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Opinión

Mexico se vacuna de surrealismo

Primero cayó China. Después, el sudeste asiático (pero menos). Luego fue Irán (del que ni nos acordamos). En Europa, nosotros y los italianos anhelamos el día en el que podamos llorar a nuestros fallecidos en paz. Estados Unidos empieza a estar desbordado. Argentina y Perú se encerraron tras dispararse el pánico global. Después, Brasil. Y hoy el horror lo vive Ecuador, cuyas dramáticas imágenes de gente muriendo en las calles circulan por las redes.

El mundo ha quedado en vilo, y una estupefacta humanidad intenta vislumbrar cómo será la vida en la calle una vez superada la emergencia sanitaria. Pero parece que la realidad en México es otra. Es como si el gobierno mexicano hubiese apostado por una buena dosis de su característico surrealismo para vacunarse contra el Covid-19. Algo que resulta muy extraño (una forma sutil de escribir ‘cuestionable’), porque cuando el Norte de Italia y corazón de España se dirigían hacia el desastre sanitario, el presidente mexicano tenía otras prioridades, como celebrar la venta/rifa (o lo que haya sido eso) del avión presidencial, así como continuar con una gira por el interior del país en la que no se privó de abrazar y saludar de mano a sus seguidores (como detalladamente aquí lo reseñó Alberto Sierra)

Es extraño porque a simple vista es como si los muertos ajenos para el gobierno de México fuesen sólo eso… muertos ajenos. Pues mala noticia, porque si algo nos ha enseñado este virus es que, a estas alturas, ya nadie es ajeno.

El descubrimiento francés

Cuenta la leyenda que André Bretón conoció el surrealismo in purezza hasta aquella visita suya a México en 1938. Fue cuando un gentil carpintero le entregó una especie de rombo amorfo con tres patas. Lo que Bretón le había pedido era una mesa; una que él mismo había dibujado en un boceto. Y el amable maderero se había limitado a recrear estrictamente lo que había en el papel: en dos dimensiones. “Este país es el más surrealista del mundo”, dicen que sentenció el autor de El arte mágico. Una opinión que, por cierto, también compartía Salvador Dalí.

Y es que el surrealismo en México aparece siempre. Y la política no es una excepción. No hay más que ver las estrambótica gestión de Andrés Manuel López Obrador  (le dicen AMLO) durante esta crisis sanitaria, económica y política mundial. ¿Por dónde comenzar? ¿por su invitación a “abrazarse” durante la misma semana que Italia hacía saltar las alarmas del mundo entero y que España bajaba la cortina? ¡Ah sí! Esa misma semana en la que lo único que le importaba era que finalmente se cumplía su capricho tener un billete de la lotería conmemorativo del avión presidencial que pretendía vender/rifar en un “sorteo”.

Cuando Donald Trump  ya había cancelado todos sus vuelos con Europa, Italia era sinónimo de desolación y los mercados se habían desplomado, la medida estrella del gobierno mexicano era la “sana distancia”

O, tal vez, cuando no hace tanto, en lo que no puede ser interpretado como otra cosa que un desatino mayúsculo, colgó en Twitter los vídeos de él mismo abrazando y repartiendo muestras de afecto con sus seguidores. ¿Protocolo sanitario? Bah, eso al populismo no le importa. Cuando Donald Trump  ya había cancelado todos sus vuelos con Europa, Italia era sinónimo de desolación, los mercados internacionales se habían caído y el precio del petróleo desplomado, la medida estrella del gobierno mexicano era la “sana distancia”. Sí, así de ambiguo, así de surrealista.

Es cierto que la realidad económica mexicana le impide a muchas personas frenar en seco, en especial al sector del comercio. Y aunque buena parte de la población sí que se ha encerrado y sometido a la pertinente cuarentena, por desgracia aún quedan establecimientos ajenos a estas medida, hay personas reuniéndose en casas o en parques, hay quien cree que esto es una especie de vacaciones, y, sobre todo, hay quien todavía no comprende la dimensión del espanto terrible que este virus ha causado en el mundo. Y parece como si toda medida allí tuviese que ser más laxa, como si estuviese obligada a llegar tarde.

Los muertos que parecen ajenos

El Covid-19 en México ha dejado, hasta ahora, y según cifras oficiales (se cree que hay muchos más), medio centenar de muertos y cerca de 1.500 contagios. Ahora bien, ¿por qué sus gobernantes habrían de darle ese halo de letalidad cuando acaban de vivir el mes más violento de su historia? Sí, en marzo se registraron 2.585 asesinatos. Gente matando gente en un país en el que cada mes resulta ser “el más violento de la historia”.

Puesto así, parece que allí tienen otras urgencias, que han de hacer frente a otras pandemias previas. Puesto así, la fragmentación social ha resultado más virulenta y contagiosa que el mismo coronavirus. Puesto así, la desgarradora y surrealista realidad mexicana, nuevamente, sitúa el asunto en otra perspectiva. Puesto así, desafortunadamente hay muertos que siguen pareciendo ajenos (aunque definitivamente no lo sean).

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