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Opinión

El 'reset' del capitalismo

Ordenador portátil

Es misión imposible adivinar el futuro más inmediato tras esta brutal crisis de salud pública, aunque es evidente que su impacto está siendo y será muy elevado. Algunos dirimen hoy si el modelo autoritario o el democrático es el más eficaz para lidiar con este tipo de problemas, y en este debate subyace la polémica de una vigilancia masiva de los ciudadanos que podría haber venido para quedarse. Otros se enzarzan en una sopa de letras acerca de la forma de salida económica de la crisis, mientras el mundo de las empresas parece dividirse en estos días en dos bloques radicalmente distintos, los negocios que pueden abrir y los que no. Los más optimistas sugieren que la humanidad saldrá fortalecida de esta crisis aprendiendo de sus excesos y errores del pasado, mientras que otros recuerdan las sucesivas amnesias sobrevenidas a las crisis más importantes de la edad moderna.

Los pagos en efectivo

No me veo capaz de alardes adivinatorios, pero en estos días me quedo con dos ideas que me parecen interesantes sobre ese futuro que nos espera más pronto que tarde. En el mundo de la computación se habla del sesgo de automatización, que se refiere, entre otras cosas, a ese fenómeno de personas que se enfrentan a un problema complejo, en particular cuando el plazo aprieta, que optan por realizar el mínimo trabajo cognitivo y por decisiones que sean fáciles de ejecutar y justificar. Un ejemplo práctico se puede observar estos días, en la diferente manera de entender la posibilidad de poder abrir las persianas de una empresa, por su consideración de infraestructura esencial para el funcionamiento del país, en esta situación extraordinaria.

Mientras unos aprovechan para impulsar planes pre-crisis, como algunas entidades bancarias que han anunciado cierres acelerados de oficinas; o esas empresas del retail que han recomendado a todos sus clientes no pagar en efectivo, a pesar de que es menos contagioso que su propio consejo de compartir el mismo teclado alfanumérico para introducir el pin asociado a la tarjeta, condicionando la adquisición de productos de primera necesidad o el trabajo de los voluntarios para personas sin movilidad; en el lado opuesto, las empresas de telecomunicaciones han reforzado con miles de personas su servicio, o incluso otras en absoluto consideradas como esenciales, como las de comercio electrónico, que están reforzando sus plataformas logísticas con masivas contrataciones de personas.

Una novedad que asociada al sesgo de automatización, nos puede conducir a reacciones más dominadas por intuiciones generales que por un razonamiento estratégico

La segunda idea es un nuevo concepto, “New Normal”. Una idea que proviene de la geopolítica, que distingue entre la contención de la Guerra Fría que priorizaba interpretar las señales que provenían del enemigo, a los tiempos actuales en los que ataques silenciosos dan forma a una nueva normalidad materializada en hechos casi invisibles pero de grandes efectos, como los ciberataques. Una novedad que asociada al sesgo de automatización, nos puede conducir a reacciones más dominadas por intuiciones generales que por un razonamiento estratégico, que pueden consolidarse sin un cálculo de sus efectos a largo plazo. Como ejemplo perfecto esas empresas que viven del contacto directo con sus clientes, que llevados por la crisis del Covid-19 están emprendiendo intensivos procesos de digitalización acelerada, que pueden estar fragilizando su propio negocio en beneficio de nuevos actores más capaces en esa batalla por el negocio remoto.

Palancas de transformación

No deja de ser sintomático que el nada sospechoso Financial Times esté llamando a un “Reset” del capitalismo, porque esta crisis es diferente a las anteriores por el colapso simultáneo de la oferta y de la demanda, y, como ha señalado acertadamente Marina Mazzucato en The Guardian, en estos días que se gestiona la crisis sanitaria con el estímulo de una economía amenazada, mientras las empresas miran a su respectivo Estado nación pidiendo soluciones urgentes, este debería convertir las ayudas públicas en palancas de transformación empresarial, no en simples “digitalizaciones” que fragilizan y alejan, sino en esos procesos que viabilizan y acercan, como los de esa corporación que está haciendo un formidable negocio de ventas online en estos días de cierre forzoso, mientras aguarda la normalidad para seguir abriendo supermercados físicos. Dejemos que el dinero fluya con normalidad en todos sus formatos, que los negocios excepcionalmente autorizados no se dejen llevar por intuiciones apresuradas, que las empresas cerradas y/o teletrabajadas no se precipiten en decisiones coyunturales que les pueda suponer un susto a medio plazo, y que el Estado aproveche el dinero público para salvar la economía mientras la impulsa. Porque de todos depende la nueva normalidad que venga tras la crisis.

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