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Opinión

La reforma laboral como juguete de Sánchez

La pelea entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz representa a la izquierda obcecada en la involución del bienestar del país sólo para mantener su cuota de poder

Pedro Sánchez estudió convocar un referéndum para forzar una reforma de la Constitución
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Europa Press

Supongo que el subconsciente carca y casposo de muchos se inclina a una pelea entre dos mujeres, Yolanda Díaz y Nadia Calviño, como si ésta última fuese algo más allá de quien marca cada uno de sus movimientos, Pedro Sánchez. No es la oposición la que genera en el Presidente del Gobierno el nerviosismo que le lleva al bruxismo en Cortes, sino la ministra comunista designada por Pablo Iglesias como su sucesora, quien puede ganarle a diferencia de este último.

El líder del Gobierno más progresista de la historia no soporta cómo se le escapan las banderas que tan buenos eslóganes generan en sus superficiales y sectarias campañas electorales, como la Ley de Vivienda, el SMI y la madre de todas ellas, la reforma laboral. Ya vimos cómo Sánchez perdía los papeles al anunciar por sorpresa un “bono joven vivienda” de 250 € tras cerrar el acuerdo con Unidas Podemos. Que sólo beneficie a los arrendadores al convertirse en un incentivo al incremento automático del alquiler en dicha cantidad no era un dato relevante para el socialista, sino que los titulares del día le identificasen a él y no a Podemos, ni a Yolanda Díaz con la Ley de Vivienda, que no solucionará los problemas y ahondará en los ya existentes.

La derogación de la reforma laboral aprobada por el PP hace una década es el juguete que lleva acariciando Pedro Sánchez todos estos años y con el que ha estado frivolizando el PSOE. La reforma se basaba en una flexibilización de la contratación que agilizara el mercado del empleo; introdujo la figura de los ERTE, que han sido esenciales durante la pandemia y que Yolanda Díaz como ministra de Trabajo no fue capaz de articular palabra sobre ellos, balbuceando como un teletubbie rosa perdido en Barrio Sésamo cuando medio país dependía de los mismos. Lucía Méndez afirma que es muy trabajadora. No aporta indicios de ello, por lo que debemos interpretar sus palabras como un momento de sororidad con el comunismo más rancio y liberado del país, que es lo que representa Yolanda Díaz.

Los sindicatos CC.OO. y UGT, llevan viviendo desde entonces en el ostracismo político tras quedar probado su carácter extractivo de recursos de los trabajadores

Y aquí es donde aparece el tercer pilar clave de la reforma laboral, el juguete que Sánchez prefiere destruir antes de que se beneficie Díaz. La reforma del año 2012 arrebató el poder a los sindicatos en la negociación colectiva y en muchos aspectos relativos a la formación y gestión de ayudas públicas al empleo tras los escándalos de corrupción de cifras astronómicas en los que estaban envueltos entonces. Los sindicatos CC.OO. y UGT, llevan viviendo desde entonces en el ostracismo político tras quedar probado su carácter extractivo de recursos de los trabajadores a los bolsillos o estómagos de sus dirigentes. Si antes no representaban a los trabajadores al no sostenerse mediante sus cuotas, tras los escándalos de corrupción, (Caja Madrid, el caso de los ERE, el caso de los cursos de formación…) el rechazo de cualquier trabajador para reconocerlos como interlocutor válido era prácticamente unánime. Además la reforma demostró que la negociación no sectorial, sino por empresa, es más beneficiosa para el trabajador. Una vez más la izquierda en nuestro nombre pretendía establecer medidas que nos perjudicaban.

Apoyo a ETA y a los golpistas

Pero mi generación no ha conocido una izquierda que adopte una sola medida que mejore las condiciones laborales de los trabajadores. Cualquiera con más conocimientos que Yolanda Díaz sabe que la derogación de la reforma laboral sólo busca volver a dar poder y presupuesto a unos sindicatos que no representan a los trabajadores, sino que funcionan como filiales de los partidos de izquierdas. Las únicas acciones relevantes de CC.OO y UGT desde que ya no tienen acceso al Presupuesto han sido sus apoyos al independentismo catalán en pleno golpe de estado y al proyecto de ETA, como este fin de semana en el que UGT desfilaba junto a Otegi en San Sebastián pidiendo la liberación de los terroristas presos por asesinato.

Esa es la promesa de Yolanda en el abrazo a Unai Sordo, líder de CC.OO. este fin de semana: volver a la naftalina de la sociedad clientelar cuyo sistema de distribución de los recursos es el tráfico de influencias.

Pedro Sánchez no se opone directamente sino que en su cobardía pérfida lanza a Nadia Calviño junto con otros cuatro ministros para que hagan de mensajeros de la Unión Europea y poder recibir el maná posmoderno que son los Fondos Europeos, mientras él pretende redondear un win win. Capitalizar los fondos, no hacerse responsable de la reforma diluida, y en caso de que sea un éxito anunciar que ha sido gracias a sus ministros que tutelaron a Yolanda.

La oposición ha decidido ser espectadora de esta nueva pugna por la presidencia del Gobierno entre Sánchez y Díaz aceptando la impostada candidez de esta última, a la que ya los medios presentan como víctima, papel esencial para ascender en la sociedad actual, al enfrentarse no sólo a Pedro Sánchez, sino a Podemas, (Belarra y Montero) que le echarán en cara toda rebaja de la derogación de la reforma electoral mientras actúan como elemento desestabilizador de la coalición antes de que ella consiga organizar una candidatura independiente.

La pelea entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz representa a la izquierda obcecada en la involución del bienestar del país sólo para mantener su cuota de poder. La alternativa es necesaria antes de la kirchnerización de España en las siguientes elecciones.

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