Opinión

El jardín

Pequeñas alegrías

La ministra de Igualdad, Irene Montero, conversa con el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique
La ministra de Igualdad, Irene Montero, conversa con el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique

Todo no ha sido horror y crujir de dientes como resultado de las elecciones del 23-J. También, el ascenso de las tribus y la hecatombe consecuente para España, nos ha traído alguna pequeña alegría. Cierto que los españoles libres e iguales (los que queden) han sido derrotados por el chimpancé nacionalista regional. Desastre, ruina, envilecimiento colectivo, involución, sumidero moral para los españoles. Prebendas y toneladas de dinero para el simio tribal antiespañol y para la chochocracia mantis religiosa (políticas de género). El panorama es calamitoso y siniestro. Sin embargo, repito, pequeñas alegrías.

Yo mismo he estado varias veces a punto de sufrir una apoplejía al ver la jeta de Echenique ¡por televisión! Lo que jamás me ha sucedido al visitar Florencia

Por ejemplo: lo de la jeta de Echenique. No ver más la jeta de Echenique en el Congreso de los Diputados. No sé a ustedes, pero a mí la mera contemplación de la jeta de Echenique allí, me producía una profunda perturbación estética. Nada relacionado con las babosadas castro-chavistas que expelía la jeta de Echenique. No. Ver a Echenique (sobre todo si mostraba su asquerosa dentadura) aparcado al frente de, podría decirse, la soberanía nacional, y experimentar mi humilde cerebro un amago de shock anti estético era lo mismo. Tenía que ponerme, de inmediato, a mirar fotos de Monica Bellucci o Alain Delon para contrarrestar el efecto que me producía la jeta Echenique. En más de una ocasión, creí sufrir el anti síndrome de Sthendal, que también existe, y que, según los expertos, mata más.

Históricamente, siempre según los expertos, ha matado mucho más la acumulación de fealdad que la de belleza. Estoy de acuerdo. Yo mismo he estado varias veces a punto de sufrir una apoplejía al ver la jeta de Echenique ¡por televisión! Lo que jamás me ha sucedido al visitar Florencia. Verlo por televisión tal vez me salvó la vida. Cara a cara, estoy convencido de que no hubiera sobrevivido.

Otra pequeña alegría de resultas de la catástrofe del 23J, es haber perdido de vista (creo, con estos parásitos nunca se sabe) a la mujer de Pablo Iglesias. Lo de la señora Montero no estaba relacionado con la fealdad, la señora Montero es de buen ver (cuerpo y careto), esa es la verdad. En mi libro Eros y política celebro “su leve potranquismo” y “sus eructos al vacío (cerebral)”, tan sexys. Soy de naturaleza mesurada e imparcial, como se sabe. El motivo de mi pequeña alegría respecto a la caída (política) de la señora Montero es otro. Cuando la señora Montero abría la boca me transportaba a una de aquellas letrinas desbordadas del Servicio Militar Obligatorio castrista, no hay nada más vulgar que esas letrinas desbordadas. Créanme, una mujer con un cerebro indistinguible de una letrina desbordada del ejército castrista es una tortura para alguien como yo. Que vivió esas letrinas.

Dos pequeñas alegrías. O felicidades. ¿No? Y ahora, lo pertinente es recordar las sabias palabras del gran Ernesto Sábato: “Nos pasamos la vida buscando la gran felicidad, y mientras tanto, dejamos pasar inadvertidas las pequeñas felicidades, que son las únicas que existen”.

Por otro lado, mientras los diarios se llenan de erratas y de crónicas veraniegas que parecen escritas para retrasados, ha comenzado el gran asalto al cofre del tesoro de los ciudadanos españoles. Setenta mil millones por un lado, veinte mil millones, anualmente, por otro. Esto sólo para Cataluña. A saber lo que saqueará el País Etarra, Parásito Mayor del Reino. Y no hablemos de lo que pagará Sánchez a los traidores (¿ya podemos llamarlos así?) nacionalistas regionales en términos de soberanía española y de igualdad.

Tal vez lo más digno de estudio sea el enfrentamiento entre libertad y civilización, representada por la derecha, y la sarna reaccionaria, involucionista, racista y sacro-comarcal, que encarnan los nacionalistas tribales

Este abyecto puterío político, todo hay que decirlo, no deja de ser interesante; es como dedicarse al estudio de una colonia de alimañas, digamos garrapatas, o crías de tiburón, que ya sabemos que comienzan a devorar a sus hermanos en la barriga misma de la madre. Así España. Pero. Tal vez lo más digno de estudio sea el enfrentamiento entre libertad y civilización, representada por la derecha, y la sarna reaccionaria, involucionista, racista y sacro-comarcal, que encarnan los nacionalistas tribales.

Es obvio, a estas alturas, que los sediciosos antiespañoles y separatistas vascos y catalanes operan desde una posición que proclama ¡y exige! La aceptación de la superioridad de catalanes y vascos en relación al resto de los ciudadanos españoles. Una posición que niega la igualdad de los españoles libres e iguales. Ahora bien, lo asombroso, es que los representantes del Estado español y de los ciudadanos españoles, ¡se comportan como si los traidores tuvieran razón!, ¡como si los españoles libres e iguales a los que están obligados a defender fueran en verdad inferiores!

¿Y el futuro? Dice el señor Moreno Bonilla que el presente y el futuro del PP es Feijóo. Bueno. Entonces los españoles libres e iguales estamos muy jodidos. Un tipo esencialmente blanducho y corporativo como Feijóo, jamás declarará la guerra que debe declarase al PSOE y sus tribus antiespañolas aliadas. Guerra sin cuartel. Un tipo como Feijóo y su camarilla de carcamales y carcamalas (hay que ser inclusivo), nunca comprenderá que, ya lo dijo el maestro Revel: “Las ideas de izquierda son una contraseña, un vínculo tribal, no un método de acción para mejorar la condición humana”.