Opinión

Una izquierda zafia y ridícula

De las diez democracias más prósperas, más seguras, más socialmente avanzadas y de mayor calidad institucional del planeta, siete son monarquías parlamentarias como la española

La familia Real en la recepción de La Almudaina, en Mallorca

Por primera vez desde la restauración-instauración de la Monarquía de forma democrática en 1978, los Reyes han abierto el palacio de Marivent en Mallorca para la tradicional recepción que ofrecen todos los años a la sociedad civil y a las autoridades de las Islas Baleares. Hasta este verano, este relevante acontecimiento social se celebraba en La Almudaina, pero esta vez Felipe VI, demostrando así su afecto por las gentes del archipiélago, un entorno geográfico y humano muy ligado tanto a su padre, el hoy rey Emérito en un absurdo exilio, como a él mismo desde su primera infancia, ha querido abrir su casa a una amplia representación de la política, la cultura, la empresa, la academia, el arte, la literatura, la Iglesia y el deporte de la hermosa y turística Comunidad Autónoma, a la que una inteligente explotación de la belleza de sus paisajes mediterráneos ha convertido en una de las más prósperas, cosmopolitas y dinámicas regiones de España y de Europa.

Hasta aquí, sólo motivos de satisfacción para los invitados y para los augustos anfitriones, deseosos ambos de disfrutar de tan grato encuentro en los jardines de la real mansión. Sin embargo, como la dicha nunca puede ser completa y siempre hay aguafiestas capaces de emborronar las páginas más inmaculadas y de dar la nota discordante y fuera de tono incluso en las ocasiones más inoportunas, ya se han encargado los representantes del partido separatista catalán Més (ser separatista catalán en Baleares, al igual que en la Comunidad Valenciana, es unir la autohumillación a la traición a la propia tierra, posición política a la vez masoquista y rastrera, todo un logro) y los comunistas bolivarianos de Podemos (ser comunista en Baleares denota una lectura de Marx poco aprovechada), de exhibir su pueril grosería ausentándose ruidosamente de un acto al que habían sido cordialmente convocados por la real familia. No contentos con mostrar su pésima educación, han aireado a todo trapo en las redes su negativa a acompañar al resto de las fuerzas vivas baleares en este ágape, ejemplo de cordial convivencia y de comportamiento civilizado, actitudes ambas que, por lo que se ve, les son completamente ajenas.

Con su salida de pata de banco, la concejal Truyol se coloca en el lugar del que la amabilidad del Rey quería sacarla, el del sectarismo y la ordinariez más absolutos

La sarta de lugares comunes bobalicones que han diseminado electrónica y verbalmente en declaraciones y emisiones radiofónicas y televisivas para justificar su montaraz gesto sonrojaría a un párvulo. Aquí va una particularmente bochornosa de una tal Neus Truyol, dirigente de Més y concejal del Ayuntamiento de Palma: “No gracias”, ha proferido esta señora (?) a la que los contribuyentes pagamos sus jugosos emolumentos, “Declino la invitación de la Casa Real por mi profunda convicción republicana”. No satisfecha con este brillante razonamiento, ha apostillado: “Un jefe de Estado elegido por genética y no por voluntad popular no es aceptable”. Esta portentosa criatura no entiende que precisamente por sus ideas republicanas debería haber aceptado la invitación, demostrando así no sólo la corrección institucional a la que está obligada, sino la elegancia espiritual que la hubiera puesto al nivel de aquél que le ofrece sus salones a pesar de ser conocedor de su hostilidad a la Corona. Con su salida de pata de banco, la concejal Truyol se coloca en el lugar del que la amabilidad del Rey quería sacarla, el del sectarismo y la ordinariez más absolutos. En cuanto a la legitimidad democrática de la Institución Monárquica en España, sería conveniente de Doña Neus recordase que la Ley de leyes vigente fue aprobada hace cuarenta y cuatro años por el 88% de los votantes y que en el Congreso el correspondiente Proyecto mereció el voto favorable de 325 de los 350 escaños. Además, ¿Qué opinión le merecen a la arisca regidora palmesana los británicos, los holandeses, los belgas, los noruegos, los luxemburgueses, los daneses, los suecos, los australianos, los canadienses y los neozelandeses? ¿Cree que disfrutan de una democracia plena o que son súbditos oprimidos por tiranos? De las diez democracias más prósperas, más seguras, más socialmente avanzadas y de mayor calidad institucional del planeta, siete son monarquías parlamentarias como la española. Un poco de seriedad, Doña Neus, y algo más de rigor intelectual antes de soltar según que mamarrachadas.

Los escasamente ilustres concejales, diputados y consejeros de Més y de Podemos, alzados a su cota de incompetencia técnica e institucional por decisión del PSOE, le hacen flaco favor a su socio mayoritario

La monarquía parlamentaria y democrática es una forma de Estado que se ha demostrado modernamente como muy adecuada a la hora de proporcionar continuidad, previsibilidad, seguridad y dimensión histórica a los Estados que la adoptan o la mantienen por voluntad popular. La existencia en la cúspide institucional de la Nación de una instancia no partidista, arbitral y moderadora, sujeta por tanto tan sólo al interés general, sin poder ejecutivo, legislativo ni judicial, equipada únicamente con el valor simbólico de representar el devenir multisecular del pueblo cobijado por su intangible manto, ofrece muchas más ventajas que inconvenientes. Una jefatura del Estado, en cambio, zarandeada por el vaivén electoral, teñida del color de unas siglas, renovada periódicamente en procesos frecuentemente divisivos, carece de la serenidad, la solidez y la auctoritas que emanan del fluir tranquilo de previsiones sucesorias en el seno de una dinastía consagrada por el transcurrir de los siglos. Los escasamente ilustres concejales, diputados y consejeros de Més y de Podemos, alzados a su cota de incompetencia técnica e institucional por decisión del PSOE, le hacen flaco favor a su socio mayoritario porque le contaminan con sus propuestas destructivas, le rebajan con sus desplantes institucionales, le incomodan con sus arreones anticonstitucionales y le envilecen con su odio dogmático a todo lo que es grandioso, noble y bello. El penoso episodio de la vulgaridad y las malas formas mostradas con motivo de la recepción real en Marivent por secesionistas y colectivistas totalitarios, confirma que en la España de hoy tenemos el privilegio de contar con la izquierda más zafia y ridícula del orbe conocido.