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Opinión

Ministra de Hacienda: cierre usted su tienda

Sepa usted que los impuestos son una cosa tan seria como detraer coactivamente a un individuo una buena parte de los recursos que ha generado con su trabajo. No es de recibo utilizarlos para sus juegos partidistas

Alguien dijo alguna vez que la política es la única profesión para cuyo ejercicio no se exige conocimiento alguno. Nunca me gustó especialmente la frase pues, siendo objetivamente cierta, admite ser interpretada como una manifestación ocurrente de un sentimiento antisistema. Pero es imposible no admitir que algunos políticos se empeñan en acreditar diariamente su veracidad. María Jesús Montero está entre los que se llevan la palma.

Nada obliga a que un ministro sea el mayor experto de las materias de su Ministerio, ni siquiera a que las conozca en profundidad. Basta con que sepa aprovechar el know how del capital humano existente en su Departamento para gestionar éste y representarlo con la mínima eficacia y seriedad exigibles.

En la dirección expuesta, es generalmente reconocido que nuestro Ministerio de Hacienda cuenta con un ejército de magníficos técnicos. Los inspectores de Hacienda, los interventores del Estado, los Inspectores de los Servicios, los ingenieros y técnicos informáticos destinados en la estructura ministerial, todos ellos conforman un panel inigualable de capital humano que, de aprovecharse eficazmente, constituyen un formidable instrumento para el servicio de los intereses generales.

Ha instalado en su despacho una boutique low cost de propaganda política desde la que emitir los mensajes más falaces y ondear las banderas del oportunismo más ramplón

Lejos de aprovechar con eficacia lo anterior, la actual ministra de Hacienda ha instalado en su despacho una boutique low cost de propaganda política desde la que emitir los mensajes más falaces y ondear las banderas del oportunismo más ramplón.

Se ha podido percibir así en su particular cruzada contra la Comunidad de Madrid, a la que ha acusado sucesivamente de ser un paraíso fiscal -demostrando ignorar lo que es ésto-, de practicar dumping fiscal -evidenciando desconocer en qué consiste esta práctica-, o de ser insolidaria -ignorando los datos cuantitativos de la aportación madrileña al Fondo autonómico con el que se financian los servicios públicos fundamentales en toda España-. Si hubiera consultado a la Secretaría General de Política Fiscal Territorial del Ministerio de Hacienda se le hubiera explicado la falsedad de sus afirmaciones.

Se percibió también cuando apoyó la estrambótica propuesta del presidente valenciano, consistente en crear un nuevo impuesto cuyo hecho imponible fuera tener la residencia en Madrid. Si hubiera consultado a la Dirección General de Tributos habría descubierto que la pretensión de Ximo Puig suponía anatemizar a los madrileños.

Se ha percibido asimismo cuando se refiere a las subidas tributarias que nos ha impuesto su Gobierno y al “impuestazo” que proyecta imponernos recurriendo a esa manida y simplona idea: "¡Que paguen más los que más tienen!" Si hubiera escuchado a los opositores que estudian para ingresar en su Ministerio habría aprendido que la multiplicidad y diversidad con las que se manifiesta la capacidad contributiva no pueden embutirse en semejante ramplonería.

En ningún país miembro (salvo en España) se exige el vetusto Impuesto sobre el Patrimonio que ella y Pedro Sánchez se empeñan en seguir exigiendo a los españoles

Desgraciadamente, se percibe al comprobar los varios saltos en el vacío que ha obligado a realizar a sus expertos fiscales para cumplir con el encargo recibido de proponer en su Libro Blanco la prohibición a la Comunidad de Madrid de dar a sus residentes el mismo trato fiscal que reciben todos los residentes en la Unión Europea. En ningún país miembro (salvo en España) se exige el vetusto Impuesto sobre el Patrimonio que ella y Pedro Sánchez se empeñan en seguir exigiendo a los españoles. Prohibir que la presidenta Díaz Ayuso aplique a los madrileños una fiscalidad europea es ir contra la Historia y hacerlo tan solo por banderías políticas.

Pero entre lo percibido, clama ya al cielo que nuestra querida ministra encargara a sus expertos ¡analizar la fiscalidad con perspectiva de género! Pero ¿Qué broma es esta señora Montero? El género no constituye indicio alguna de capacidad de pago. Si hubiera preguntado a la Agencia Tributaria le habrían enseñado que en ninguno de nuestros impuestos se modula la caga tributaria exigida al contribuyente en razón de su género.

¿Pretendía usted que así fuera con la reforma que proyecta? O, sencillamente, su pretensión era aprovechar cualquier circunstancia, incluso los trabajos preparatorios de una reforma fiscal, para enarbolar de manera improcedente y oportunista una bandera de su credo político. Sepa usted que los impuestos son una cosa tan seria como detraer coactivamente a un individuo una buena parte de los recursos que ha generado con su trabajo. No es de recibo utilizarlos para sus juegos partidistas.

Se publicaban el sábado unas manifestaciones de José Bono en las que opinaba que Montero (la otra) y Belarra no podían seguir siendo ministras, basando su afirmación en la posición que mantienen ambas ante el criminal asedio que sufre el pueblo ucraniano. Si Pedro Sánchez le hiciera caso, que no se lo hará, podría aplicar aquello de dos por el precio de una y cambiar al tiempo a la titular de Hacienda.

Como para desgracia de los españoles las tres van a seguir en el Gobierno, bueno sería que por lo menos la Montero de Hacienda se dedicara a gestionar seriamente su Ministerio apoyándose en el magnífico equipo humano del que dispone y cerrando la boutique de marketing político que tiene abierta en su despacho.

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