Félix de Azúa entró a la RAE solo como él podría hacerlo: con elegancia. El filósofo, poeta, ensayista y novelista ocupó el sillón H con un texto que se valió de la serentipidad -encontrar aquello que no buscamos- para aludir a este mundo crepuscular, un lugar fronterizo en el que nos estrenamos como los últimos de un tiempo o los primitivos del que ya está en marcha.