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Opinión

La teocracia medieval de Irán se encamina hacia el abismo

Si los líderes de la República Islámica creen que su apuesta militarista puede triunfar es que no entienden el poder de los rivales a los que se enfrentan

Irán
El ayatolá Alí Jamenei EFE

Existen muchas dictaduras en el mundo, todas crueles, todas ilegítimas, pero la que gobierna Irán conlleva los mayores riesgos para la paz mundial. ¿Porqué? Simplemente porque el control está en manos de un grupo de fanáticos religiosos, que se sienten iluminados y progresivamente confunden más y más sus delirios con la realidad. Esto los hace agresivos, irresponsables y peligrosos. Irán fomenta y financia el terrorismo en medio mundo, ya sea organizando atentados en Europa, América o África, atacando a sus vecinos, amenazando con el exterminio a Israel y destruyendo países como Líbano, en ruinas por la acción de Hezbollah, su organización satélite. Teherán apoya dictaduras en distintas partes del mundo, como Corea del Norte, Siria o Venezuela.

La historia enseña que con regímenes de este tipo existen dos caminos: intentar apaciguarlos con concesiones -con el fracaso garantizado como le ocurrió a Chamberlain con Hitler- o provocar su derrumbe. Ambas opciones conllevan riesgos, pero la primera conduce siempre a las peores tragedias. Por todo esto, las conversaciones diplomáticas que actualmente tienen lugar en Viena están destinadas al fracaso y la amenaza de un Irán nuclear -o en el "umbral"- probablemente no se concretará. 

Más allá de la retórica de amenazas y su política exterior expansionista, la dictadura iraní vive un mal momento. La inflación descontrolada y un sistema sanitario inoperante no se tapan con carteles propagandísticos. En medio de una crisis social profunda y un descontento masivo, el régimen se mantiene mediante una represión brutal. La filtración de datos secretos y los sofisticados ciberataques que padece evidencian su inferioridad en materia de Inteligencia. No deja de ser un Estado peligroso, responsable de múltiples atentados y asesinatos, pero el precio de sus acciones es superior al beneficio. La ciudadanía iraní lo tiene claro desde hace décadas.   

El ministro persa de Inteligencia, Majmud Alavi, afirmó recientemente que el régimen "podría avanzar" en el desarrollo de armas nucleares. Lo dijo horas después que el presidente Joe Biden anunciase que no eliminará las sanciones a menos que el régimen iraní deje de enriquecer uranio. "Nuestro programa nuclear es pacífico y la fatwa del líder supremo prohibió las armas nucleares, pero si nos empujan en esa dirección no será culpa de Irán, sino de quienes lo provocaron", concluyó. Otro portavoz del régimen, el diplomático Amir Musavi, declaró que se podría revertir la orden religiosa que prohíbe el desarrollo de una bomba atómica: “Se emite una fatwa dependiendo de las circunstancias, por lo tanto, si el mundo actúa de manera inconveniente, dicha fatwa puede anularse”.

En la actualidad, Teherán enriquece uranio al 4,5%, por encima del límite del 3.6% impuesto por el acuerdo de 2015. Cuando Irán firmó dicho acuerdo impuso las condiciones: que no se hablara de derechos humanos, terrorismo o sus programas de misiles. Debido a estas graves omisiones, el país avanzó en armamento. Michael Goodwin escribió en el New York Post que "los términos del pacto negociado por John Kerry fueron una rendición que allanó el camino para que los ayatolás produjeran armas nucleares a su debido tiempo". El analista David Bitan está de acuerdo: afirma que regresar al acuerdo sin un control estricto sería un error evidente. Debe haber condiciones firmes, de lo contrario se estará “condenando al mundo a una época muy peligrosa”. Si los países árabes "no ven que la Casa Blanca toma medidas claras, lo harán ellos por su cuenta, y esto es preocupante porque tampoco son estables ni democráticos”.

Quién hará el trabajo sucio que, en realidad, todos desean -lo confiesen o no- está por verse. Quizás EEUU, pues su presidente no puede dar otra señal de debilidad y torpeza tras la caótica retirada de Kabul. Europa, Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos e incluso Rusia estarían de acuerdo con esta solución, aunque no lo reconozcan abiertamente. La Casa Blanca ha identificado “52 sitios clave”, cuya destrucción implicaría la eliminación del poder militar persa. Biden se ha comprometido a impedir que los ayatolás obtengan armas nucleares, pero si el líder estadounidense no actúa con contundencia probablemente lo hará Israel, que ya lo ha anunciado abiertamente y que tiene la capacidad de neutralizar el proyecto de la República Islámica. No hay opción: más allá del actual 'show' en Viena, la amenaza militar iraní será eliminada más temprano que tarde. 

El 'socio del silencio'

Según el senador por Luisiana Bill Cassidy, "durante décadas, Hezbollah se han infiltrado silenciosamente en América Latina, con el objetivo principal de recaudar dinero para controlar el sur libanés y organizar ataques terroristas por todo el mundo". Si bien no han ejecutado un ataque terrorista de alto perfil en el hemisferio occidental desde el atentado a la AMIA en 1994, esta aparente ausencia no debe hacernos creer que ya no opera en la región. A través de "redes de empresas fantasma y alianzas con tiranías como Venezuela y Nicaragua" realiza operaciones de lavado de dinero, tráfico de personas, armas y drogas en la zona. "Si quiere acabar con una empresa criminal -repite Cassidy- busque sus fuentes de financiación". Su equipo trabaja en implementar soluciones a través de la modernización de Aduanas, y realiza investigaciones para identificar debilidades y respuestas, todo con el objetivo de obstaculizar la financiación de Hezbollah. Si se tiene éxito en la creación de un modelo para combatir sus sofisticados esquemas de capitalización, el grupo perderá gran parte de su dinero.

 Aviv Kojavi, jefe del ejército israelí (FDI), declaró recientemente que sus fuerzas han atacado "cientos de objetivos y realizado importantes ciberataques; gracias a nuestro poder de disuasión, hasta el momento los iraníes se han abstenido de responder”. Jerusalén está comprometida con su principal línea roja: impedir que los persas lleguen al umbral nuclear

La vicepresidenta Kamala Harris prometió lograr un “acuerdo mejor con Irán”, con cambios que lo “fortalezcan y lo extiendan en el tiempo (…) pues deben detener el enriquecimiento nuclear, frenar la producción de misiles y eliminar todo apoyo al terrorismo (...) tenemos otras opciones si el diálogo fracasa".

La cuota de realismo iraní viene cediendo terreno ante un fanatismo oficial que conduce al país a una catástrofe. Si el ultraconservador nuevo presidente Ebraihim Raisi -responsable de miles de ejecuciones y defensor de una línea radical- cree que su apuesta militarista puede triunfar, no entiende el poder de los rivales a los que se enfrenta. Bien dice el refrán que "no hay peor ciego que el que no quiere ver".

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