Opinión

Putin pierde el Cáucaso

Presidente de Rusia, Vladímir Putin.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin. EFE

Este martes sucedió lo que muchos esperaban que sucediese, que Azerbaiyán volviese a las andadas contra Armenia, un conflicto que se mantuvo congelado durante 26 años hasta que en 2020 se reactivó. En aquel momento Rusia intervino y se alcanzó un alto el fuego que duró un par de años, hasta hace justo un año cuando hubo cuatro días de combates en Nagorno Karabaj. Azerbaiyán asegura que sus fuerzas armadas han entrado para restablecer el orden allí y que eso es perfectamente legal, ya que el alto Karabaj forma parte de Azerbaiyán.

No fue nada especialmente grave lo del martes, al menos desde el punto de vista militar. No estamos hablando de una gran ofensiva con aviación y acorazados, sólo de una simple escaramuza, que, según la población local, también afectó a algunas zonas de Stepanakert, capital del enclave. El territorio conocido como Nagorno Karabaj es muy pequeño, tiene 4.400 kilómetros cuadrados, es decir, la mitad de la Comunidad de Madrid y no está muy poblado, se estima que en su interior viven unas 140.000 personas, la mayor parte de ellas de origen armenio.

Ese fue el origen de la guerra del Alto Karabaj a principios de los 90. Coincidiendo con la implosión de la Unión Soviética, sus repúblicas se independizaron. En el Cáucaso, una región montañosa y fracturada, había varias. Al norte estaba Georgia y Rusia, al sur Armenia y Azerbaiyán. En el sur de la cordillera el mapa es endemoniado. Azerbaiyán tiene el exclave de Najicheván dentro del territorio armenio y una pequeña comarca autónoma de población armenia, el Alto Karabaj, está dentro de Azerbaiyán. Esto ocasionó que azeríes y armenios se enfrentasen en una guerra que duró más de cinco años. La Rusia de Boris Yeltsin tuvo que involucrarse y consiguió que unos y otros alcanzasen un alto el fuego. El Alto Karabaj quedó como parte de Azerbaiyán, pero con un Gobierno independiente que se transformó en una república, la de Artsaj, sin reconocimiento internacional pero tutelada por Armenia. Una solución provisional que no agradaba a nadie. No gustaba a los azeríes porque suponía que una parte de su país quedaba fuera de su control. Tampoco gustaban los armenios porque consideran que, en tanto que está poblado por armenios, el Alto Karabaj es parte de Armenia.

Azeríes y armenios, dos pueblos vecinos, tienen una relación muy difícil desde siempre. La suya es una frontera muy dura. No solo cambia la lengua, también lo hace la cultura y la religión. Los armenios son cristianos y los azeríes musulmanes. Pero ambos países eran muy pobres en el momento de su independencia de la Unión Soviética por lo que se centraron con mejor o peor fortuna en hacer reformas y tratar de modernizarse. Azerbaiyán tuvo la suerte de contar con grandes reservas de hidrocarburos, cosa que no sucede con Armenia. A cambio, Armenia posee una numerosa colonia de emigrantes en el extranjero. En algunos lugares como Estados Unidos o Francia es muy próspera y no duda en dar apoyo financiero a la tierra de sus ancestros. El de Karabaj era, en definitiva, uno estos conflictos congelados del espacio postsoviético como el Transnistria en Moldavia o el de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia. Realmente no importaba a nadie porque si había problemas Rusia se encargaba de ejercer de árbitro.

El ejército armenio realizó unos ejercicios junto a militares estadounidenses a las afueras de la capital, Ereván, algo impensable hace pocos años y señal de que algunas cosas están cambiando mucho más de lo que al Kremlin le gustaría

De hecho, Armenia ha sido durante décadas un importante aliado militar para Rusia, tanto que en su territorio alberga una de las pocas bases militares que el ejército ruso mantiene en el extranjero. Pero, mientras Rusia dedica grandes recursos a la invasión de Ucrania, Armenia ha mostrado signos de virar hacia Occidente. El primer ministro del país, Nikol Pashinián, ya ha manifestado que Armenia no puede depender de Rusia como socio para su seguridad. A principios de este mes, el ejército armenio realizó unos ejercicios junto a militares estadounidenses a las afueras de la capital, Ereván, algo impensable hace pocos años y señal de que algunas cosas están cambiando mucho más de lo que al Kremlin le gustaría.

Los combates aislados entre los soldados azeríes y armenios en Nagorno Karabaj han ido en aumento desde 2020, cuando Azerbaiyán recuperó el control de parte del enclave antes de un armisticio mediado por Rusia que permitió a los separatistas armenios conservar al menos el control de Stepanakert, una pequeña ciudad de unos 75.000 habitantes. El acuerdo incluía el establecimiento de una base rusa en la zona como fuerza de paz, todo un tanto para Putin que recuperaba y fortalecía el papel de Rusia como intermediario al sur del Cáucaso. Hace un año la cosa se calentó de nuevo y Rusia intervino de nuevo. Tanto el azerí Ilham Aliyev como Nikoi Pashinián se avinieron a razones y cesaron los combates, pero todos sabían que este último acuerdo era muy frágil.

Azeríes y armenios miran con el rabillo de ojo a Moscú, pero realmente no se sienten muy impresionados por su capacidad de respuesta. Esa es la razón por la que Pashinián aceptó de buen grado realizar esos ejercicios con militares estadounidenses en territorio armenio, o por qué Aliyev lleva semanas concentrando tropas en la zona. Frente a eso Rusia todo lo que ha podido hacer es pedir que respeten los términos del alto el fuego de 2020 y ofrecerse a mediar otra vez. Para Putin aquello es un dolor de cabeza en el que, pase lo que pase, él pierde ya que hay demasiados intereses entrecruzados. Si apoya a Armenia como ha venido haciendo hasta ahora se metería en problemas con Turquía, que es un aliado muy cercano de Azerbaiyán. Los turcos y los azeríes están unidos por vínculos culturales, el turco y el azerí son dos lenguas muy similares, no del todo mutuamente inteligibles, pero entre ambas media una distancia tan corta como la que hay entre el portugués y el español. A Putin le interesa llevarse bien con Erdogan, al menos mientras dure lo de Ucrania.

Tampoco le interesa romper del todo con Armenia ya que por ahí entraría EEUU. No quiere que con Armenia suceda lo que sucedió con Georgia, vecino septentrional de Armenia cuya relación con Rusia es tormentosa y ya dio lugar a una guerra en 2008. EEUU y la UE cortejan a Georgia para que se incorpore a la OTAN, algo que enerva al Gobierno ruso. Si dejan a Armenia tirada lo más probable es que Pashinián termine por abandonar la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y busque amparo en las potencias occidentales. Eso crearía un bloque alineado con la OTAN en buena parte del Cáucaso. Es, como vemos, todo un avispero que tiene en la puerta de casa, pero sin siquiera acceso directo a él. Rusia y Armenia no comparten frontera ya que Georgia está entre medias.

Ha bloqueado el enclave creando un serio problema de suministros, algo que Armenia denuncia desde hace tres años en los organismos internacionales y ante el propio Kremlin sin que nadie se digne a escucharlos

Aliyev no lo ve así. Considera que lo del alto Karabaj es una anomalía que hay que corregir. Su padre ya lo intentó en el pasado, pero tuvo que rendirse ante la evidencia de que el Azerbaiyán postsoviético era un país en ruinas. Se afanó en modernizarlo y aprovechar la ventaja de los pozos petrolíferos. Su hijo, que heredó el cargo en 2003, ha llevado a cabo una política mucho más asertiva y ferozmente nacionalista. Quiere recuperar el Alto Karabaj al coste que sea, y eso supone vaciarlo de armenios y retomar el control del territorio. Para ello, aparte de ataques directos, ha bloqueado el enclave creando un serio problema de suministros, algo que Armenia denuncia desde hace tres años en los organismos internacionales y ante el propio Kremlin sin que nadie se digne a escucharlos.

Hace tres años Putin aún podía imponerse, pero hoy no. No desea ver a Armenia alejarse, pero tampoco quiere envenenar su relación con Azerbaiyán, un socio mucho más interesante desde el punto de vista económico y diplomático. La presión que puede ejercer sobre los azeríes es mucho menor. Una de las cosas que los Aliyev (padre e hijo) han hecho a lo largo de los últimos 30 años es independizar al país de Rusia. Decidieron dejar de utilizar la red de oleoductos rusa construyendo los suyos propios a través de Georgia y Turquía. Uno de esos oleoductos va directo a la costa georgiana del mar Negro, otro atraviesa Turquía de norte a sur y termina en el golfo de Alejandreta. Hay un gasoducto planeado para llevar gas azerí directamente hasta Europa atravesando toda la península de Anatolia.

Aliyev sabe que su gas y su petróleo le blindan no sólo de cara a Rusia, también a Occidente. En Bruselas no son ajenos a esto. Saben que Aliyev es tan dictador como Putin, pero necesitan su gas. Los problemas de Armenia les caen lejos y son conscientes de que Nagorno Karabaj sobre el papel es parte de Azerbaiyán, no de Armenia. De ahí que no se pueda acusar a Aliyev de violar el derecho internacional, todo lo más de atacar a población civil. Es un asunto enrevesado en el que las víctimas son los civiles del Alto Karabaj y el orgullo nacional armenio, por eso tiene una salida tan difícil.

El interés de Rusia es que todo se quede como está y ni armenios ni azeríes incordien, pero, desde que se atascó en Ucrania, Putin no lo tiene tan fácil para poner condiciones en ningún sitio

Por lo que hemos visto hasta ahora todo indica que el plan a largo plazo de Aliyev es ir reblandeciendo la presa. Tras el primer ataque hace ahora tres años se apoderó de una parte del enclave y expulsó a su población. Desde entonces tiene bloqueada la zona complicando mucho la vida allí. Esto empuja a muchos habitantes del Alto Karabaj a hacer las maletas y marcharse a Armenia. Otros se quedan, pero nadie en su sano juicio invertiría un euro en un lugar sometido a continuos combates y que puede cambiar de mano en cualquier momento. El interés de Rusia es que todo se quede como está y ni armenios ni azeríes incordien, pero, desde que se atascó en Ucrania, Putin no lo tiene tan fácil para poner condiciones en ningún sitio.

El tiempo corre a favor de los azeríes, esa es la verdad, pero de esta historia pueden sacarse dos conclusiones que podemos dar ya casi por definitivas. La primera, que Armenia después de vacilar mucho se va a “georgizar”. Está en un lugar demasiado peligroso y es demasiado pequeña. La segunda, que Rusia ha perdido ya el sur del Cáucaso. No ha podido hacer cumplir un simple alto el fuego en un país en el que tiene destacadas tropas. El Gobierno armenio trataba de tener buenas relaciones con el Kremlin porque lo veía como un protector frente a Azerbaiyán y Turquía, pero esto ya no es así. Putin, en definitiva, ha abarcado mucho más de lo que podía apretar.