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Opinión

Un reportero de TVE 'hasta los mismísimos' del calor

Momento de la conexión en directo del reportero de TVE.

Hunter S. Thompson fue uno de los más conocidos periodistas de su tiempo y lo fue por practicar un estilo al que se llamó gonzo, que sirvió para definir a los reportajes en los que el informador se juega el tipo. Quiso escribir sobre 'Los ángeles del infierno' y se adhirió a la banda de moteros durante un año, hasta que le pegaron una soberana paliza y tuvo que dar por finalizado el proceso de documentación. También le llamaron la atención las juegas de alcohol y drogas que los buscadores del 'sueño americano' se pegaban en Las Vegas. Por eso, llenó el maletero de un automóvil de todo tipo de sustancias ilegales y se puso manos a la obra. Este jueves, quince años después de que Thompson se pegara un tiro en la cabeza, hacia calor en Toledo y Televisión Española envió a un reportero para contarlo.

El informador en cuestión se llama Juan Ballesteros y ha sido la última victima de ese estúpido sucedáneo de periodismo gonzo que tanto se practica en la actualidad, que pasa por enviar a un reportero a explorar los confines de la galaxia para contar que se ha ido muy lejos. En este caso, parece ser que le pidieron una conexión desde Toledo un 16 de julio para contar que las provincias de Castilla-La Mancha se encontraban en alerta amarilla por calor.

Hay tan sólo unos pocos de todos nosotros a los que se puede denominar héroes; y quizá Ballesteros sea uno de los que merece el calificativo, pues no se limitó a contar la 'no noticia' de que el termómetro marcaba 37 grados en Toledo y en Ciudad Real; y uno más en los valles del Guadiana y el Tajo. También afirmó: “No les voy a aburrir con recomendaciones sobre el calor, ya tienen bastantes con la pandemia. Hay una que dice que a estas horas centrales del día no estemos al sol, que es lo que yo estoy haciendo ahora. Así que, si te parece, Manu, despedimos la conexión a los compañeros de Torrespaña que, probablemente, tengan cosas más interesantes que contar”.

Reporterismo con seguro médico

Acostumbran los medios hoy en día a someter a los reporteros a condiciones extremas para contar a los espectadores lo que ya saben, cosa innecesaria, pero que resulta irrenunciable en la televisión, cuyos responsables parecen escudarse en la 'dictadura de la imagen' para someter a sus reporteros a pie de calle a todo tipo de martirios.

A veces, incluso, se topan con el sadismo de alguna presentadora, como ocurrió el día en que los responsables del programa en La 1 de Mariló Montero enviaron a la sierra a un reportero para contar que hacía un frío polar y se llevó un rapapolvo por remarcar que hacía una temperatura insoportable...y por ponerse pantalones de pana.

También es normal que los periodistas metan las piernas en el agua cuando hay una riada o que hablen de la galerna desde el paseo marítimo, mientras tratan de evitar que la ventisca les haga volar por los aires, tras haber renunciado a la uniformidad de su peinado. Decía el gran Enrique Meneses que el trabajo de los fotógrafos de Moncloa le conduciría a la depresión, pues consistía en cruzar Madrid para inmortalizar a los mismos señores cada día. Como siempre, dándose la mano y sonriendo ante las cámaras. La situación actual es peor, pues todos los años se superan los 40 grados en Sevilla y se desciende de los -5 en Soria; y no sólo basta con contarlo en un boletín informativo, sino que se hace necesario hacer sufrir a un reportero.

Lo peor es que este tipo de torturas a los informadores ha trascendido a la televisión, pues en las redacciones de los diarios digitales abunda el perfil del periodista cuyas aspiraciones profesionales fueron sepultadas bajo artículos sobre el último 'zasca' que ha propinado Arturo Pérez-Reverte a un usuario de las redes sociales; o sobre las imbecilidades que hacen 'arder' Twitter o Facebook. Siempre hubo contenidos distendidos en la prensa con el mismo interés periodístico que asistir al crecimiento del césped. Pero ahora que todos los medios buscan amasar millones de lectores, todo ha derivado en una especie de tortura china a los lectores y a una parte de sus redactores, condenados a escribir varias horas al día auténticas memeces.

A buen seguro, la esperanza sea un concepto demasiado ambicioso en estos tiempos de relativismo absurdo y total incertidumbre. Por eso, habrá que conformarse con alcanzar metas mucho menores. Quizá que no muera un reportero en la próxima riada o que no se achicharre en una ola de calor. Las palabras de Juan Ballesteros deberían incitar a una revolución contra la estupidez de los productores de televisión y contra las rutinas más prescindibles.

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