho o hembra acaparan todos los afectos de la manada: ciervos, abejas, monos, bóvidos… todas las manadas tienen un macho alfa o una abeja reina a la que se le deben todos los afectos. La ventaja ecológica para el macho alfa es evidente: perpetuará sus genes con mayor probabilidad.

Algunas hembras de primate, para evitar el asesinato de los cachorros se aparean con varios machos para confundirles y evitar que cualquiera de ellos mate a su propia descendencia. Otros como los bonobos, Pan paniscus, utilizan el sexo como forma de reforzar lazos sociales en todo el grupo. Sólo está prohibido el incesto. El clásico grupo de monos incómodos de ver con tus hijos en el zoo.

PEREZA. La estrategia es simple, cuanto menos energía gaste en mi metabolismo, más reservas tendré para sobrevivir y procrearme. A veces la “pereza” no es más que una respuesta a las condiciones adversas puntuales, como la diapausa, la estivación y la hibernación, que reducen al mínimo el gasto energético y metabólico para afrontar periodos fríos, cálidos, secos o con escasez de recursos.

La pereza más conocida es la de los perezosos Folivora  y los  koalas Phascolarctos cinereus, pueden dormitar hasta 18 y 22 horas para ajustar su actividad a la escasísima energía que consiguen de su dieta.

Pero sin duda el más perezoso del reino animal es el Melanocetus johnsoni, concretamente el macho, que sólo sirve para procrear. Es tan vago este macho que directamente se adosa al cuerpo de la hembra, obteniendo de ella alimento y sustento. Es tan extremo el caso que en un principio se creyó que el macho era un parásito de la hembra… y lo es.

GULA. No nos engañemos. Todos los animales se abandonan a la gula, más que nada porque no tienen seguro cuándo volverán a tener una nueva comida. Si hablamos de extremos, el elefante necesita dedicar 16 horas al día para comer los 200 kg de vegetales para mantener su tipín y la miserable garrapata común Ixodes ricinus es capaz de duplicar su tamaño tras un buen atracón.

Muchas especies vegetales, conocedoras de la gula animal, protegen sus semillas con cutículas resistentes al tracto intestinal del glotón, del que se aprovechan para colonizar terrenos lejanos, es la Zoocoria que practica la sabina albar Juniperus thurifera que necesita de los tordos Turdus sp para poder dispersar sus semillas.

IRA. Está claro que en el reino animal, la ira es una estrategia necesaria para prosperar. Ser el matón del patio te dará el estatus de macho alfa sí o sí y podrás aparearte con cientos de hembras y además tendrás siempre la mejor tajada. La práctica totalidad de los animales utilizan la ira para demostrar su salud y conveniencia de propagar sus genes, aunque también la mayoría de los animales saben cuando parar y todo queda en bravuconadas de discoteca. No es el caso de los elefantes marinos del género Mirounga donde no es raro el asesinato en los combates por las hembras.  

Otra suerte de ira radical se da en las famosas abejas asesinas o africanizadas, hibridaciones entre las abejas africanas Apis mellifera scutellata y las domésticas como la Apis mellifera mellifera. Aunque les cueste la vida, son capaces de perseguir a sus amenazas durante cientos de metros… claro que la ira la pagan cara, pues mueren tras su picadura.

ENVIDIA. ¿Quién no tendría en una manada envidia del macho alfa? En secreto, todos quieren ocupar su estatus y en cuanto el rey de la manada está despistado intentará algún envidioso robarle su harén o retarle en cuanto de síntomas de debilidad. El mundo animal no es país para viejos.

AVARICIA. El ansia por acumular riquezas es interpretable en las especies animales como la creación de grandes reservas de alimento para momentos de escasez. Sería el caso de muchos roedores que van almacenando frutos secos en sus madrigueras para “ir tirando”. Esta acumulación desmedida de recursos suele derivar en otra forma de zoocoria.  Cuando el avaricioso acumulador es incapaz de comer todas las semillas estas germinan.

SOBERBIA. Aunque es un pecado muy humano y no se puede trasladar al comportamiento animal, si pensamos en la arrogancia y la vanidad, infinitas especies de aves la padecen. Son tan soberbios que han desarrollado el dimorfismo sexual, en el que el macho y la hembra se parecen como un huevo a una castaña.  Sería el caso del urogallo Tetrao urogallus, especie en peligro de extinción en la que el macho es dos veces la hembra y de colores vibrantes mientras que la hembra es más bien sosilla. O el pato colorado Netta rufina cuyo macho cambia de color  durante la época de celo.

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