Opinión

Mártires climáticos

El cambio climático es un mal que al parecer se combate con impuestos y sin acceso a la energía en el hogar

Efectivos de bomberos durante el incendio de la Sierra de la Culebra, a 18 de junio de 2022 Emilio Fraile / Europa Press

Últimamente nos piden que seamos creyentes de cualquier cosa, del feminismo, del cambio climático, de lo vegano, de la ciencia —que es como llama el PSOE a su último ideario. De todo salvo de Dios, al que hay que ocultar para esconder la nadería posmoderna. Incluso se ha extendido la denuncia de no creer ¡en las autonomías! Una ridícula identidad administrativa de carácter místico. No quieren votantes, sino feligreses. Estas acusaciones mediáticas y políticas se pronuncian en tono de profesional del visillo con la misma expresión: “Usted no cree”, “negacionistas”. La nueva generación believer, sin sueños y llena de miedo y fanatismo.

Todo es una emergencia. No hay tiempo ni para el verano, en el que moriremos por covid o abrasados, según el momento en el que encienda la televisión. El delirio apocalíptico climático de Greta desapareció en cuanto llegó una emergencia de carácter real, como la pandemia. Y tras un tiempo de secuestro global por el miedo al contagio, el peligro del virus que vino de China dejó de ser una emergencia el día que un tanque ruso cruzó la frontera de Ucrania. Curioso que cada vez que la muerte se hace tangible, la emergencia climática se suspende. Pero no el estado de terror.

Criminalizar el bienestar es necesario ante la resistencia del hombre a morir en la miseria. Poner la calefacción te convertía en un criminal de guerra ruso

Tras los años perdidos de la pandemia parece haberse decretado la segunda Intifada climática a fin de recuperar para la causa los fondos no extraídos durante ese periodo. La ofensiva es absoluta. Biden pretende decretar el Estado de emergencia climática porque el Congreso, que no controla, no quiere destinar los fondos a las medidas fundamentalistas que persiguen borrar la huella de carbono de la especie humana, borrando todo bienestar de la población, salvo el de la élite. Al ecologismo, al igual que al animalismo, le sobra usted en el planeta.

El cambio climático es un mal que al parecer se combate con impuestos y sin acceso a la energía en el hogar. La pobreza es la solución. Criminalizar el bienestar es necesario ante la resistencia del hombre a morir en la miseria. Poner la calefacción te convertía en un criminal de guerra ruso y poner el aire acondicionado provoca incendios que matan.

Sánchez llegó a Extremadura en Falcon y Súper Puma para subirse a un tren lento y culpar de los incendios al cambio climático. Hay dos muertos, un desaparecido y escasa explicación por parte de las autoridades, autonómicas y nacionales, gestoras del desastre del campo sucio, sin cortafuegos, lleno de hierbajos, que ha creado el combustible necesario para hacer de una chispa un fuego incontrolado. La prensa, destinada a la guerra profana climática, no menciona exigir responsabilidades penales a los responsables de la incendiaria burocracia ecologista, que ha expulsado al hombre y al ganado del campo hasta convertirlo en un peligro.

No se toman medidas posibles e inmediatas para evitarlas, como destinar fondos a que todos los hogares de zonas más expuestas cuenten con aire acondicionado o modificar la burocracia forestal

Sánchez, sobre la tierra quemada que es España a su paso, afirmó que “el cambio climático mata”. Un ente difuso sobre el que no tiene competencias, pero le mantiene en la impunidad. Bajar el aire acondicionado no va a limpiar el campo de maleza, pero destinar dinero público a estos servicios y eliminar la burocracia y las sanciones desquiciadas sobre el hombre en el monte, sí. “No nos dejan hacer nada en el campo, ni tener ganado, ni labrar, ni hacer cortafuegos”, decía desesperado un extremeño del campo. El cambio climático no ha matado a dos personas en los incendios, pero el ecologismo burocrático sí. Es hora de exigir responsabilidades sobre aquello que tienen competencias, que no es el clima, sino la gestión.

La yihad climática no parece tener como objetivo salvar vidas humanas. Se difunden cifras escalofriantes sobre estimaciones de muertes por ola de calor y no altera la agenda del clima para evitar las mismas, sino que se utilizan como justificación. No se toman medidas posibles e inmediatas para evitarlas, como destinar fondos a que todos los hogares de zonas más expuestas cuenten con aire acondicionado o modificar la burocracia forestal. Los fondos están en las políticas de igualdad. Prefieren insistir en que apague su aire acondicionado para que en un futuro lejano e incierto quizá baje medio grado la temperatura global. No hay indignación en los medios de comunicación por estas muertes, son considerados mártires climáticos, meros testigos de su relato para justificar su causa, que no parece ser la nuestra.

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