Opinión

Sol y sombra

El saqueo silencioso de la soberanía española

Sin prisa pero sin pausa, al más puro estilo de la carcoma, estructuras globalistas y empresas transnacionales vacían nuestro país de poder político y margen de maniobra económica

“Ya tenemos coche”, una película de 1958 que reflejaba el sueño de los españoles, el Seiscientos

Debo de ser algo amnésico porque no recuerdo en qué momento votamos si queríamos ilegalizar los coches de los pobres a partir de 2035. Justamente eso es lo que ha perpetrado Bruselas (y sus burócratas) sin urnas ni debate social. Aunque esto pueda sonar extraño, no se trata de un debate de izquierdas o de derechas. Un comunista preocupado por el cambio climático dirá que está medida es inaceptable porque la Unión Europea no ha sido capaz de articular una red de transporte público que garantice la movilidad de las clases bajas. Un militante de la derecha radical destacará que estamos ante otra medida típica de los pijos progresistas hipermasterzados que ocupan los mejores puestos de la burocracia occidental. Ambos tendrán razón.

En 2035 no tendremos coches baratos, ni red nacional de trenes, ni podremos montar en avión porque eso contribuye al desastre climático. Quizá tengamos festivales musicales de verano, pero no serán exactamente nuestros. España es el país europeo que apostó de manera más decidida por el formato de festival pop, invirtiendo dinero público y privado en marcas consolidadas como el Sónar, Primavera Sound y el Festival Internacional de Benicàssim, entre muchos otros. Recientemente se ha destapado que esta potente red cultural cada vez es menos española y está en manos de menos empresas (ni siquiera empresas: fondos de inversión). En ocho de los diez macroeventos más multitudinarios hay capital extranjero, principalmente del fondo estadounidense Superstruct Entertainment. Pasa lo mismo con nuestra oferta de conciertos, hoy en gran parte acaparada por la empresa transnacional dominante Live Nation y su asociada Ticketmaster, que recientemente han sido investigadas por prácticas monopolísticas ante el Senado de Estados Unidos.

Saqueo soberano

No se trata, insisto, de la típica batalla cultural entre izquierda y derecha. Muchos españoles que tradicionalmente hayan votado a Izquierda Unida pueden sentirse identificados con los argumentos del voxero Jorge Buxadé contra la medida de Bruselas, que limita los movimientos de los españoles más pobres pero no afecta a las clases altas, que seguirán moviéndose en vehículos ecológicos de gama alta (la ley llega ademas con una 'enmienda Ferrari' para salvaguardar ciertos coches de lujo). Uno de los políticos globales que más rechazo me provoca es Justin Trudeau, actual presidente de Canadá, pero casi me pongo a aplaudir delante de mi portátil cuando anunció su iniciativa de prohibir comprar vivienda en su país a quien no fuera residente. Si se aplicase en España, la medida sería un primer paso importante contra nuestro grave problema de exclusión inmobiliaria. Lo de rojos contra azules cada vez ayuda menos a comprender los problemas de nuestra época.

En 2018 Pedro Sánchez recibió a Tim Cook en Moncloa con honores de jefe de Estado sin reprocharle que apenas paga impuestos por lo que factura en España

Si buscamos imágenes emblemáticas de nuestra sumisión globalista podemos recurrir a los encuentros de Pedro Sánchez con Tim Cook, máximo ejecutivo del gigante tecnológico Apple. A finales de 2018 le recibió en Moncloa con trato de jefe de Estado para convencerle de que España era una start up nation en vez de para reprocharle que no pagase apenas impuestos aquí por los millones que factura. Luego se vieron en Apple Park en julio de 2021 para que no quedasen dudas de que nuestro presidente es un lamebotas profesional dispuesto a vender la dignidad de su país a cambio de cualquier foto molona o beneficio personal, sea simbólico o económico.

Desde hace algunos meses, cada vez que veo la imagen de Pedro Sánchez recuerdo una canción de Rubén Blades que retrata la miseria de las repúblicas bananeras de América Latina. La pieza se llama “País portátil” y su letra explica con máxima precisión la tragedia política del sanchismo y similares: “Se vende un país portátil/ con su autoestima en el suelo/ con un enorme complejo/ que lo hace antinacional/ es un lugar sin memoria/ donde ya nada sorprende/ vive el crimen indultado/ y un charlatán presidente". También hay un pareado sobre la constante dependencia de los fondos de la UE: "Se vende un país portatil/ se ofrece en partes o entero/ con un préstamo extranjero/ hacerlo andar es muy fácil". Recuperar nuestra soberanía económica es el único camino para librarnos de esta postración política voluntaria, que en realidad no beneficia a nadie.

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