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Opinión

Transitorio pero persistente

Si no entran más eventualidades que tengan cacofonía en los precios y aunque pueda tardar aún unos meses, deberíamos ver a la inflación ir reduciéndose poco a poco

A Macron, lo de PCR le sonaba a acrónimo de Partido Comunista Ruso
Reunión de Vladimir Putin y Emmanuel Macron.

La semana pasada contaba la historia de un borracho, Google y la grúa como metáfora de una cuestión que, en mi opinión, es crucial si queremos comprender qué sucede y qué puede ocurrir con la inflación en los siguientes meses. Si leyeron la historia, recordarán que conocimos a nuestro protagonista que, después de tomar unas cuantas cervezas, se dirigía de vuelta al coche tratando de seguir un camino marcado en su móvil, aunque con evidentes dificultades para mantener, en el espacio más inmediato, un rumbo estable. En no pocas ocasiones se desviaba de él y, aunque volvía a la senda, cualquier evento no esperado o paso mal calculado volvía a desviarlo temporalmente. Ese desvío podía ser más o menos persistente en función del golpe o del grado etílico en la sangre que nuestro querido Pedro pudiera llevar.

En series temporales (ver figura de abajo) ese rumbo a largo plazo (el marcado por Google para llegar al coche de Pedro) lo llamamos tendencia. Para que esta cambie, es necesario que se experimenten eventos que modifiquen sensiblemente la naturaleza de los factores que la determinan (la grúa, en nuestro ejemplo o el diseño del callejero). Así, mientras esta tendencia no cambie o lo haga muy suavemente, las desviaciones de la serie (el paseo de Pedro) respecto a dicha senda suelen ser temporales, aunque posean cierta persistencia. Así, cuando decimos que el extraordinario repunte actual de la inflación puede ser temporal, aunque con persistencia, lo que queremos explicar es que su tendencia no ha cambiado aún o lo ha hecho muy suavemente. En otras palabras, mientras dicha tendencia no cambie, cualquier variación de la inflación, por muy intensa que sea, no impedirá que esta termine retornando a su media.

Cierto es que, en esta ocasión, se ha conformado una tormenta perfecta, con sus particularidades y eventualidades que le dan un cariz muy especial. Pero la experiencia de las últimas décadas nos cuenta que, mientras las fuerzas subyacentes de la economía no cambien de forma evidente, por mucho que se desvíe el crecimiento de los precios, estos siempre tratarán de regresar a la media. Piensen en un perrito llevado de la mano de su dueño con una larga cuerda. El dueño es la tendencia y el perro, que lo olisquea todo y curiosea por los matorrales del parque es nuestra querida serie de inflación. La cuerda son las fuerzas económicas que hacen que dichas series no puedan desviarse hacia donde quieran a menos que sea el dueño quien lo haga. Podemos ver esto mejor con un par de ejemplos.

En 2007 varios factores empujaron al encarecimiento del barril de petróleo. Podemos destacar los huracanes de temporada durante el otoño en el Golfo de México, la tensión geopolítica de Pakistán, Irán o Líbano, o la fuerte demanda por el aumento de la actividad económica a nivel global. La consecuencia fue que el barril pasó de los 56 dólares en enero de ese año a los casi 140 dólares en junio de 2008. Es decir, su precio casi se multiplicó por tres. Un aumento del 160%. Solo quiero recordar que hoy está en 94.

A pesar de este brusco ajuste final, los efectos duraron más de un año, si tenemos en cuenta que se iniciaron en verano de 2007 y no desaparecieron hasta casi finales de 2008 y, en este caso, ayudado por la descomunal recesión

El efecto en la inflación, obviamente, no se hizo esperar. Esta, que venía avanzando en términos interanuales sobre el intervalo del 2-3 %, ascendió hasta un máximo del 5,4 % en junio de 2008. No volvería al nivel inicial hasta cuatro meses después, ya en otoño de ese año, haciéndolo muy rápidamente por el simple hecho de que la economía entraba en barrena justo iniciando lo que después conoceríamos como la Gran Recesión (y por la subida de tipos que acompañó al repunte de la misma). A pesar de este brusco ajuste final, los efectos duraron más de un año, si tenemos en cuenta que se iniciaron en verano de 2007 y no desaparecieron hasta casi finales de 2008 y, en este caso, ayudado por la descomunal recesión que hacía acto de presencia.

Otro ejemplo es el IVA. Si recordamos, la reforma de 2012 aumentó el tipo general del 18 % al 21 % y el reducido al 10 % en septiembre de dicho año. La inflación, que estaba en el 2,2 % en agosto escaló rápidamente hasta el 3,5% en apenas dos meses. A pesar de esta moderada y puntual subida, no volvería al nivel que abandonó con la reforma hasta diez meses después. Es decir, una subida muy centrada en septiembre tuvo ecos hasta casi un año después. Así pues, temporal no significa tres meses, ni cinco posiblemente. Temporal puede suponer un año, o incluso hasta más, en particular dada la magnitud de la actual subida y las razones que la acompañan.

Esta subida es diferente a la del precio del petróleo de 2007, pues afecta a un número determinado de insumos y a no pocos precios a la importación, en general los energéticos más allá del crudo y derivados

¿Es ahora diferente a los ejemplos dispuestos? Sí y no, así que vayamos por partes. Es diferente en el sentido en el que se ha conformado una tormenta perfecta, una congregación en un mismo punto de causas que empujan todas ellas en una misma dirección: una fuerte recuperación de la demanda con intensos cuellos de botella y razones geopolíticas que han elevado un buen puñado de precios al alza. Esta subida es diferente a la del precio del petróleo de 2007, pues afecta a un número determinado de insumos y a no pocos precios a la importación, en general los energéticos más allá del crudo y derivados de los mismos. Su amplitud es algo mayor, por lo que el efecto sobre la inflación podrá tener más recorrido que en anteriores situaciones relativamente recientes. No son tiempos normales y este tipo de extravagancias empiezan a ser habituales.

Pero no es diferente en el sentido de que, para tener un aumento de la inflación permanente y creciente, algo parecido al escenario que muchos quisieron ver nada más conocer la subida del precio del petróleo como el inicio de una temida estanflación, necesitamos que al coche se lo lleve la grúa, no solo que nos den un golpe que nos haga movernos de la dirección tomada. Y para ello algunas cosas más han de cambiar. La espiral precios-salarios es la principal candidata para generar este cambio, pero como he repetido una y mil veces, aunque pueda suceder (claro que puede), de momento no ha aparecido ni en Europa ni en España con la magnitud necesaria para ello.

En definitiva, a menos que los pilares económicos cambien de manera profunda (una guerra en Ucrania podría ser desastrosa en este sentido), la tendencia de la serie oscilará muy suavemente mientras esta misma paseará a su alrededor sin perderla de vista como hace el perro con su dueño o nuestro Pedro dirigiéndose a su coche. En esos casos, las desviaciones serán temporales, aunque persistentes, tanto más cuanto mayor sea el desvío o cuantos menos factores existan para una rápida reducción (como 2008). Mientras tanto, y si no entran más eventualidades que tengan cacofonía en los precios y aunque pueda tardar aún unos meses, deberíamos ver a la inflación ir reduciéndose poco a poco. De hecho, las intermensuales ya son menores que en el máximo de noviembre. Así pues, esperemos que no nos llame Pablo diciéndonos que la grúa se ha llevado nuestro coche.

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