Opinión

Budó, ay mi Budó, manojito de claveles

Meritxell Budó.

Siempre puede haber un peor, dicen, y en el caso de la portavocía del Govern de la Generalitat es completamente cierto. Tras Elsa Artadi y su look a lo Clark Kent en femenino y rubio – Elsa Hartazgo la llamaba un día un amigo y compañero socarrón - que tanto nos hizo sufrir con sus balbuceos políticos de parvulita y sus océanos de ignorancia, ha llegado una farmacéutica llamada Meritxell Budó, ay mi Budó, manojito de claveles, capullito florecío, por ti yo pierdo el sentío. Sinceramente, la ha hecho buena porque, a su lado, Artadi es poco menos que un modelo de oratoria y sapiencia. El estreno de doña Meritxell fue de traca, al mantener con la prensa una dura batalla aritmética que hizo estremecer indudablemente en sus respectivos sepulcros a los mismísimos Pitágoras de Samos, Leonhard Euler, Carl Friedrich Gauss y Bernhard Riemann. Creo que aun están con el tembleque.

Aunque todo el mundo sepa que 18 es una cifra superior a 15, cosa que se aprende solo mirando Barrio Sésamo, ya saben, dentro, fuera, arriba, abajo y vamos a cantar la canción del uno, la lógica no pertenece al mundo separatista. Debe ser culpa de Madrid, Newton y el liberalismo inglés. La señora Budó, farmacéutica, ella, o sea que presumiblemente ilustrada, defendió en una de sus primeras apariciones estelares on the rocks a capa y espada que, en el consistorio barcelonés, tras las últimas elecciones municipales, se había producido un extraordinario triunfo separatista. Calculadora en mano, los compañeros de la canallesca le preguntaron que de donde sacaba eso, porque la suma de Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP les dieron hace cuatro años 18 concejales, mientras que en estas últimas la suma daba solo 15, habiéndose incluso quedado la CUP fuera del ayuntamiento. Es decir, tres menos.

Uno ya comprende que Ernest Maragall pueda sumar los concejales de Colau al invento, por aquello de ver si le soplan la flauta por casualidad y en una de estas acaba siendo alcalde. Tales amaños tienen un par de pases torpones y recortados, vamos, de esos que tiene un novillero en una mala tarde de corrida de ferias. Ah, pero la señora Budó no hacía tales cábalas, sino que afirmaba emperradísima una y otra vez que había sido un triunfo, que tenían mayoría separatista y que aquí paz y después gloria. Poco más o menos lo que le pasó a Torra cuando Lidia Heredia tuvo que recordarle los diputados que hay en el Parlament y los votos que representan, porque el hombre hablaba de que en Cataluña más de un 80 por ciento comulgaba con su rueda de molino estelada. Que tenga que rectificarte Heredia, portavoz del Pravda separata en TV3, tiene su qué.

Pero, y ahí viene la esperanza que tenemos algunos depositadas en Budó, ay mi Budó, manojito de claveles, la portavoz de la nada se empeñó ayer en no querer responder la pregunta de una compañera. El motivo: había sido formulada en castellano, y Budó, a pesar de tus desprecios yo no te puedo olvidar, me acuerdo de aquella copla que un día te oí cantar, con la carita de susto de cuando el profesor te llamaba al encerado para resolver integrales, dijo que las preguntas debían formularse en catalán. Luego, ya si eso, en el turno de respuestas en castellano se debía formular en el idioma de Quevedo la pregunta, cuidadín, siempre que antes se hubiese formulado en catalán. Le faltó añadir que todo tenía que acompañarse de una declaración jurada ante notario, tres testigos, dos pólizas y el certificado de vacunación contra el tifus, el moquillo y el piojo verde.

Ella, con el tartamudeo propio de una novia que se encuentra por primera vez ante el obispo de su diócesis, dijo que aquello era lo que le había dicho su equipo

Lógicamente, la periodista le dijo que nones con una dignidad enorme que aplaudimos desde aquí, y que tenía perfecto derecho a preguntar en castellano lo que quisiera, aunque nadie lo hubiera hecho previamente en catalán. Pero Budó, ay mi Budó, que fue mentira todo lo que me juró y mis ojos lloran tras la celosía por aquel cariño que se marchitó, se atrincheró igualito que el día de las sumas y las restas. Un compañero le advirtió a Budó, ay mi Budó, de pensar en tus quereres voy a perder el sentío, porque te quiero mi vida como nadie te ha querío, que esa norma se la acababa de sacar de la manga, pero ella, con el tartamudeo propio de una novia que se encuentra por primera vez ante el obispo de su diócesis, dijo que aquello era lo que le había dicho su equipo. Y hala, a casita, que es tarde y hay que comer.

¿Se puede ser más tiernamente separata, más incompetentemente dulce, más almibaradamente discriminatoria? Pues no, la verdad, y es de agradecer que nos hayan endilgado esta portavoz para demostrar que ser supremacista, pasarte la legalidad por el forro – recordemos que el español es idioma oficial en todo el territorio nacional y por lo tanto de uso legal – y menospreciar a la mayoría de catalanes es algo de lo que, dejando la lógica y justa indignación a un lado, puede hacernos reír. Porque lo de esta señora es de sainete, tan catalaneta como pretende ser y, ya ven, es lo más parecido a un personaje de los Quintero, de Pemán o de Arniches. Ah, perdonen, se me olvidaba: que dimita, que la diversión no es privativa de la legalidad.