Opinión

Transicionemos (homenaje a Camba)

Manifestación LGBT del 'Octubre Trans' en Madrid
Manifestación LGBT del 'Octubre Trans' en Madrid Europa Press

España es un país donde ser hombre ya no vale la pena. Lo que resulta rentable es ser mujer. El futuro de España es un futuro femenino. Hay que aceptarlo. Y lo digo sin amargura. Todos deseamos lo mejor para España (es un decir) y lo mejor para España es un futuro de hombres transicionados y en paz con su amujeramiento. Y felices con lo del amujeramiento general. A mí lo de ser mujer siempre me ha tentado. Lo he dejado por escrito. He soñado con tener tetas (sueño que ahora de viejo se ha cumplido, en el peor sentido, pero algo es algo) y experimentar, por un tiempo, lo de ser mujer. Una mujer lesbiana, claro.  Vivir como una mujer lesbiana ha sido una de mis fantasías recurrentes y preferentes. Y. ¡Albricias! El progreso social, en la actualidad, me lo permite, mediante un simple trámite burocrático. Con todos los derechos adjuntos, que son muchos y van en aumento, y con todas las ventajas, que son numerosas. Ayer estuve meditándolo seriamente, y llegué a la conclusión de que ha llegado la hora de transicionar.     

Resulta indiscutible (497 ventajas legales, y contando), que en España se reconoce la superioridad de las mujeres respecto a los hombres. Ya era hora. Las mujeres lo merecen, por una simple razón: son más listas. Han sabido sacar partido a la Evolución. Durante milenios. Desde sus mismos albores, cuando la especie estaba en pañales, como se dice, las mujeres usaron mejor el cerebro que los hombres. ¿No es acaso usar mejor el cerebro, permanecer calentitas en la cueva, junto a la hoguera, protegidas de la peligrosa, cruel intemperie, mientras los hombres se aventuraban en praderas y bosques en busca de comida, acechados por bestias mucho más poderosas que ellos, bestias que, a su vez, consideraban a los hombres comida? Tigres dientes de sable, osos gigantes, manadas de lobos, imponentes leones de las cavernas. Los imagino por aquellos parajes a merced de los elementos y de las fieras, con armas que no eran más que palos afilados. Y todo para llevar comida a la cueva donde las mujeres aguardaban a salvo y calentitas. A eso llamo yo inteligencia.

Los hombres escogimos matarnos, las mujeres sobrevivir. ¿Cuántos hombres han muerto a lo largo de la historia en accidentes de trabajo? ¿Cuántas mujeres?

La fuerza bruta, nunca mejor dicho, fue lo que escogimos los hombres para lidiar con la despiadada Naturaleza, mientras que las mujeres, sabias, optaron por la cueva y la protectora hoguera. Si esto no es superioridad a la hora de sentar las bases de una sociedad donde los hombres asumieran, con la mayor naturalidad, servir a las mujeres, no sé qué lo será. Comenzamos cazando en las condiciones más brutales para alimentarlas (y poder follar en paz, todo hay que decirlo) y terminamos cediéndoles el paso y abriéndoles la puerta del coche. Hay que quitarse el sombrero.

Según Jarek Diamond, eminente fisiólogo evolutivo y biogeógrafo, hasta hace no mucho tiempo, cuando hombres de diferentes tribus se encontraban en praderas, montañas o selvas, luchaban a muerte. Era lo normal. Para los hombres. Las mujeres actuaban de forma muy diferente. Si eran parte de uno u otro grupo masculino, y la capturaban, se adaptaba a la otra tribu y sobrevivía bajo su protección. Una prueba más de la inteligencia femenina aplicada a sobrevivir en sociedad. Los hombres escogimos matarnos, las mujeres sobrevivir. ¿Cuántos hombres han muerto a lo largo de la historia en accidentes de trabajo? ¿Cuántas mujeres? ¿Cuántos hombres han perecido haciendo trabajos peligrosos, electrocutados, ahogados, aplastados, estrellados, atropellados y un largo etcétera? ¿Cuántas mujeres? No quiero entrar en un baile de cifras, pero, presumo que infinitamente más hombres han perecido en las circunstancias que cito arriba, que mujeres. Lo que vuelve a probar la inteligencia femenina, su capacidad para sobrevivir y para endilgar a los hombres las guerras y los trabajos peligrosos donde hay riesgo de perder la vida. ¿Y no es la habilidad para sobrevivir lo que define la superioridad en el reino animal?

Las mujeres pueden hacer cualquier cosa que hagan los hombres. Pero han elegido no hacerlo. Y han hecho bien. Basta echar una mirada al mundo en el que viven y han vivido las mujeres y al mundo en que viven y han vivido los hombres, para confirmar la superioridad de las mujeres.

Hoy ser mujer en España es una ventaja, mientras que ser hombre es un hándicap y ¡pronto será un defecto! Qué sentido tiene oponerse al Progreso

Ser mujer es lo mejor que puede sucederle a un hombre, hoy en día, en España. Y cada día lo será más. Lo más inteligente que puede hacer un hombre en la España de hoy es convertirse en mujer. Transicionar. Al instante, mediante un sencillo papeleo al alcance de cualquiera, se puede comenzar a disfrutar de todas las ventajas y privilegios que la ley, y una sociedad que admite al fin la supremacía femenina, asegura a las mujeres.   

Que hoy la sociedad reconozca la superioridad femenina e imponga por ley favorecerlas ¡y hasta venerarlas!, por su habilidad para sobrevivir y progresar hasta la victoria final, se me antoja un acto de elemental justicia. Y los hombres debemos aceptarlo de una vez. Faltaría más.  Hoy ser mujer en España es una ventaja, mientras que ser hombre es un hándicap y ¡pronto será un defecto! Qué sentido tiene oponerse al Progreso, a la Evolución, a la principalía femenina. Ninguno.

Transicionemos.