Opinión

Comparaciones odiosas

El contraste entre lo privado y lo público en este año de la pandemia ha sido brutal

Comparaciones odiosas
Instalaciones de RTVE en Prado del Rey Europa Press

Con el lío político madrileño (que empezó en Murcia y ha acabado provocando una remodelación del Gobierno central y de Unidas Podemos, además de una crisis política en Ciudadanos que de algún modo también salpica al PP) se ha reducido el número de escritos sobre la gran efeméride de estos días: el aniversario de un confinamiento inédito que, a pesar de los antecedentes de Wuhan e Italia, a muchos nos cogió por sorpresa. Es por eso que en aquellos momentos ciertas dosis de improvisación eran disculpables. Nunca había ocurrido algo así, fue un shock tremendo para el que nadie estaba preparado. Sin embargo, hubo quien funcionó muy bien y yo al menos no me cansaré de recordarlo: el sector de la distribución. A pesar de todos los problemas, y salvo poquísimas excepciones que confirman la regla, las tiendas pudieron ofrecernos productos para que pudiéramos solventar el encierro con una comodidad que no por habitual no deja de ser meritoria. Damos por hecho que los supermercados tienen las estanterías llenas y no le damos importancia, pero detrás hay un trabajo enorme empezando desde el sector primario, pasando por los camioneros, los puntos de distribución etc. que no se interrumpió a pesar del confinamiento. Fue un desastre total para nuestras vidas, duró mucho más de lo que ninguno hubiera deseado, pero no debemos olvidar que, sin el trabajo ejemplar de unos pocos, podía haber sido mucho peor.

Los millones de Plus Ultra

Y ahí radica el gran contraste: fue un shock inesperado para todos pero hubo quien se sobrepuso con rapidez y mejoró las condiciones en días o semanas. Muy poco tardó Mercadona en colocar pantallas de metacrilato para seguridad de sus cajeros, colocar un dispensador de gel lavamanos, proveer de guantes… Sin embargo, un año después el SEPE sigue funcionando mal. Es cierto que hubo un aluvión de ERTEs pero… han pasado 12 meses. ¿En serio en todo este tiempo no se ha podido hacer nada para mejorar, contratar personal o cambiarlo de otros departamentos tras un curso de formación que estoy seguro se podía haber impartido en menos de un mes? Porque si el problema es el dinero, pienso que con el 1% de los 500 millones que se le han dado a Air Europa (o el 10% de los 53 a la desconocidísima Plus Ultra) al menos se podía haber conseguido algún avance en rapidez y servicio, o al menos fortalecer la seguridad informática lo bastante como para blindar los datos sensibles de millones de españoles que ahora mismo están en el limbo debido al ataque informático.

La centralización de las compras de material médico que impidieron a las autonomías buscar proveedores, resultó un fracaso. Tampoco se utilizó apenas el recurso del Ejército

Se hicieron muchas cosas mal hace un año y la mayoría las hicieron los poderes públicos: usaron avales para créditos en lugar de ayudas directas para las pymes y ahora han tenido que cambiar de opinión (copiando tarde a los países de nuestro entorno) y además seguramente tengan que perdonar dichos créditos, con el consiguiente “riesgo moral” por la injusticia para el que no los solicitó. La centralización de las compras de material médico que impidieron a las autonomías buscar proveedores, resultó un fracaso.

Tampoco se utilizó apenas el recurso del Ejército pero a mí me gustaría incidir en que no hubo una buena coordinación, quizás por motivos ideológicos, entre lo público y lo privado. Una de las fortalezas de la economía española está en sus grandes empresas multinacionales, en ningún momento se recurrió a Inditex o a Banco Santander para que ayudaran con sus contactos por medio mundo. Se tardó muchísimo en llegar a acuerdos incluso con los servicios médicos privados y los hoteles medicalizados o incluso para alojamiento de personas en cuarentena llegaron más por iniciativa de los empresarios que por voluntad política. Para colmo, se han subido impuestos en lugar de bajarlos como sería lo lógico en recesión, castigando innecesariamente aún más al sector privado mientras se subían los sueldos de funcionarios y pensionistas.

Caída en picado de RTVE

Y es que el contraste entre lo privado y lo público en el último año ha sido brutal. Mientras se disparaba la audiencia de las televisiones privadas y de servicios como Netflix, RTVE caía en audiencia y aumentaba sus pérdidas a pesar de tener más plantilla que Mediaset y Atresmedia juntas. Y vale que hay programas de La 2 que pueden ser necesarios aunque den pérdidas pero, ¿para qué sirve la 1 si la mayoría de sus programas y películas son similares a los de las cadenas privadas, para qué un canal infantil que tiene menos contenido cultural que Disney Channel, para qué unos informativos que son rechazados por la audiencia porque todos sabemos que siempre están al servicio del partido que gobierne?

¿Y qué decir de Correos? Está tan mal gestionada, tiene tantos gastos fijos, que a mayor volumen por el boom del comercio on-line, más perdidas. Y no es una cuestión ideológica porque lo público sí que funciona en otros países, es un problema de mala gestión aquí. En la economía española tenemos varios defectos endémicos: alta tasa de paro estructural, temporalidad excesiva, demasiada economía sumergida, exceso de micropymes… y que lo público suele estar mal gestionado. Y en el último año, esto ha costado vidas y ha disparado nuestra deuda pública en exceso, a pesar de ser de los países de nuestro entorno que menos ayudas han ofrecido.

Yo no soy de los que cree que lo privado es siempre mejor que lo público porque la titularidad no siempre es la que marca la diferencia sino las personas. Por ejemplo, el desastre financiero de las cajas de ahorros es evidente que se debió a que la mayor parte de sus cargos importantes no estaban ocupados por buenos profesionales (hasta Banco Popular –años después y sólo les costó dinero a sus accionistas- ningún banco privado quebró por culpa de la pasada recesión) pero allí donde sí los hubo (como en las cajas vascas o Unicaja), sobrevivieron sin problemas a la mayor crisis financiera de este siglo y gran parte del anterior.

Sin embargo, es cierto que cuando una empresa privada va mal, suele haber presión por parte de los accionistas para que haya cambios en la gestión o en la cúpula directiva mientras que en la pública –al menos en España- hay una pasividad ante las cifras negativas (será que no sólo Carmen Calvo cree que el dinero público no es de nadie) desesperante. Y lo peor es que la tendencia que se detecta en este país es a que el estado intervenga cada vez más en la economía.

Políticos sin experiencia de gestión

A muchos les llama la atención la enorme cantidad de asesores que tienen nuestros gobernantes (también a nivel local) pero imagino que aún nos saldría más caro que no los tuvieran porque la mayoría de los políticos sólo son políticos, no saben de nada más, no tienen ni idea de gestión. Lo comprobamos con Illa, un filósofo que había hecho carrera en el PSC y que, por cuota regional, llegó a ministro de Sanidad, un puesto aparentemente muy cómodo dado que la mayor parte de las competencias están transferidas. Cuando empezó la pandemia, ¿qué sabía él de cómo comprar material médico o de aplanamientos de la curva? Estuvo ahí usando a Simón de parapeto hasta que tuvo otra oportunidad política mejor y, como en este país somos como somos, encima no le salió mal. A mí me gustaría que los líderes de los tres principales partidos (Sánchez, Casado y Abascal) hubieran hecho algo más en su vida que política pero lo puedo aceptar, lo que no acabo de entender es por qué cuando forman un gobierno no ponen a buenos gestores en los ministerios en lugar de a otros políticos que van a necesitar asesores porque no saben. Si encima muchos de esos asesores ni siquiera son expertos y sólo están ahí cobrándose algún favor, y tampoco colocamos buenos profesionales en las empresas públicas, ¿qué esperamos?