Opinión

Una puñalada en Cataluña

Pere Aragonès, este miércoles, en el Palau de la Generalitat.
Pere Aragonès, este miércoles, en el Palau de la Generalitat. EFE / Quique García.

La jugada de Pere Aragonés, desde una perspectiva meramente catalana, demuestra una astucia que, desde luego, no destilaba un personaje tan gris y anodino como el actual presidente de la Generalitat. Ha sabido interpretar muy bien, para sus intereses, el escenario de ese lodazal político que es la comunidad catalana. De un plumazo ha quitado de la ecuación a Oriol Junqueras y su supuesto halo de heroicidad patriótica, ha dejado fuera de juego a un Junts preñado de pugnas internas y con un Puigdemont que se puede quedar colgado de la brocha de la amnistía, por otro lado, un PSC con Salvador Illa a la cabeza en posición defensiva -casi cuerpo a tierra diría yo- por los escándalos de corrupción que les caen encima día sí y día también y, unos Comunes, que no saben si suben o si bajan…

Veremos qué sucede, porque, más allá de estos análisis de trilerismo político, Cataluña es una sociedad tan cansada como enferma. Quizás la lucha a muerte (política) entre ERC y Junts no tenga un caladero de votos tan grande como creen. Me da que en el bando de los adalides de la separación habrá mucha desmovilización, son demasiados años engañando a tirios y troyanos. Y, si miramos al otro lado del espectro “nacional” (siguiendo el manual del léxico del buen nacionalista), tenemos un constitucionalismo representado por PP y Vox que los pueden pillar con el paso cambiado, unos por un techo de cristal que no son capaces de ver y otros enzarzados en pugnas internas que se derivan en menores resultados a cada ciclo electoral. Pero la clave, en Cataluña, siempre está en el PSC, su estructura y capilaridad territorial les hace tener una gran capacidad de supervivencia, pero en este momento, el impacto de la corrupción puede dañar sus resultados electorales.

Y ahora viene lo bueno, la hiperventilación de Sánchez antes de saber el adelanto electoral de Aragonés era evidente. Su respuesta al nerviosismo que recorre su cuerpo por la corrupción se centraba en poner en marcha el ventilador de la sospecha ajena y tratar de divertir así el foco mediático y entretener al personal. Imagino que esperaba que bajase el soufflé de la corrupción y, mientras tanto, él iba negociando amnistías, presupuestos y lo que le pidiesen sus socios. Mientras unos gesticulaban él, siguiendo su manual de resistencia, seguía hilvanando sus cesiones, concesiones y claudicaciones para mantenerse en el poder. Y, en esto, uno de sus socios, ERC, celoso de la atención que prestaba a su archienemigo Puigdemont, va y le clava un puñal por la espalda en el momento de mayor debilidad de Pedro Sánchez desde que accedió al poder monclovita.

Imagino que alguien con el ego como el del presidente estará más que enfadado, nadie en su legión de asesores (pagados por todos) previó este enorme cisne negro que ha levantado el vuelo en Cataluña

El escenario se las trae. Abril, elecciones vascas; mayo, elecciones catalanas y junio, elecciones europeas. Con esto, los acuerdos para la estabilidad del Gobierno han saltado por los aires, todo dependerá de lo que ocurra en esas dos comunidades autónomas. El equilibrio inestable sanchista se ha deslizado hacia la inestabilidad sin equilibrio, a un presidente sin capacidad de control de la propia existencia de su gobierno. Serán los nacionalistas y los separatistas de este país los que decidan el futuro de Pedro Sánchez. Imagino que alguien con el ego como el del presidente estará más que enfadado, nadie en su legión de asesores (pagados por todos) previó este enorme cisne negro que ha levantado el vuelo en Cataluña.

Y ¿qué puede hacer el resistente para no acabar siendo el inexistente? Alguien que pierde el control de la situación, que está intentando salir a flote en medio del marasmo, necesita oxígeno, necesita tiempo. Tiempo para reconducir la situación y que los magos de la desinformación creen una nueva pócima en forma de relato para volver a engañar a la ciudadanía. Ese tiempo, esa jugada ya la ha hecho, la pieza del ajedrez es el “patadón” para delante de los presupuestos. Sánchez sabe que convocar elecciones ahora es garantía de desastre, no estamos en un 23 de julio, con los españoles de vacaciones o pensando en vacaciones, no estamos escuchando a Sánchez afirmar una y otra vez que nunca habrá amnistía, no somos inconscientes de la lacra de la corrupción que salpica al actual gobierno. Ahora las cosas son diferentes, lo que decía, Sánchez necesita tiempo.

El último caladero de votos del PSOE

He de confesar que, como catalán, me cansa que siempre sea Cataluña, la que se decía que era un oasis político pero que en verdad era un cenagal, sea el foco de desestabilización constante del conjunto del país. Sin embargo, si nos damos cuenta ante lo que realmente estamos, es en una gran oportunidad para acabar con la pesadilla populista que arrancó con el inefable José Luis Rodríguez Zapatero. Si los partidos constitucionalistas saben jugar sus cartas, si de una vez por todas saben interpretar a la sociedad catalana y su momento social y político (que no pasa por nada que se refiera al “prusés” o al “anti-prusés”), podrían acabar con el último caladero de votos que le queda al PSOE. Solo quiero recordar que si el PSC de Illa, en vez de los 19 diputados en las Generales, hubiese obtenido los 14 de las anteriores elecciones, Pedro Sánchez nunca habría podido revivir el gobierno Frankenstein 2.0.