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Opinión

El Gobierno, zona catastrófica

El Gobierno, zona catastrófica

Cuando una tormenta de nieve paraliza la actividad en la capital es tradición que provoque otra tormenta de carácter político. La que cayó en Madrid en 2009 y a la por entonces ministra de Fomento con Zapatero, Magdalena Álvarez, se recuerda envuelta en cierto surrealismo, pues el cierre del Aeropuerto de Barajas se produjo por cinco centímetros de nieve. Las críticas de lo que entonces era oposición y de los medios informativos justificaron un costosísimo y esperpéntico desplazamiento a Siberia de la ministra andaluza y toda su cohorte, a fin de empaparse sobre cómo funcionan allí los aeropuertos y las nevadas. De aquel viaje poco se aprendió, salvo su incapacidad para seguir al frente del departamento.

La borrasca Filomena, la más bella y virulenta que se recuerda en Madrid, con cuarenta centímetros de nieve en pleno corazón de la ciudad, seguida de heladas con mínimos históricos, no ha provocado, sin embargo, que las primeras críticas se dirijan contra el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, a pesar de los centenares de coches que quedaron atrapados en autopistas competencia del Estado, el cierre del aeropuerto y el abandono absoluto de miles de pasajeros. Las críticas se las han llevado los ciudadanos madrileños. Críticas por inundar las redes con fotos disfrutando de la nieve en el centro de la ciudad, tras un año durísimo y cruel para Madrid. Quejas porque en televisión se ha dedicado más espacio a las imágenes de personas esquiando en Gran Vía que a las de un campo de vacas nevado en los montes de León, estampa que, por lo demás, suele aparecer todos los años en todos los telediarios. Para una vez que el tiempo es verdaderamente noticia, se quejan porque sea en Madrid. En esta ocasión, la gran nevada ha servido como un inequívoco detector de las limitaciones intelectuales y morales.

Los motivos de la crítica han ido desde la inexistencia de una máquina quitanieves en cada una de las 8.000 calles del callejero madrileño hasta la invitación de los dirigentes del PP a la colaboración ciudadana para retirar la nieve de sus propios portales

Este episodio meteorológico, cuyas gélidas previsiones han sido superadas por la avalancha de nieve, viento y hielo, ha servido de excusa a la izquierda para culpar a Almeida y a Ayuso. Los motivos de la crítica han ido desde la inexistencia de una máquina quitanieves en cada una de las 8.000 calles que componen el callejero madrileño hasta la invitación de los dirigentes del PP a la colaboración ciudadana para retirar la nieve de sus propios portales. "¡Que nadie ayude!", gritaron los de la gente. "¡Para eso pagamos impuestos!". ¿Quién, Echenique? “Esto ha pasado porque han desmantelado lo público”. ¿Acaso había en Madrid una red de quitanieves oculta en cada calle que ha sido eliminada?

“Lo público”. Probablemente sea el concepto clave, y la mayor mentira en la que aún se refugia el sectarismo identitario de la izquierda. No se refieren a los recursos de todos puestos al servicio de la comunidad. Lo público es exclusivamente lo que deciden ellos, y normalmente para ellos. En este caso, invocado con la cursilería y el infantilismo propio del niño dictador, criado entre algodones que a todos reclama y exige con ira y con desdén, pero se desentiende de lo que necesitan quienes lo rodean. ¿Pablo Iglesias, Pedro Sánchez?

Despilfarro de la Sanidad

El desmantelamiento de lo público como causa de todos los males en Madrid es un discurso alejado de la realidad y sin ningún interés hacia la verdad. Ya se esgrimió en el inicio de la pandemia, tras haberse incrementado en Madrid el presupuesto de Sanidad durante varios años y tras haberse construido ocho hospitales. El hecho de que municipios humildes y muy poblados tuviesen un hospital, el caso de Parla, fue catalogado en su momento por el socialista Rafael Simancas, como un despilfarro de dinero público. Así han considerado también al Hospital Isabel Zendal, destinado a una pandemia en plena pandemia.

Si ha habido un desmantelamiento de lo público ha sido, más bien, en lo relativo al Ejército y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Los únicos que siempre han estado en las peores situaciones y los más difíciles escenarios son a quienes niegan la equiparación salarial y sufren la falta de medios materiales.

La ola de frío ártico que asola todo el país y que el propio Gobierno de la nación ha calificado como “la peor crisis meteorológica en 70 años” no ha impedido negar a miembros del Ejecutivo la solicitud de auxilio de Madrid, incluso antes de ser formalizada. José Luis Martínez Almeida, que es un poco el alcalde de todos los españoles, sugirió la previsible necesidad de declarar zona catastrófica ante los daños sufridos por el tsunami de nieve y hielo que ha paralizado la ciudad. Como el reflejo de una rodilla tras ser golpeada con una mano, Marlaska exclamó: "¡No!". Posteriormente declaró que lo estudiarían, tal y como hizo Salvador Illa sobre la realización de test en farmacias.

Ha sobrevenido Filomena mientras se encuentra vigente un estado de alarma de seis meses que delegó lo indelegable en las administraciones autonómicas. Ahora el Gobierno pretende delegar las catástrofes naturales en las administraciones locales, a las que envía sólo el 20% de las unidades de la UME. A Sánchez sólo se le espera para la foto, a Iglesias ni para eso.

Esta declaración supone una batería de ayudas y de exenciones fiscales a unos ciudadanos ya empobrecidos en una economía de subsistencia para quien haya sobrevivido a aún latente crisis de la covid

La declaración de zona afectada por emergencia es aplicable a aquellas situaciones cuya magnitud requiera para su recuperación la intervención del Estado ante los daños provocados. Esta declaración supone una batería de ayudas y de exenciones fiscales a unos ciudadanos ya empobrecidos en una economía de subsistencia para quien haya sobrevivido a aún latente crisis de la covid.

La resistencia del Gobierno en aprobarlo, muy distinta a su obsesión en declarar el estado de alarma exclusivo a Madrid en septiembre, quizá no se base únicamente en su objetivo de poder, de domeñar una región y una ciudad que considera políticamente objetivo a batir, sino en la ausencia de fondos. Un Gobierno con unos Presupuestos irreales y cuya única esperanza para sufragar sus ansias expansivas ministeriales son unos Fondos europeos que no terminan de llegar, recuerda al mes de abril. Entonces, ante el desabastecimiento de mascarillas, el Gobierno con la pretensión de ocultarlo, desaconsejó su uso “porque eran contraproducentes”.

La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, se ha desentendido de todo en una bochornosa deriva del problema a los seguros privados. Si, en primer lugar, se resiste a gastar el dinero público para lo que genuinamente fue recaudado, para ayudar ante una emergencia que ha destrozado lo común y provocado daños que no siempre pueden asumirse de forma individual. Si tampoco se coordinan los recursos disponibles, no se pagan ERTE, y no se protegen los derechos fundamentales de todos los españoles en Cataluña y País Vasco, cabe preguntarse: ¿han desmantelado ya el Estado? El panorama verdaderamente desolador es que el Gobierno de la nación sea la auténtica zona catastrófica.

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