Opinión

El PNV gallego

CIS elecciones gallegas de los candidatos a la presidencia de la Xunta, (i-d) Isabel Faraldo (Podemos), Ana Pontón (BNG), Alfonso Rueda (PP), José Ramón Gómez Besteiro (PSdeG) y Marta Lois (Sumar)
Elecciones gallegas | Los candidatos a la Presidencia de la Xunta sabel Faraldo, Ana Pontón, Alfonso Rueda, José Ramón Gómez Besteiro y Marta Lois EFE

Puede parecer que las elecciones en Galicia de este domingo no son importantes. Una cita local electoral sin más, música de fondo de gaitas entre tantas desgracias que suceden ahora en este país. Sin embargo, la campaña gallega revela el proyecto político de desmantelamiento en el que España está inmersa y los responsables intentan ocultar, como si de una vulgar disputa entre izquierdas o derechas se tratase.

Muchos medios reducen la contienda a un posible cambio de Gobierno con un tripartito de izquierda radical liderado por el Bloque Nacionalista Galego (BNG), o la continuidad de la mayoría absoluta de 40 años del Partido Popular de Galicia, el otro gran partido nacionalista allí. El PNV gallego, que ahora finge sorpresa porque esté a punto de perder la absoluta ante quienes son el producto, el fruto cebado con presupuesto público, la consecuencia de las políticas progres y de exclusión de lo español que han aplicado allí durante tantas décadas. Salvo alguna estridencia característica de los izquierdistas, nada difiere de lo fomentado desde la Administración galleguista de los populares.

¿Cómo pueden sorprenderse en el PP de que el BNG esté cerca de ganar? Sólo la inutilidad de la izquierda en Galicia ha retrasado tanto este momento.

El PP en Galicia no sólo ha funcionado como el PNV en Vascongadas en todos los aspectos, sino que ha aspirado y se ha enorgullecido de serlo. No entiendo que no les recuerden más esta circunstancia. No procede perder el tiempo que no tenemos en negar lo evidente. La política lingüística desde Fraga, que tanto admiraba a Jordi Pujol hasta adoptarlo como modelo de construcción lingüística, hasta un Feijoo rendido a la idea peneuvista de levantar un sistema, un mini Estado «de gestión» donde el poder sea absoluto y los medios amables una Dirección General. En Galicia se ha construido una Administración autonómica gigantesca, un régimen funcionarial que sólo puede pertenecer a los naturales, en el sentido que daban a ellos los de Pujol y los de Sabino. Naturales galleguistas, nacionalistas excluyentes son los elegidos para ocupar esa Administración.

Muchos parecen descubrir América ante unas elecciones regionales, como sucederá en las próximas en Vascongadas. «¿Cómo es posible que EH Bildu pueda arrebatarle la Presidencia al PNV?», se preguntan los amigos gallegos de Aitor, que se hallan en una tesitura parecida, y fingen sorpresa por la escalada del otro partido nacionalista. ¿Cómo pueden sorprenderse en el PP de que el BNG esté cerca de ganar? Sólo la inutilidad de la izquierda en Galicia ha retrasado tanto este momento.

Lo que realmente se está jugando en Galicia no es un proyecto político, ni de valores, ni de ideas, sino un proyecto de poder para ocupar sillones. No es poco, pero no es otra cosa. Gane el PP por mayoría absoluta o el Bloque, no habrá cambios en la exclusión del español en la Administración, no habrá cambios, salvo alguna estridencia del tripartito de izquierdas en las políticas de adoctrinamiento y gasto en la agenda progre woke. La disputa electoral con estos dos bloques es únicamente de cambio de personas que desembarcarán en la omnipresente Administración autonómica, de la que viven demasiados gallegos.

Por eso toda la campaña del Partido Popular tanto en Galicia como a nivel nacional es matar a Vox. Ningunearlo como si no existiese, como hizo en el debate al excluirlo e incluir a Podemos y Sumar ¿qué? Y después apelando a la vileza y la mentira del voto inútil, hasta llegar al paroxismo losantiano de culpar a Santiago Abascal, único líder con un proyecto nacional de España, de que pueda ganar el BNG. En primer lugar, los últimos votos que pueden sumar un escaño más se producen en las provincias de La Coruña y Pontevedra, donde los restos se disputan entre el BNG y Vox, por lo que los votos en esas provincias a estos últimos evitarían que la izquierda radical llegase al poder.

Lo que realmente se está jugando en Galicia no es un proyecto político, ni de valores, ni de ideas, sino un proyecto de poder para ocupar sillones

Han convertido en debate nacional la existencia de Vox en plena ola de narcotráfico, de amnistías y ruinas del campo, porque representa un ataque a ese teatro de disputa de derechas e izquierdas, cuando lo que permanece es un sistema impune que expolia. No sólo es una locura antidemocrática, sino que es inmoral amenazar y señalar a los ciudadanos que quieren escuchar a un solo diputado hablar en español en el parlamento gallego, que quieren que se acabe con la exclusión del español en la Administración y quieren un mayor control de un partido con demasiados años de mayoría absoluta forzando un pacto entre Vox y PP.

Pero hay algo más importante que los sillones en Galicia. El PP a nivel nacional comparte con el PNV y un ficticio Junts Convergente, un proyecto federal para parasitar una Administración gigantesca en el que haya tres regiones privilegiadas, mini Estados europeístas que decidan sobre el expolio al resto de España, que quedará como palabra en algún texto constitucional que acuerden. Un proyecto federal europeísta de disolución de la nación en el que el PP tiene una velocidad más lenta que el PSOE de Pedro Sánchez y con unas formas más gallegas, pero con un objetivo común.