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Opinión

Un fin de época

De aquella época que se va me quedo con la inocencia y con la imaginación que se le echaba a todo, y con esa sensación de que de verdad se podía a hacer algo nuevo y distinto

Cabecera de una de las ediciones de Jot Down Magazine. Jot Down Magazine.

Nunca conocí en persona a Mar de Marchis, que acaba de morir en Mallorca después de varios meses en coma, pero durante un tiempo la traté bastante por correo y teléfono. Habíamos cerrado un acuerdo con Jot Down y de vez en cuando, Mar, fiel a su personaje, nos pedía cosas extemporáneas. Hace cosa de diez años me mandó a entrevistar a Albert Rivera, que era aún una figura emergente en Cataluña. De manera providencial enfermé y no pude encargarme de la entrevista; de haber ido, a lo mejor ahora estaba haciendo ppts en alguna consultora de segunda fila. En los años siguientes traté algo más con su socio Ángel y fui perdiendo el contacto con ella. Igual no volvimos a hablar después de aquel desagradable asunto de su outing.

Pero se ha muerto Mar y, aparte de la pena, me queda la sensación de un fin de época. En 2015, poco antes de entrar a trabajar en política, coincidí con Ángel en un viaje. Estaban empezando a negociar el acuerdo con El País, y en un bar de Austin le di algunos consejos locos con un injustificado aplomo, fruto tanto de la cerveza como de, bueno, eso, una época. En Politikon habíamos sacado un libro el año anterior, que había ido bastante bien para los cánones del sector y el género. Nos cortejaban de varios medios de comunicación y empezábamos a organizar saraos con empresas importantes y algún think tank internacional. Parecía que había un mundo de posibilidades para esa constelación de medios, clubes, plataformas o lo que fuera nacidos en internet en los años previos. El sistema de medios se había roto y el sistema de partidos estaba en vísperas de hacerlo. Y en las brechas de uno y otro podían florecer cosas nuevas.

La alegre convivencia o cohabitación de tendencias políticas en los proyectos de internet -se habló por ejemplo de una “derecha Jot Down”-, se fue reduciendo, se fue haciendo más tensa o complicada

Lo que pasó después se puede leer de muchas maneras, pero no sé si alguna es como historia de éxito. Jot Down cerró su acuerdo con El País y Politikon se convirtió en suministrador de firmas y rostros tanto al diario como a las cadenas de televisión nacionales. El sistema de partidos se reconfiguró en torno a cuatro grandes fuerzas, que luego fueron cinco y ahora quizás vuelvan a la simetría. Los nuevos digitales, como este desde el que les escribo, se consolidaron y se fueron ordenando de nuevo en torno a líneas ideológicas o más bien sociológicas, como los propios partidos. La alegre convivencia o cohabitación de tendencias políticas en los proyectos de internet -se habló por ejemplo de una “derecha Jot Down”-, se fue reduciendo, se fue haciendo más tensa o complicada. Se constató que para vivir de esto seguía siendo necesario arrimarse a algún partido o algún grupo mediático, y que al hacerlo te contagiabas de sus vicios y de sus servidumbres. Con/contra Rajoy habíamos vivido muy bien y se podía hablar de la España posible; pero al final resultó que la España de siempre era prácticamente inevitable. Esto era la “repolitización”, y Ramón Férriz ha escrito una parte pequeñísima de ello.

De aquella época que se va me quedo con la inocencia y con la imaginación que se le echaba a todo, y con esa sensación de que de verdad se podía a hacer algo nuevo y distinto. Mar le echó mucha imaginación -es verdad que a veces demasiada-, como se la echaron muchos otros en tantos inventos que se quedaron por el camino. Me temo que el país que es hoy España no está ya para esos vuelos de imaginación: es un país más estabilizado -de momento- pero también más plano, más cansado; y las nuevas estrellitas vienen ya de casa con patrocinio político y mediático. Sin amargura: que hagan lo que les toca y que les vaya mejor que a nosotros.

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  • J
    Jvallve

    Pincelada con mucho resentimiento y poca autocrítica de lo que fue Politikon y Jotdown en el contexto de la época en que vivieron. Lo cierto es que su propuesta fue más fruto de una ilusión sin fuerza ni valores. Algo así como fruto de niños pijos que toman cerveza en Austin o replican ideas woke al estilo Senserrich desde alguna beca en Connecticut. Gente que percibe la decadencia que marca el fin de una época, pero que no quiere o puede romper con ella porque en el fondo ellos son también producto de esa decadencia. De ahí los anhelos por querer ser rompedores pero sin romper. De esa época son hijos los Iglesias, los Riveras, los Jotdown o los mismos Fabios Gándaras de turno, fundador de DRY, y que terminó llevando un blog para foodies que viajan por el mundo haciendo crónicas de los platos que van degustando en decadentes estaciones para turistas. Pues y qué esperabas de propuestas tan decadentes, San Miguel Lobeto? La gente que tenía que comprarte la mercancía, cuando veía a Jotdown distribuirse con El País, veía lo mismo que cuando Iglesias salía hablando bien de Pepe Bono. Pura decadencia vendida. Es lo que habéis sido, y por ello vuestro final ha sido merecido.