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Opinión

Pedro, ¡súbete al tractor!

Pedro, ¡súbete al tractor!

No imaginó Pedro Sánchez que el primer conflicto social de su legislatura estallaría en el campo, un territorio olvidado en el que sólo retoñan las plegarias no atendidas: desde la indefensión que manifiestan los agricultores y ganaderos, pasando por los precios de venta por debajo del coste de producción hasta un escepticismo cada vez mayor sobre la eficacia de la UE o la competencia desleal de los productos extracomunitarios.

La ministra Yolanda Díaz sacó a pasear el desparpajo urbanita y echó gasolina al asunto, ¡qué va, qué relación va a tener el aumento del salario con el campo! Los representantes sindicales añadieron más leña al fuego y llamaron a los agricultores “derecha terrateniente y carca”. Curioso: uno de los convocantes de las protestas es la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos. Tanto hablar de la España vacía y vaciada, y resulta que los vino a buscar a Madrid.

Empujados por el disgusto, los productores y ganaderos llevan una semana recorriendo España y han llegado esta semana a la Glorieta de Atocha. Ahí, frente al Ministerio de Agricultura, empezó el baile. A Santiago Abascal lo apearon de la foto y eso que el líder de Vox aseguró que su partido es el único que ha hablado de la defensa del campo. Después de hacerse el huidizo, Pedro Sánchez bajó del Falcon y se subió al tractor para apuntar como culpables a las grandes cadenas como Mercadona, Carrefour, DIA o Alcampo.

Sánchez bajó del Falcon y se subió al tractor para señalar a Mercadona, Carrefour, DIA o Alcampo

En su más reciente novela, Serotonina, el escritor francés Michel Houellebecq adelantó el malestar que sentía el campo francés. Florent-Claude Labrouste, un ingeniero agrónomo de 46 años, descubre en una gasolinera en Almería que su vida no merece la pena. Tras regresar a París, abandona su trabajo para el Gobierno como intermediador entre los productos agrícolas franceses y la Unión Europea. Sumido en la depresión, comienza a tomar Capotorix, un medicamento que activa un neurotransmisor de la felicidad, pero que tiene como efecto secundario la reducción de la libido.

Así como en sus anteriores novelas Mapa y territorio o Sumisión, en Serotonina, el premio Goncourt retoma la foto de un paisaje social y anímico crepuscular. El campo se seca y empequeñece con la misma fuerza que el deseo de Labrouste. Como buen habitante de su obra, y de su tiempo, al personaje de Houellebcq le repugna la eco-responsabilidad de los parisinos burgueses y los acuerdos de libre comercio que han acabado con los productores franceses. Señala el malestar de los olvidados de la globalización. Abre el poso euroescéptico al que van a zambullirse unos cuantos.

En su novela, Houellebecq muestra a un sector agrario aplastado por la industrialización e incluso por la relación comercial con la Unión Europea

Las novelas de Houellebecq suelen leerse en clave premonitora. Vaticinó aquellos atentados en Tailandia, también satirizó a una Francia azotada por el terrorismo islámico.  Florent, que recorre toda la Francia de provincias –al igual que lo hacía con la excusa de la Guía Michelín en Mapa y Territorio-, se pasea por enormes granjas industriales donde se crían pollos, muestra a un sector agrario aplastado por la industrialización e incluso por la relación comercial que traza la Unión Europea. Podría decirse que la novela del francés traía dentro a los chalecos amarillos que meses después estallaron en el rostro de Macron. La pregunta es, acaso, si ocupado con tanto progresismo, Sánchez estará a tiempo de bajar del Falcon y darse un paseo en tractor para ponerse al día, y calmar los ánimos.

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