Opinión

Las televisiones politizan la sequía y exhiben al sustituto climático de Greta

Todo esto va de lo mismo: el intento de usar como arma política cualquier miseria. Aunque implique la utilización de niños para la tarea

La joven activista Greta Thunberg.

De entre todos los apóstoles y doctores de la religión climática, LaSexta eligió hace unos días para participar en un programa a Francisco Vera, que es el nuevo rostro infantil -hispanoblante- que emplea la ONU para concienciar a los ciudadanos de una parte de los países del mundo -en la otra, parece que no importa- de que realicen las inversiones que sean necesarias para implantar la economía verde. Cueste lo que cueste. Ya lo sugirió el crío: hay que hacer renuncias e incluso involucionar.

Este muchacho colombiano es muy diferente a Greta Thunberg. Es más sutil y simpático, lleva gafas grandes y habla con la solemnidad típica de los chicos que se crían con los abuelos y sacan buenas notas. Parece ser que alguien ha deducido que la agresividad de la iracunda Greta no es tan efectiva como el tono jesuítico de Francisco. Frente a la misa tridentina, la de Pablo VI, más llana y accesible. Frente al agrio tono de protagonista de película de Haneke, un adolescente de lentes gordas, atento a las lecciones y dotado del humanismo temprano tan propio de quienes se crían con los abuelos.

"Estamos consumiendo ya los recursos del futuro (…) y hay que frenar esto", afirmó desde una de las gradas de LaSexta Xplica y rodeado de contertulios que le escuchaban sin réplica. Claro, ¿quién va a llevar la contraria a un crío? Nadie, así que el muchacho siguió con su exposición. "Si queremos salir de la crisis climática actual necesitamos acciones formidables. Necesitamos tomar políticas como la educación ambiental", concluyó.

Llama la atención que el muchacho acudiera a pontificar sobre el clima en un momento tan sensible, en el que las tertulias mañaneras han comenzado a dedicar una buena parte de su escaleta a la sequía, que es un problema grave, pero al que la izquierda mediática ha intentado convertir en la nueva arma política.

La sequía, según la izquierda

El hilo argumental -sesgado- de la Brunete periodística sanchista es el siguiente: primero, se muestra en pantalla a un reportero en un campo seco en el que se ven terrones y grietas. Después, se observa un mapa del tiempo, en rosa, rojo y negro, en el que se indica que las temperaturas son "extraordinariamente elevadas para estas alturas del año" y que ha llovido poco. Posteriormente, se hace referencia al cambio climático, de cuyas causas nadie duda, pese a que el antropocentrismo ha conducido históricamente a errores de bulto.

Para rematar, alguien recuerda las declaraciones de un partido de la oposición -como las de Mariano Rajoy sobre su primo- y se termina el recorrido en Doñana, donde todo lo que sucede ya no es culpa de las emisiones de CO2 a la atmósfera, sino del PP y de Vox. "Los partidos negacionistas tienen culpa de esto", afirma para rematar la Angélica Rubio de turno.

Por supuesto, en estas mesas no suele haber excesivas referencias -por no decir, ninguna- a la singular política de agua española, en la que territorios con los que el resto del Estado ha sido solidario en múltiples ocasiones -porque son nación y se sienten maltratados- niegan trasvases porque resulta injusto que sus ríos pierdan caudal para regar campos de golf en Murcia. Como decía, ese tema se obvia en estas tertulias. Porque su propósito no es el análisis de los recursos hídricos, sino el echar una mano a 'los suyos'.

La 'ciencia' periodística

Así que los mismos periodistas científicos que se zamparon con sumo gusto todos los 'bulos oficialistas' sobre el covid-19 ahora pontifican sobre el agua. Son los que recomendaban en 2020 limpiar las barandillas -¡ahí el virus sobrevivía varios días!- y confinar los barrios de las ciudades. Los que no se salían ni un milímetro de la línea argumental trazada por Fernando Simón y el inexistente comité de expertos; y ahora reman a favor de obra sobre los fenómenos climáticos de gran escala en el planeta. Viven muy bien porque algunos cobran por un número determinado de intervenciones. Si dicen lo contrario, no les llaman. Salvo que lo digan de una forma tan paródica y estúpida que también sean útiles para el fin editorial que persiguen los programadores.

Mención especial merece la labor de la ONU en este caso. O el de la Unión Europea, de la que es embajador de la buena voluntad Francisco Vera. En los últimos tiempos, ambas organizaciones han sido claramente ineficientes con problemas diplomáticos de primer orden, desde en lo relativo a la vuelta de los talibanes a Afganistán, hasta en el campo de batalla ucraniano. Lejos de redoblar esfuerzos en lo importante, se dedican a engordar a mensajeros infantiles climáticos, a sabiendas de la efectividad que han tenido siempre los niños para promover ciertas causas. Algunas, totalitarias.

No suelen acabar bien estos cuentos para los protagonistas, que acaban siendo engullidos por la realidad en la que les han forzado a vivir; o por el político para el que sirvieron. Basta con ver a la pobre Greta. Ahora bien, toda religión necesita mártires y de eso va el asunto que nos ocupa. Hacen falta proclamas en España ahora que llega el calor, que ha sido en este abril más alto de lo normal, y que vendrá acompañado de una preocupante ausencia de precipitaciones, como indican los expertos. Y como toda la culpa de estos fenómenos incontrolables es nuestra (pecadores), hacen falta apóstoles que lo recuerden. Y que nos impulsen a gastarnos un dineral en el boyante sector de la economía verde, claro.

De momento, lo más cercano son las elecciones y Reyes Maroto se ha apresurado a llamar negacionista a Martínez Almeida por no poner árboles en la Puerta del Sol. Todo esto va de lo mismo: el intento de usar como arma política cualquier miseria.