Opinión

EL DARDO DE ARRANZ

Luis Rubiales se atrinchera: Jesús Gil ha resucitado

El presidente de la RFEF, Luis Rubiales.
El presidente de la RFEF, Luis Rubiales. EFE

Lo que ha sucedido este viernes en la Asamblea de la RFEF anima a retroceder 25 años para encontrarse con Jesús Gil en todo su esplendor. Suyas son las siguientes frases: “Voy a batir el récord de querellas en España”; “La Fiscalía me persigue a muerte, pero no van a encontrar nada”; “Soy un perseguido político (…), pero nadie puede decir que yo he metido la mano en el cajón”; “A mí me pueden meter en la cárcel, me pueden llamar mafioso o narcotraficante, pero esta vez me han tocado el corazón. Han ido a por el Atlético de Madrid”.

Quien haya escuchado la intervención de Luis Rubiales habrá podido comprobar que ambos dirigentes deportivos comparten el mismo estilo y recurren a los mismos argumentos. Son los propios de los jetas que hablan de persecuciones cuando se sienten acorralados; o de los mentirosos que acusan a los demás de canallas cuando les pillan en un renuncio. Es el estilo de aquel novio de Falete que, al llegar a las mil tras una juerga se inventó que le habían secuestrado. ¿Que todos cuestionan a Rubiales por su actitud y su forma de liderar la Federación? Su respuesta era evidente. quienes me quieren matar desde hace cinco años mienten y manipulan para lograrlo.

Rubiales no lo sabe porque le afecta y le aturde, pero sólo existe algo peor que la enfermedad en el Primer Mundo, y es la ordinariez. El ser alguien tosco y simple; una de esas personas que no se elevan más de cinco centímetros por encima del firme, pero que llegan a pensar que los demás están por debajo de ese nivel y, por tanto, pueden llegar a creerse cualquiera de las mentiras que pronuncian los ordinarios para salir de los aprietos. Sólo alguien así puede ofrecer un discurso como el de Rubiales, en el que, a pesar de todo, se ha definido como la persona que ha hecho la mejor gestión de la historia del fútbol español. Desde dentro de su cuerpo, de su cerebro, de su corazón y de su caja torácica, esas palabras pueden resultar verosímiles. Desde fuera parecen desvergonzadas y cómicas.

Perdón con la boca pequeña

Cierto es que ha pedido perdón por su comportamiento del pasado domingo, pero lo ha hecho con las medias tintas de quien no se arrepiente de nada. ¿Que se pellizcó los escrotos con la diestra delante de la Reina, la infanta Sofía y las autoridades presentes en el palco? Todo fue porque, en un momento de euforia, decidió tener un gesto de complicidad con Jorge Vilda, junto a quien ha pasado muchas calamidades.

¿Que las feministas, el presidente del Gobierno, la prensa internacional y el sindicato de jugadoras han censurado su beso a Jenni Hermoso durante la entrega de medallas? Todos lo han malinterpretado y todos actúan con maldad, dado que fue un “piquito (…) sin deseo” del mismo tipo del que puede dar a una hija suya. Además, la jugadora le había cogido en brazos antes y se había mostrado de acuerdo con el gesto.

¿Que durante los últimos cinco años le han salpicado varios escándalos? Nada de eso es verdad y “no lo podrán demostrar”. Todo es culpa de Javier Tebas y de sus esbirros, dentro y fuera de la prensa. Entre los cuales, es de suponer que no se encuentran aquellos a los que ayer filtró su dimisión -eso lo ha dicho uno de ellos, Isaac Fouto- como parte de su estrategia para mantenerse en el puesto y reivindicarse con golpes de pecho ante la Asamblea. Y, de paso, para anunciar su intención de renovar y subir el sueldo a Vilda -de 170.000 a 500.000 euros al año-. Ya se sabe que, si a uno le inhabilitan o le echan, los amigos tienen que quedar blindados. Es un tipo de venganza muy común en las empresas mal gestionadas.

El fútbol es así

Como diría aquel: el fútbol es así. Es el deporte de los Jaume Roures, los Javier Tebas, los Rubiales, los Havelange, los Platini, los Grondona, los Blatter... y los mil y un milagros que se ensalzan en crónicas almibaradas, como el de aquel entrenador de trayectoria impoluta y currículum asfaltado de éxitos que nunca tomó Nandrolona, aunque la tomara. Este juego atrae a tramposos, a fondos de inversión de dudosa reputación y a dirigentes que obligan a hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué hacemos mal como sociedad para que tipos como Rubiales puedan llegar ahí? ¿Y para que se les cuestione más por un beso infecto que por el resto?

El fútbol es eso; y está claro que sus enfermedades no son sólo responsabilidad de Rubiales. Los 75 asistentes a la Asamblea también son culpables. Son los que le han aplaudido con fuerza durante su discurso. Ellos saben el porqué. También son conscientes de ello los dos representantes del fútbol no profesional que han intervenido durante el turno de Ruegos y Preguntas, en el que parecía que, en cualquier momento, se iba a lanzar una loa a Kim Jong-Un, líder supremo, inspirador de la RFEF.

Todos los personajes de este pelaje funcionan igual. Actúan con la displicencia y la arbitrariedad de los caudillos; se disculpan con tono soberbio y muestran su peor cara cuando alguien les transmite que hay estropicios que no se pueden reparar. Incluso llegan a utilizar a su entorno y a su familia como escudos, como ha hecho Rubiales hoy. Vilda, Luis de la Fuente y compañía han aplaudido esa actitud. La propia de este Jesús Gil redivivo y flaco. Que a nadie se le olvide para cuando, como siempre ocurre, afirmen que lo hicieron por obligación, por prudencia o por llevar un plato de comida a casa.