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Opinión

La ceguera de la división lingüística

El cantonalismo político, lingüístico y cultural que se va imponiendo en España es regresivo; es ceguera autodestructiva; es volver al fraccionamiento medieval

No es la lengua, es la persona
Marcha de la Diada de Cataluña Efe

La construcción de identidades personales y sociales por motivos de lengua además de ser errónea no sirve a los intereses generales de los españoles. Todo lo contrario, avanzar por esta vía lleva a crear divisiones artificiales y conflictos que distraen de lo fundamental: la unidad y el desarrollo competitivo en un mundo cambiante. El declive actual de España es notorio en la estructura de poder de la UE y en la influencia internacional. Vamos bajando, ocupados en divisiones internas que sirven a intereses de élites políticas y económicas.

La lengua por si sola no es motivo objetivo de diferenciación sociopolítica, como acreditan la mayoría de las naciones donde conviven ciudadanos con lenguas habituales distintas, compartiendo una lengua oficial común, especialmente protegida por su valor funcional, sociopolítico y cultural: Francia, Italia, Alemania, Rusia, EE. UU, Japón…La unicidad étnico-lingüística es inconsistente como factor determinante de la identidad cultural. En las sociedades abiertas es característico el multifacetismo y fluidez de las identidades lingüísticas. En espacios donde conviven diversas lenguas, como indica S. Burgen (2000) en Las lenguas de Cataluña, los ciudadanos tienen un enfoque fluido del lenguaje no ligado a la identidad; eligen distintos idiomas para expresar ideas y estados de ánimo diferentes. Actualmente las lenguas se comprenden como recursos de comunicación y aprendizaje, adaptadas al contexto vital, laboral y emocional de las personas, pero están lejos de definir un perfil identitario esencial excepto por la utilización ideológica de los nacionalismos.

Primero empezaron los nacionalistas antiespañoles, vascos, catalanes… a construir sus “naciones” erigiendo diferencias exclusivas y excluyentes generadoras de divisiones sociales: “Lengua catalana/vasca” contra “lengua española”; “nación catalana/vasca” contra “nación española”; “voto a partidos nacionalistas” contra “partidos españolistas” …Impusieron el catalán y el vascuence como lenguas identitarias beligerantes contra todo lo español. Utilizaron las instituciones autonómicas como plataformas de secesión; los medios de comunicación, como voceros de demolición de España, de sus instituciones, historia y símbolos; la escuela como semillero nacionalista con adoctrinamiento y proselitismo. Y en esta ceguera del conocimiento seguimos.

Los gobiernos nacionales del PSOE y PP siempre cedían ante la ambición de poder sin límite de los nacionalistas: más competencias estatales y mucho más dinero que al resto de españoles

Los españoles observaron, década tras década desde la Transición hasta el presente, que los líderes nacionalistas vascos y catalanes iban consolidando sus imposiciones con menoscabo del orden constitucional, entre la indiferencia de muchos, la preocupación de otros, y la lucha por la unidad de la Nación de pocos. La brecha de la división se fue ampliando. Los gobiernos nacionales del PSOE y PP siempre cedían ante la ambición de poder sin límite de los nacionalistas: más competencias estatales y mucho más dinero que al resto de españoles, usados siempre en contra de los intereses generales de España. En todo este tiempo tuvimos que soportar la guerra sangrienta de ETA, aprovechada por los nacionalistas vascos para ampliar su poder (recordemos a Arzalluz: unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces). En todo, este tiempo tuvimos que suportar la corrupción institucional de los nacionalistas catalanes, desde el caso Banca Catalana (Pujol), cerrado en falso con prevaricación del Estado, hasta los casos de corrupción económica y política, muchos de ellos condenados y otros en proceso. Los supremacistas catalanes, seguros de si mismos ante la inanidad del Estado, armaron entre 2009 y 2017 un proceso insurreccional, levemente frustrado, que todavía continua, masajeado por el gobierno Sánchez. Y los nacionalistas vascos, atentos a la jugada del despiece de España para sacar tajada soberanista.

Al inicio de la tercera década del siglo XXI, España está otra vez en la encrucijada como tantas veces en los dos últimos siglos con graves efectos para la convivencia, el desarrollo y la paz social. La Constitución ha sido desnaturalizada por la imposición progresiva de la voluntad de poder y su capacidad de erosión de los rasgos de unidad del orden constituido. Los factores de fractura consolidados y en proceso de degradación son de índole sociopolítico, económico, cultural y lingüístico. Aquí, nos centramos en estos últimos.

La unidad de la Nación, consolidada en la Edad Moderna después de la larga lucha de la Reconquista durante la Edad Media, es una constante de todo el constitucionalismo español desde el siglo XIX

En la España actual, el proceso de división cantonal se afianza con el relato del plurinacionalismo, impulsado por el Gobierno social comunista que precisa de los votos de los separatistas para continuar en el poder. El relato plurinacionalista es contradictorio con una Nación de larga trayectoria histórica como es España. La unidad de la Nación, consolidada en la Edad Moderna después de la larga lucha de la Reconquista durante la Edad Media, es una constante de todo el constitucionalismo español desde el siglo XIX. Pero, aun así, el cantonalismo se prodiga por intereses políticos, lo estamos viendo con la gestión pública de la pandemia, en la regresión medieval de las conferencias de presidentes autonómicos a bombo y trapo de banderas, en la vacuidad de sus contenidos, en las cesiones de privilegio a los nacionalistas.

Este estado de cosas, anima a vivales por doquier a inventar cantones, identidades y lenguas para tener también privilegios: hay granadinos que quieren ir a la suya, también leoneses. Algunos asturianos quieren tener lengua propia oficial, también aragoneses… Por su parte los nacionalistas catalanes están a la conquista identitaria y lingüística de Valencia y Baleares para construir los Países Catalanes, y los nacionalistas vascos siguen su penetración en Navarra, empezando por la colonización de la zona vascófona, y avanzando para construir la Euskal Herria soberana.

Todo esto no está en la Constitución, tampoco responde a la Historia de España ni crea valor objetivo. Es un error grave, preludio de frustraciones y conflictos que lastran las mejores energías.

Todas las naciones albergan en su interior diferencias en su población. El problema sucede cuando élites de poder logran construir movimientos sociales, basados en diferencias culturales esgrimidas como esenciales, en contra del poder integrador del orden plural democrático, espacio cívico de derechos y obligaciones, de seguridad y libertad.

La interacción entre persona y sociedad genera un peculiar sentido de pertenencia e identidad personal, de memoria compartida, de valores y sentimientos comunes

Las naciones perduran y progresan cuando se mantienen fuertes los factores objetivos de unión sin los cuales no hay vida social, como son la lengua común, las instituciones sociopolíticas y culturales de la Nación soberana, los relatos históricos, las tradiciones, los usos y las costumbres. Todo ello está presente en la vida individual y en las interacciones sociales. Es lo que significa sentirse español, francés, japonés…Su transmisión cultural a través de la familia y la educación dota al individuo de los contenidos objetivos de la cultura sobre los que cada persona construye su subjetividad cultural. La interacción entre persona y sociedad genera un peculiar sentido de pertenencia e identidad personal, de memoria compartida, de valores y sentimientos comunes. Es en contra de estos factores de unión donde operan los nacionalismos antiespañoles con tesón de termitas para horadar y destruir la malla compleja de significados y valores de los españoles con el fin de crear identidades enfrentadas.

Los nacionalistas catalanes y vascos han emprendido una guerra en contra de la lengua común de los españoles, eliminada de los espacios que controlan e imponen la que consideran exclusiva. Desde principios del siglo XX han creado el catalán y el vascuence como lenguas estándar: el catalán, a partir del habla de Barcelona por Pompeu Fabra en los años 30 del siglo XX; el vascuence, creado por la Academia vasca en los años 60 del siglo XX, popurrí de hablas de los valles vascongados. En ambos casos, apostaron por blindar unas lenguas uniformadas, excluyendo arcaísmos y variedades dialectales, para enfrentarse a la lengua común española.

Veamos sucintamente la evolución histórico-lingüística de España. Desde la Edad Media las gentes hispanas hablaban distintos dialectos románicos derivados del latín, pero todos se entendían, excepto los vascos. A lo largo del Camino de Santiago se instalaron gentes de otros lugares de Europa. La repoblación de ciudades conquistadas a Al-Andalus por los ejércitos reales de León, Castilla y Aragón se hizo con gentes de distintas procedencias que se comunicaban con un dialecto simplificado, más sencillo que el navarroaragonés, el castellano o el leonés, se fue expandiendo desde la meseta norte como lengua vehicular en convivencia con las otras lenguas, adoptada también por los judíos desde Extremadura hasta Tarragona. Esa lengua es el español de la que surge el castellano y no al revés (A. López,2006, El rumor de los desarraigados). Es la lengua de los Glosas Emilianenses (s. XI) y del Cantar del Mío Cid o de los textos de Berceo (s. XIII). El rey de Castilla, Alfonso X, impulsó su fijación léxica y le dio el nombre de su reino: castellano. Como expone Mª T. Echenique (2019), en “El legado de la diversidad hispánica: devenir de una forja común”, desde el principio “se iban introduciendo en la lengua occitanismos, catalanismos, lusismos, voces asturleonesas o aragonesas, porque el castellano se enriqueció a partir del contacto con las otras lenguas, al tiempo que dejaba en ellas su propia huella”.

Seis siglos de cultura catalana en castellano registra 670 autores que escriben en castellano, unos 400 en latín, casi 30 en catalán y unos 200 con formas diversas de bilingüismo y trilingüismo

Desde la Edad Moderna se consolidó como lengua común o franca con la unión de los reinos medievales. La lengua española devino lengua de intercambio entre hablantes de lenguas diferentes porque todos eran y son capaces de hablarla y entenderla. En el siglo XV, la lengua española formaba parte de la cultura catalana. Hacia 1550 la producción en castellano de las imprentas barcelonesas alcanzaba 2/3 partes de la oferta. Esta tendencia es recogida en las Memorias de Félix Torres Amat, 1836, citado por Vila-Sanjuán (2018), en Otra Cataluña. Seis siglos de cultura catalana en castellano registra 670 autores que escriben en castellano, unos 400 en latín, casi 30 en catalán y unos 200 con formas diversas de bilingüismo y trilingüismo.

El perfil sociolingüístico de España, por historia y condición jurídica es una nación plurilingüe con una lengua románica común, el español o castellano, transmitida entre generaciones a través del tiempo y, fundamentalmente, las lenguas románicas gallego, catalán-valenciano y aranés, y la lengua vasca. Además, tenemos una gran variedad de términos, acentos y modismos dialectales desde Asturias a Canarias, propios del lenguaje popular mantenidos en los usos vernáculos. Algunas élites locales y regionales, émulos de los nacionalistas vascos y catalanes, pretenden unificar estos lenguajes populares en lenguas académicas, como la fabla asturiana, con que crear otro mito identitario. Postulan: L’asturianu, llingua oficial yá!

El cantonalismo político, lingüístico y cultural que se va imponiendo en España es regresivo; es ceguera autodestructiva; es volver al fraccionamiento medieval en contradicción con nuestra historia desde la Edad Moderna. La lengua española fue el vinculo cultural y civilizatorio del Imperio español y de la primera globalización protagonizada por España entre los siglos XV y XVIII. Lengua hablada por más de 500 millones de personas en todo el mundo. En la costa occidental del Pacífico, mar hegemónico del siglo XXI, se habla español desde California hasta la Patagonia.

La lengua común es un tesoro de unión y desarrollo, pues las naciones soberanas sin lengua común, como Suiza, Bélgica o India, tienen que adoptar lenguas de otros países como vehículo común de la población.

En la Francia medieval había gran variedad de lenguas de dos grandes grupos lingüísticos: la langue d’oc (provenzal al sur e Francia) y la langue d’oil (norte de Francia). La Revolución francesa, a finales del s. XVIII, eligió la del norte y la llamó francés como lengua de la Nación moderna: “una nación, una lengua y un Estado”. La unificación de Italia, en el siglo XIX, adoptó la lengua toscana que devino lengua italiana como idioma común de la Nación.

La lengua común española se transmite entre generaciones a través de las familias y en la comunicación social como lengua popular. Corresponde al Estado su enseñanza sistemática, a través del sistema educativo como lengua estándar y culta para que todos los ciudadanos la dominen en las tres dimensiones lingüísticas: comunicativa, gramatical y discursiva.

Las Cortes Generales han eludido su responsabilidad, durante más de 40 años, sin regular los derechos y obligaciones lingüísticas y culturales de los españoles. La gestión del español ha sido dejada irresponsablemente al arbitrio de los separatistas que lo han marginado, vulnerando bienes jurídicos constitucionales con menoscabo de derechos personales, porque “todos tienen el deber de conocer el español y el derecho a usarlo” (art. 3.1. CE).

El Estado es responsable de ordenar el Modelo Lingüístico de España (MLE) con el español como lengua preferente en toda la Nación en los usos de todas las instituciones autonómicas y locales, en la educación, comunicación, economía y comercio.

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