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Opinión

La ineptitud de los organismos internacionales

Rusia es mucho más importante en el panorama económico mundial de lo que ellos mismos y los gobiernos occidentales admitieron en un primer momento

OCDE

Los distintos organismos multilaterales, desde la OCDE, el FMI, pasando por el Banco Mundial, hasta la Comisión Europea, están revisando a la baja el crecimiento económico global. De cara a escurrir el bulto ya encontraron un chivo expiatorio, la invasión de Ucrania. Ello demuestra, además, algo de lo que avisamos desde estas líneas, Rusia es mucho más importante en el panorama económico mundial de lo que ellos mismos y los gobiernos occidentales admitieron en un primer momento. Que se lo digan al Director del Programa Mundial de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas, David Basley, que a principios de este mes fue muy claro: “Estoy preguntando a los líderes mundiales, no me importa lo que sienta por Rusia, China o cualquier otro país. Los fertilizantes tienen que moverse para llevar la seguridad alimentaria al resto del mundo. De lo contrario, habrá caos en todo el mundo.” El mayor productor y exportador de fertilizantes es Rusia, seguido de Bielorrusia. Es un SOS en toda regla para frenar hambrunas generalizadas.

El problema de fondo es que todos estos organismos multilaterales, a fecha de hoy, aún siguen sin admitir las razones que produjeron un alza espectacular de la inflación, previa a la invasión, y que son consecuencia final de sus recomendaciones de política económica vertidas durante las últimas décadas. Desde mediados de 2021 las hemos detallado hasta la saciedad. Recuerden, una desregulación vergonzosa y vergonzante de los mercados derivados de materias primas agrícolas y energéticas; una reestructuración vergonzosa y vergonzante del sector eléctrico global; y un vergonzoso y vergonzante diseño de la globalización que ha provocado un aumento del poder de mercado de ciertas empresas con el consiguiente impacto negativo en inflación, productividad e inversión en capital. Todo ello por obra y gracia de una financiarización extrema de nuestra economía, incluido el asalto final a derechos humanos, desde alimentos, energía, pasando por vivienda, pensiones, agua o biosfera.

Subidas de tipos de interés, más leña al fuego

Como dos botones de muestra de estos informes que están pululando estos días en los distintos organismos multilaterales. Uno, el recientemente publicado por la OCDE bajo el título “Paying the Price of War”. En él, se analizan las consecuencias de la guerra en términos de crecimiento y precios. Otro, de la ONU, en su informe mensual de análisis económico de octubre, elaborado por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, donde se centra en los efectos de revalorización del dólar, especialmente en los países en vías de desarrollo.

En el informe de la OCDE se advierte que “la economía mundial está pagando un alto precio por la guerra de Ucrania. Con las repercusiones de la pandemia del COVID-19 todavía persistentes, la guerra está arrastrando el crecimiento y ejerciendo una presión adicional al alza de los precios, sobre todo de los alimentos y la energía. El PIB mundial se estancó en el segundo trimestre de 2022 y la producción disminuyó en las economías del G20. La alta inflación persiste durante más tiempo del previsto. En muchas economías, la inflación en el primer semestre de 2022 fue la más alta desde la década de 1980. Con un giro a peor de los indicadores recientes, las perspectivas económicas mundiales se han ensombrecido.”

El endurecimiento de la política monetaria y el alivio de los cuellos de botella de la oferta deberían moderar las presiones inflacionistas el próximo año

Las consecuencias más importantes sobre el impacto de la guerra de Ucrania, son las siguientes. Por un lado, la guerra ha acelerado las subidas de los precios de la energía y los alimentos, agravando las presiones inflacionistas en un momento en que el coste de la vida ya estaba aumentando rápidamente en todo el mundo. Se prevé que el crecimiento mundial se reduzca del 3% en 2022 al 2¼% en 2023, muy por debajo del ritmo previsto antes de la guerra. En 2023, los ingresos mundiales reales podrían ser unos 2,8 billones de dólares menos de lo previsto hace un año (un déficit de algo más del 2% del PIB en términos de PPA). Por otro lado, “la inflación se ha generalizado en muchas economías. El endurecimiento de la política monetaria y el alivio de los cuellos de botella de la oferta deberían moderar las presiones inflacionistas el próximo año, pero es probable que los elevados precios de la energía y el aumento de los costes laborales ralenticen el ritmo de descenso”.

Y ante ello, ¿qué proponen? En vez de regular los mercados de derivados; en vez de proteger a la ciudadanía de los excesos de la financiarización; en vez de terminar con el absurdo sistema marginalista de fijación del precio de la luz; en vez de dotar a los organismos reguladores de la competencia con todos los instrumentos necesarios para su labor, incluidas la imposición de multas acordes con el daño causado por prácticas oligopolísticas, y, sobre todo, llegado el caso, trocear y vender negocios y unidades de empresas demasiado grandes para quebrar e imponer precios, ¿saben ustedes cual es la propuesta estrella? Una política monetaria restrictiva, que sólo va a aumentar aún más la caída del crecimiento económico y generar desempleo. Lo de siempre, matar moscas a cañonazos. Lo peor es que por sus recomendaciones de política económica viene cobrando grandes emolumentos en las últimas décadas, cuando solo han empobrecido a la inmensa mayoría de la ciudadanía. Es cierto que esta vez no han secundado a aquellos que, como la primera ministra británica, de cuyo nombre no quiero acordarme, o el mismísimo Núñez Feijóo recomendaban bajar impuestos a los más ricos, lo mismo que ha hecho ese lince del sur, que definitivamente se quitó la careta, el tal Moreno Bonilla. Eso ya hubiera sido demasiado.

Los problemas del sur

Pero sin duda, si hay alguien que va a pagar tanto despropósito van a ser los países de vías de desarrollo. Tal como refleja el informe mensual de octubre elaborado por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, “para los países en desarrollo, la subida de los tipos de interés en Estados Unidos y la apreciación del dólar se traducen en un aumento del coste de las importaciones, mayores presiones inflacionistas, un incremento del servicio de la deuda y de los costes de los préstamos y un empeoramiento de las balanzas fiscal y por cuenta corriente, lo que socava las perspectivas de su plena recuperación económica tras la pandemia.” Por ello, urgen a los Bancos Centrales, a terminar con las subidas de tipos de interés. Estas hunden todavía más a los más débiles. No se preocupen, no les harán ni caso. Están, como siempre, a otras cosas, la defensa de ciertos intereses de clase.

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  • G
    gwy

    Personalmente no me extraña nada que esta alimaña apoye a las bestias del Kremlin. ¿Y al resto de lectores?

  • S
    Sergio V.

    Bastante mejor el comentario de Wesly que el propio artículo

  • W
    Wesly

    En buena parte, la culpa de la alta inflación es la impresión sin límite y sin pausa de dinero fresco por parte de los bancos centrales. En su momento, pudo ser necesario inyectar liquidez en el sistema para evitar la quiebra de los gobiernos, pero la inyección de liquidez debía haber acabado antes, y, muy importante, la compra de deuda a los estados debía haber ido acompañada de muy estrictas condiciones y de una monitorización muy estrecha para evitar el endeudamiento y el despilfarro al que gobiernos como el de España nos tienen acostumbrados para comprar votos y para pagar privilegios a costa de los contribuyentes futuros, a quienes se les adjudica la deuda contraida. Ahora toca reducir la liquidez inyectada en el sistema, cosa que se hace cancelando el programa de compra de deuda por parte de los bancos centrales y aumentando los tipos de interés para reducir la demanda provocada por el aumento de liquidez.

    También, para evitar la inflación, se necesita más mercado, no menos como Ud. propone. Con más mercado, con más competencia, los precios se ajustan. Los monopolios, también los públicos, en los que la competencia está ausente, dan lugar a aumentos arbitrarios de precios y a la escasez de productos.

    La guerra de Ucrania sin duda ha agravado la situación ya que Rusia es un gran productor de materias primas.

    Pero, ¿qué debíamos hacer, rendirnos preventivamente ante la evidente ansia expansionista de Rusia?. No queda otra que buscar suministros alternativos y abrocharse el cinturón en lo posible. También se puede intentar un acuerdo justo con Rusia que incluya un compromiso firme y verificable de cese de sus ansias imperialistas.