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Opinión

Medidas populistas en tiempos impopulares

En todo este entramado populista, somos nosotros, Europa, el eslabón más débil, los eternos descalificados en “semis”

Ciudadanos ucranianos montan barricadas en el centro de Kiev. Efe

Días atrás hemos recibido una mala noticia: se nos va un inquilino. Y otra mala para él: se ve obligado a cerrar su negocio en España. Tras casi dos años desde que montó una empresa de fabricación de mascarillas, se ve abocado al cierre por la escasez de demanda en España. Toda su producción actual se exporta a Alemania y, por ello, no tiene sentido seguir teniendo una sucursal aquí, se queda en Alemania como único centro de operaciones.

Nuestras instituciones públicas prefieren confiar en China, para variar, en detrimento de apoyar a la red empresarial nacional. ¡Qué curioso! Antes sí, ante la inminente necesidad, pero en vez de seguir confiando en ellos, prefieren volver la vista hacia el gigante asiático.

Parece que seguimos sin aprender la cara “B” de la globalización y la deslocalización: la continua dependencia en una cadena de suministro internacional que, ante el mínimo fallo en uno de sus eslabones, se va al traste.

¿Nadie se ha preguntado que, si sigue subiendo latemperatura en todo el planeta, los resorts vacacionales y segundas residencias estivales se tendrán que situar más al norte de Europa?

Preferimos seguir sufriendo pequeños percances y retrasos en lugar de potenciar la industrialización de un país que abandera 'el ladrillo' y 'el turismo' como principales motores económicos, podrían ser, al menos en parte, mitigados. ¿Nadie se ha preguntado que, si sigue subiendo la temperatura en todo el planeta, los resorts vacacionales y segundas residencias estivales cada vez se tendrán que situar más al norte de Europa? ¡Díganme la sostenibilidad de este sistema económico!

En estos duros tiempos en los que parece que el intervencionismo de los sectores estratégicos (véase la creación de un impuesto especial para las entidades financieras y compañías energéticas) se convierte en la principal receta para esta enfermedad llamada "inflación", volvemos a comprobar que existen nacionalismos de primera y segunda clase. Los primeros, únicamente reservados para un nacionalismo populista y los segundos, para un nacionalismo impopular y libertario que busca en medidas que, quizás penalicen los principios sobre los que se asienta un capitalismo (deseablemente moderado), pero que llevan a fortalecer el tejido empresarial español, la iniciativa emprendedora y, en última instancia, la libertad individual.

Frente a las medidas de “te rompo una pierna, pero te doy una muleta” (te subo impuestos, pero luego te subvenciono), existen muchas otras que, ubicadas también en el paraguas del proteccionismo, nacionalismo y mercantilismo propio del siglo XVII, ayudan a realizar un correctivo a un sistema global de dependencia económica que es una pobre marioneta víctima del complejo entramado de la actual geopolítica internacional.

La invasión de Ucrania, en otras muchas tristes lecciones, ha vuelto a constatar un gran hecho: el pensamiento Occidental, como corriente única, no ha convencido a todo el planeta y eso ha creado fricciones. Rusia, China, Brasil, India o Arabia Saudí dicen, con la cabeza erguida y de manera clara y contundente: no.

La maquinaria parecía que se engrasaba únicamente con dinero, pero parece no ser así, o al menosno ser suficiente para aquellos que rechazan el pensamiento único

Ante esta clara fragmentación ideológica, el sistema global se vuelve frágil e impredecible. La maquinaria parecía que se engrasaba únicamente con dinero, pero parece no ser así, o al menos no ser suficiente para aquellos que rechazan el pensamiento único que se ha querido imponer desde finales del siglo XX a nivel global.

Y en todo este entramado somos nosotros, Europa, el eslabón más débil, los descalificados en "semis", los que ya no jugamos la final del torneo de tenis, los que giramos la cabeza de izquierda a derecha siguiendo la trayectoria de la pelota. Mirando, en todo momento, expectantes, impacientes, rezagados e impotentes, quién se erigirá como el verdadero ganador.

Poderoso caballero es don dinero que ha otorgado alas a las aspiraciones expansionistas de unos (Rusia con Ucrania y no nos olvidemos, de China con Taiwán) gracias a la dependencia energética alemana con Rusia (el gaseoducto Nord Stream, esa gran decisión de Merkel). Y, por otro lado, alas de poder e influencia a otros (países de Oriente Próximo) en Occidente abanderando y haciendo gala de “que todo tiene un precio” (véase la celebración de la copa mundial de la FIFA en Catar).

¿Queremos seguir viviendo en esta doble moralidad? Siempre ha habido, y habrá, de primera y de segunda clase. Pero el dinero, en este sentido, sí hace una excepción. No hay algo más popular y populista.

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