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Economía

Un cese tardío que daña al Santander y levanta interrogantes de futuro

El pasado 8 de abril, Miguel Alba preparó en este diario una información cuyo titular decía así: “Botín empieza a diseñar la sucesión de Alfredo Sáenz ante su previsible inhabilitación por el Banco de España”. Tras intensas conversaciones del autor con los responsables de las relaciones con los medios del Banco Santander, que involucraron al director general de Comunicación y Marketing, Juan Manuel Cendoya, decidimos en un ejercicio de responsabilidad congelar la pieza ante la negativa rotunda del banco a admitir su veracidad y los supuestos graves daños que su publicación acarrearía a la entidad. Resultó que Alba y Vozpópuli estaban en lo cierto, según supimos ayer, y que el departamento de Comunicación y Marketing del Santander mintió. 

A falta de que el tiempo aclare las vicisitudes del caso, no se entiende muy bien la solución adoptada ayer por el Consejo de Administración del Santander y decidida por Emilio Botín hace ya algunas semanas, después de haber peleado a cara de perro durante años con los tribunales de Justicia, haber manseado presidentes del Gobierno, tipo José Luis Rodríguez Zapatero –que llegó a conceder un indulto en el tiempo de descuento de su Ejecutivo, tras haber perdido por goleada las generales de Noviembre de 2011-, y haber confundido y acallado cualquier movimiento levantisco en los medios de comunicación. Y no se entiende porque el daño ya está hecho. El banquero ha sometido a la marca Santander a un notable deterioro reputacional como consecuencia de este sostenella y no enmendalla y ha contribuido a dañar un poco más el ya escaso prestigio de nuestras instituciones, en particular el de nuestra administración de Justicia –¡la primera condena de la Audiencia de Barcelona, de diciembre de 2009, tuvo lugar 15 años después de cometido el delito!-, por no hablar del Gobierno de la nación, del patético Banco de España y de la prensa en general.

Sáenz ha sometido a la marca Santander a un notable deterioro reputacional y ha contribuido a dañar un poco más el ya escaso prestigio de nuestras instituciones

Conviene aclarar que Sáenz no pudo ser nombrado consejero de Santander UK por la negativa a admitir ese nombramiento por parte de la Financial Services Authority (FSA), el regulador británico, una vez el Tribunal Supremo (marzo de 2011) español confirmó la aludida sentencia de la Audiencia de Barcelona, y ello a pesar de que Ana Patricia Botín, CEO de Santander UK, lo había nombrado miembro del Board of Directors el 30 de noviembre de 2010. Esa diferencia a la hora de aplicar una Ley igual para todos entre unas instituciones y otras, entre unos países y otros, es una de las razones por las que en Gran Bretaña sigue habiendo un mercado financiero y aquí no, pese a que las variables macroeconómicas básicas no están en Gran Bretaña mucho mejor que aquí. Un ejemplo palmario de los obstáculos que una democracia de baja calidad como la nuestra puede suponer para el desarrollo de una economía moderna y para la existencia de un país rico, competitivo y abierto.

Rodríguez Inciarte apuntaba como solución provisional

Como en esta columna se dijo el domingo 21 de abril, la negativa del presidente del Santander a cumplir las estipulaciones que sobre la honorabilidad para el ejercicio de la profesión de banquero exige, o al menos exigía, el Banco de España, ha venido expandiendo, además, un halo de desconfianza sobre la capacidad de la casa para encontrar un sustituto adecuado a los méritos profesionales de Sáenz, una sospecha cargada de riesgos en la aldea global del negocio bancario en que hoy se desenvuelven bancos y banqueros. Si en algo nos equivocamos en Vozpópuli fue en pensar, porque así lo aseguraban nuestras fuentes, que el sustituto de Sáenz iba a ser Matías Rodríguez Inciarte, a quien se imaginaba como una solución de compromiso, cambio provisional en tanto en cuanto no se resolviera el nudo gordiano que hoy atenaza al Santander, que no es otro que el relevo del propio Emilio Botín, la sucesión al actual presidente del banco.

El nombramiento de Marín parece un movimiento decepcionante, un relevo en el que ha primado la confianza personal de Botín, por encima del talento o la eficacia

Hay que decir que el nombramiento de Javier Marín parece un movimiento decepcionante si tenemos en cuenta la importancia y categoría del reto que enfrenta. Un relevo en el que ha primado la confianza personal –absoluta, dicen- que en él tiene el gran patrón, por encima de consideraciones tales como el talento o la eficacia. Ser un experto en banca personal no parece aval suficiente para pilotar con garantías un portaviones bancario como es hoy el Santander, dicho lo cual es obvio que nos encantaría equivocarnos, básicamente porque no está España para poner en riesgo a ninguna de sus grandes empresas. Un relevo, en fin, también provisional, en tanto en cuanto solo se consolidará cuando la heredera, Ana Botín, le confirme en el cargo una vez ella misma haya asumido el trono de esta dinastía bancaria en trance, como tantas otras, de mudanzas profundas. Y una demostración de que la familia sigue manejando el paquebote como si del patio trasero de su casa se tratara. 

El relevo complicado será el de Botín

Dicho lo cual, es evidente que el Santander, en paralelo con la propia peripecia de esta España sometida a una de las mayores crisis políticas y económicas de su historia, se encuentra en un peliagudo cruce de caminos, obligado a solventar un fin de ciclo –el que corresponde al vital del propio Emilio Botín Sanz de Sautuola y García de los Ríos- y encarar otro totalmente nuevo, ello en un mundo cambiante y en unos momentos particularmente delicados. Algunas sonadas declaraciones del banquero sobre la crisis, pronunciadas durante el Gobierno Zapatero, contribuyen a acentuar ese paralelismo entre dos crisis y enmarcar la evidencia de ese fin de ciclo: “Tras 14 años de crecimiento ininterrumpido, entramos en una fase de desaceleración, pero España va a crecer más que los países del entorno. Tenemos más fortalezas que los demás y hay que decirlo” (febrero de 2008, presentación de resultados 2007). “La crisis es como la fiebre infantil, empieza fuerte y luego baja” (…) “Esta fase negativa de la economía no será larga” (21 de junio de 2008, Junta General de Accionistas).

Señales de humo que indican que el relevo realmente complicado será el del propio Botín. Como en Los Buddenbrooks, la genial saga escrita por Thomas Mann en 1901 sobre la vida de tres generaciones de una rica familia de comerciantes en Lübeck, que progresivamente se van desviando del código de valores impuesto por el fundador, no va a ser fácil para la familia volver a los viejos tiempos, retornar a las esencias, practicar aquellas tradiciones bancarias del fundador de la dinastía que sentaron la fortaleza de la marca, basadas en la sencilla fórmula de coger el dinero con una mano y prestarlo con la otra. Como hace tiempo escribiera Walter Bagehot, “Las grandes crisis ponen al descubierto las especulaciones excesivas de muchas casas de las que antes nadie sospechaba”. Es muy importante, con todo, para el futuro de la economía española que el Santander supere sus problemas. España necesita un sistema bancario saneado, y también banqueros comprometidos no solo con la creación de riqueza, sino con el cumplimiento de una Ley igual para todos y con la mejora de la calidad de nuestra democracia. Bancos sólidos y banqueros demócratas.

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