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Opinión

Princesa de Gales, ¿un título envenenado?

De ser reemplazada por una doble a la muerte: las redes 'conspiran' sobre la desaparición de Kate Middleton
La princesa de Gales, Kate Middleton Europa Press

Ni siquiera los guionistas de The Crown hubieran previsto jamás semejante giro de guion. Los imaginé reunidos en una sala cerrada recreando la escena más comentada a nivel mundial esta última semana. La de una princesa -con coronas varias- escondida al final de un pasillo interminable en una habitación recóndita de palacio. En la estancia: una moqueta oscura, la luz mortecina y ella con chándal, calcetines de punto, moño alto deshilachado, la cabeza gacha, el rostro limpio y demacrado y la mirada puesta en la pantalla de su ordenador, en una fotografía de cuando lucía dentadura blanca y sonrisa impoluta junto a sus tres hijos. Mientras, su mano derecha, ardiendo de tanto mover el ratón de un lado a otro: que si retoco la falda de la niña, que si edito una cremallera, que si hago desaparecer mi anillo… y qué anillo. Aquel zafiro azul oscuro rodeado de diamantes que su entonces novio le regaló cuando le propuso matrimonio en 2010 y que fue, previamente, el anillo de compromiso que la princesa Diana recibió del príncipe Carlos con todo lo que -ahora sabemos- supuso después ese casamiento.

Por eso, ya en aquellos tiempos en los que tuvo lugar la pedida de mano de la joven pareja ahora heredera al trono, recuerdo que yo -supersticiosa hasta el extremo- le di vueltas al asunto de si llegaría a ponerme semejante pedrusco en uno de mis dedos. No tanto por su valor económico, sino por toda la historia negra que arrastraba aquella pieza que heredó Harry, pero que no dudó en prestarle a su hermano mayor. Quizá ahora desde su retiro californiano agradece el miembro díscolo de la familia, haberse quitado todos esos quilates de encima.

¿Es la maldición del anillo o un regalo envenenado el título de princesa de Gales? Desde luego, visto lo visto, es para darle una vuelta. Lo que sí que es una certeza, al margen de teorías conspiratorias, es que esa instantánea trucada y publicada en el día de la madre en el Reino Unido para lanzar un mensaje de vida de Kate Middleton, lejos de acallar la rumorología sobre su estado, lo que ha hecho es dar pábulo a un sinfín de especulaciones. Hay que decir en su favor, eso sí, que el Photoshop se le da mejor que a la familia real española. Os invito, si no, a que echéis un vistazo a aquella famosa felicitación navideña que emitieron Don Juan Carlos y Doña Sofía con sus nietos allá por 2005. Vaya esperpento. Duele todavía mirar esa imagen casi veinte años después. La incompatibilidad de agendas hizo que fuera imposible reunir para la sesión a abuelos e infancia y, claro, se armó el belén. De hecho, la reina Sofía tuvo que entonar el mea culpa alegando que había sido la causante del burdo montaje, aunque imagino que el hecho de que haya precedentes no es consuelo para Catalina.

No dejo de pensar en la chica que hay detrás de la princesa de Gales. En la mujer que lo apostó todo al amor y que renunció a una vida en libertad sin el acecho de los tabloides

¿Qué le ocurre a la joya de la Corona británica? ¿Qué le pasa al miembro vivo más querido de esta familia? ¿Por qué el silencio si su salud es cuestión de estado? ¿O tiene todo que ver acaso con su matrimonio? Hace unos días charlé con una periodista que lleva tiempo afincada en Londres y fue ella quien me comentó, precisamente, que allí cobra cada vez más fuerza el hecho de que se trate de un problema de faldas, de cuernos por parte de Guillermo. Nada nuevo, en realidad, si no fuera porque mi colega mencionó la temida palabra: la posibilidad de divorcio real a la vista. De tal padre, tal hijo. Como si la historia no pudiera más que volver a repetirse.

Tenía una máxima la reina Isabel ll: “Ser vista para ser creída”, así que andará ahí arriba echándose las manos a la cabeza observando su reino a la deriva. ¿Cuál será el siguiente paso que dé la monarquía británica para salir a flote? Permanecen expectantes los ingleses, la prensa sensacionalista del país y los guionistas de The Crown que esperan con papel y boli en mano para escribir nuevos renglones de un serial que engancha, lo reconozco. Que nos distrae de nuestro propio culebrón.

Aun así, lo cierto es que no dejo de pensar en la chica que hay detrás de la princesa de Gales. En la mujer que lo apostó todo al amor y que renunció a una vida en libertad sin el acecho de los tabloides. En la joven de familia bien que supo lidiar con las estrictas exigencias de una de las dinastías más poderosas y que hasta desafió a las supersticiones y aceptó un cargo marcado por la tragedia y un malogrado anillo sin querer modificarlo en exceso a pesar de que le quedaba algo grande.

Pronúnciate, Kate. Con palabras y sin Photoshop. Porque hay silencios y ausencias que pesan y remueven tanto como el más envenenado de los títulos.

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  • W
    Wesly

    Bastantes problemas políticos, económicos y sociales tenemos en España como para perder el tiempo cotilleando sobre la realeza británica.

  • V
    vallecas

    Yo no lo creía pero es cierto. Los avestruces esconden la cabeza y se creen a salvo.
    Imposible ser mas S U P E R F I C I A L.