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Opinión

Una burla antes de Nochebuena

El Gobierno llega tarde. Reunir a los presidentes a estas alturas para presentar tales acuerdos resulta ofensivo y frustrante

Gripalizar el covid o cómo creernos vencedores
Colas para hacerse test y otras pruebas de covid en Barcelona. David Zorrakino / Europa Press.

No estamos preparados para ser restrictivos por segundo año consecutivo en las fiestas de Navidad. Por ello, no se ha convocado una Conferencia de Presidentes la semana pasada, cuando Ómicron ya causaba explosión de contagios, porque no lo resistiríamos. No resistiríamos más restricciones y estamos condenados a lidiar con la pandemia, haya colas del hambre, colas en la sanidad pública saturada no, colapsada, o estemos con test de antígenos agotados en las farmacias porque quienes tenían que tener previsión de tener suficientes calculó mal.

Esta conferencia celebrada ayer, que Sánchez convocó a las puertas de Nochebuena, apenas ha servido, al margen de ese amago confuso de decretar mascarillas en la calle, para que se feliciten la Navidad aquellos que en muchas ocasiones viven de espaldas a la realidad, a la cruda realidad del día a día de los que ya no soportan esta pandemia. No se soporta económicamente, pero tampoco emocionalmente. En lo primero se centran los gobiernos. En lo segundo, no existe política alguna. Ni es la vida rosa que ha expuesto Sánchez en el Congreso al responder a Casado, diciendo que todos vamos a poder celebrar la Navidad porque no es así. “Los padres y madres, los abuelos y abuelas, sus hijos y nietos van a poder celebrar las navidades”, ha asegurado, cuando más de uno las pasará aislado en soledad, en el hospital o posponiendo las celebraciones como ha demandado la OMS.

Cataluña marcha por delante, con valentía para unos, con ineptitud para otros, a pedir el toque de queda – que tiene que avalar el TSJC- y a cerrar el ocio nocturno

Posponer las celebraciones probablemente sería lo más acertado, pero emocionalmente no es lo más recomedable porque ha habido tantos errores políticos a lo largo de este largo episodio que ya la sociedad no lo asume, no lo puede entender. Luego se sorprenderán algunos de aquello de la desafección política. Mientras que Europa se está cerrando, en España, siendo el cuarto país del mundo en contagios, -por delante tenemos a EEUU o Rusia- nadie decide tomar medidas estrictas excepto Cataluña. Que solo son estrictas para el ocio nocturno, pero algo es algo, mal que pese a un sector que ya ha sufrido bastante.

Cataluña marcha por delante, con valentía para unos, con ineptitud para otros, a pedir el toque de queda – que tiene que avalar el TSJC- a cerrar el ocio nocturno –en el que probablemente sea el mejor mes del año con las celebraciones navideñas- y, junto con Canarias, a limitar las cenas navideñas a 10 personas. No va a ser suficiente, porque, aunque esta comunidad haya sido a lo largo de la pandemia unas de las más restrictivas hacen falta cambios estructurales de calado además de que el resto de comunidades sigan los mismos protocolos de salud pública.

No es de cajón tener la sanidad pública tan saturada como la tenemos, porque mientras se está luchando contra el virus se están abandonado el resto de patologías o incidencias en salud del día a día. Esto con la primera ola era comprensible, con la sexta no. Sólo acuerdan mascarillas en el exterior. Ni atención telefónica en los centros de atención primaria, ni test de antígenos en las farmacias, esa es la radiografía general de este país. Mientras todos se blindan, aquí seguimos dejando que la pandemia campe a sus anchas, sencillamente porque económicamente no nos podemos sostener. No es suficiente la vacunación del 90% de la población, los vacunados contagiamos y nos contagiamos. Cierto que tenemos muchísimas menos posibilidades de acabar en la UCI pero hay que insistir para que todos aquellos que aún no están vacunados, se vacunen.

Una elemental frustración

Como en todo y más en política la audacia se paga, pero la ineptitud también. Lo fiamos todo a la vacunación y esto nos está fallando y no lo queremos reconocer. Frustra haberte vacunado, tener vacunados a tus hijos de tan solo seis años y ver cómo estamos, cómo seguimos. Los mensajes triunfalistas sobran, falta cordura, sensibilidad y rigor en política. Esta conferencia de presidentes navideña, con el baile de las mascarillas incluida, torpeza sobre torpeza, ha sido un insulto en estas fechas, puesto que evidencia una falta de sensibilidad total y absoluta. Nos han tenido en vilo sin sentido y muchos con las maletas hechas para visitar a sus familiares. Principalmente, es un insulto o pérdida de tiempo porque las medidas que eran necesarias no se han tomado, y porque han tenido tiempo y datos en la mano para haberlo hecho mucho antes, porque Omicron lleva más de un mes entre nosotros. Con la que está cayendo, una reunión de tal calado no deja de ser una performance política de nula gestión, y eso no es precisamente lo que se necesita ahora.

La valentía se paga en las urnas, la ineptitud también. Mientras que la nueva variante campa a sus anchas y los expertos nos dicen que los contactos estrechos con contagiados deben guardar cuarentena, aquí somos más chulos que un ocho y los que están tomando las decisiones políticas dicen que no, que no hace falta. Me pregunto dónde quedan esas declaraciones de “hacemos lo que los expertos nos indican”. Israel ya ha iniciado la cuarta dosis de la vacuna para los mayores de 60 años. Aún estamos lejos de eso, cuídense, celebren lo que puedan y como puedan. Feliz Navidad.

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