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Opinión

Náusea en las Ramblas

Imagen de archivo de los atentados del 17 de agosto de 2017 en Barcelona

Cualquier atrocidad, cualquier masacre, cualquier muerte, desaparición o violación, si no se investiga, si no se tienen datos, se cierra en falso y muere la verdad. Y sin verdad y con falsedades, todas las familias que perdieron a los suyos -léase los atentados de las Torres Gemelas, los de Atocha o la masacre de las Ramblas de Barcelona-, no pueden rehacer su vida. Para rehacer la vida tras una pérdida hay un duelo y un mirar hacia delante y sin saber la verdad eso es imposible. En los atentados de las Torres Gemelas se supo siempre la verdad desde el primer momento, nadie, ni desde el ámbito político ni desde el policial, desde el puro y duro de la investigación, ocultó ni falseó nada, como sí que se intentó en los atentados de Madrid del 11-M.

“Que nadie se equivoque”, decía Aznar, “ha sido ETA”. Esa era la realidad de Aznar, la realidad con la que intentó convencer a directores de medios de comunicación, la realidad que mejor le venía para afrontar las elecciones. Nada que ver con la verdad, nada que ver con las investigaciones de los atentados, que horas después de cometerse ya habían descartado la mano de ETA. El mismo Otegui lo apuntó. No podemos decir que Otegui no sabía qué hacía la banda terrorista. En esto seguro que coincide Aznar.

Vomitivo es querer ocultar la verdad a los ciudadanos, como hizo Aznar, y vomitivo es también generar conflicto donde no lo hay

En los atentados en Estados Unidos una cosa sí que quedó clara, y es la falta de coordinación entre los servicios de inteligencia. Al igual que está pasando ahora aquí, tras las investigaciones periodísticas que aportan luz a la masacre de las Ramblas de Barcelona. Es evidente que todos tenemos derecho a saber qué ha pasado y qué falló, porque sólo de esa manera se podrán revertir posibles muertes futuras. Reconociendo los fallos y arreglándolos, no hay más. Pero de exigir saber toda la verdad, de llegar hasta el final en la investigación de la masacre a vincular esta con la “guerra” Estado-causa independentista, va un trecho que produce náuseas.

Vomitivo es querer ocultar la verdad a los ciudadanos, como hizo Aznar, y vomitivo es también generar conflicto donde no lo hay. El problema real es la falta de comunicación entre los ámbitos policiales involucrados en la investigación; y que el análisis de la información recogida nos permita construir la verdad que se merecen las víctimas y sus familiares. Honestidad y rigor, no se pide mucho más. Los afectados merecen saber y la sociedad también.

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