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Opinión

Impugnación progresista del progreso

Retorno al sentido común
Friedrich Hayek. Archivo

Una de las cuestiones más paradójicas de nuestro tiempo es la apropiación por parte de una serie de fuerzas políticas, variopintas entre sí, pero sobre todo caracterizadas por su fobia al progreso verdadero que no es otro que el fundamentado en la libertad y el respeto a las leyes, del término “progresismo”.

Socialistas, comunistas, seguidores del pensamiento Woke, islamistas y nacionalistas-esencialistas, cada uno con pasados de hechos antiprogresistas, claman ahora que son ellos los que verdaderamente representan el progreso.

Así que, a lo mejor, es necesario comenzar a explicar por qué todas y cada una de esas fuerzas políticas desembocan siempre en dictaduras, pobreza y atraso cultural. Y es que la historia del progreso humano está sustentada en tres pilares fundamentales: un orden moral civilizado, un estado de derecho y un crecimiento económico permanente e inclusivo de empleo. Cada uno depende del anterior y sin cualquiera de ellos el progreso no es posible.

El orden moral derivado de la cultura social es determinante del quehacer humano, que sujeto a normas de conducta, explica muy bien el éxito y el fracaso de las naciones. Un reciente ensayo, La invención del bien y del mal (2023) de Hanno Sauer, describe la historia de la humanidad en términos morales, señalando que:

  • La coevolución de la cultura y la moral posibilitó el aumento del tamaño de nuestras sociedades humanas.
  • Las normas, los valores y las prácticas morales forman parte de las tecnologías que sirven para compensar las carencias de los seres humanos.
  • La moral es el factor decisivo de nuestra naturaleza humana y la cultura en la se integra.
  • Nuestra cultura es acumulativa y fuerza motriz dominante de nuestro progreso a largo de la historia.

Para David Hume (1711-1776), las tres leyes fundamentales –antes de que existiera Gobierno- de la vida en sociedad fueron:

  1. La estabilidad de la propiedad
  2. El intercambio por consenso
  3. El cumplimiento de las promesas

En el orden político, Aristóteles condenaba “la clase de gobierno en que el pueblo impera y no la ley, así como aquel en que todo viene determinado por el voto de la mayoría y no por la ley. Cuando el gobierno está fuera de las leyes no existe estado libre, ya que la ley debe ser suprema con respecto a todas las cosas”

Es a partir de la evolución –no revolución progresista, siempre fracasadas- del orden moral descrito, como nació el Derecho, una institución de origen romano resultado de una recopilación ordenada y codificada que integró las libres prácticas sociales consuetudinarias de aquellos tiempos, que no crearon ninguna autoridad política.

"Si una ley concede al gobierno poder ilimitado para actuar a su gusto y capricho, todas sus acciones serán legales, pero no encajarán dentro del Estado de Derecho"

La posterior evolución de aquel derecho civil romano, terminó configurando a su vez el Estado de Derecho, que obliga a todas las personas e instituciones de una nación a respetar leyes, conformadas -según Friedrich Hayek– con ciertos principios:

  1. Deben referirse a efectos venideros y no tener jamás carácter retroactivo.
  2. Deben ser conocidas y ciertas.
  3. Deben ser iguales para todos, incluidos los gobernantes.

A los que añadía: “El imperio de la ley no es una regla legal, sino una regla referente a lo que la ley debe ser. Si una ley concede al gobierno poder ilimitado para actuar a su gusto y capricho, todas sus acciones serán legales, pero no encajarán dentro del Estado de Derecho”.

Para Hayek, “el Estado de Derecho implica un límite al alcance de la legislación. El positivismo jurídico se opone al concepto de ley natural -normas que no son producto deliberado de ningún legislador-, pues considera que la ley no es más que el expreso mandato de la voluntad humana: no hay límites posibles al poder del legislador y no existen las llamadas libertades fundamentales, mientras que el imperio de la ley se considera una superstición metafísica”. Añadió el maestro que:

  • “Probablemente, no existe otro factor que haya contribuido más a la prosperidad de Occidente que la prevalencia de la certeza de la ley.
  • La separación de poderes forma parte del Estado de Derecho. El uso de la coacción por parte del Estado debe estar sometida a revisión judicial.
  • Las facultades discrecionales de la administración del Estado pueden abrir una brecha por la que la libertad humana pueda escaparse”.

El orden moral y el estado de derecho, son conquistas de la civilización cristiana-occidental, que explican éxito económico y social de la misma, así como el de otros países como Japón y Corea que las adoptaron. La cristalización material de nuestra cultura civilizadora ha dado lugar a un crecimiento económico sin igual, fundamentado en instituciones inclusivas: Estado de Derecho, mercados libres, derechos de propiedad, escasa corrupción, seguridad ciudadana, movilidad social. En oposición a este modelo de creación de riqueza se encuentran las instituciones extractivas –élites saqueadoras en base a la coacción política- que dominan los países menos desarrollados e incluso parte de los más ricos cuando gobiernan los progresistas.

Seguimos cada vez más lejos de los países de referencia, justamente lo contrario que habían conseguido los gobernantes que precedieron a Zapatero y Sánchez

La España democrática de nuestro tiempo concilió aceptablemente bien los tres pilares del progreso, hasta la llegada al poder del socialismo del siglo XXI. Con Zapatero, el orden moral fue puesto en cuestión, el Estado de Derecho comenzó a desvanecerse y la economía se desmoronó: la renta per cápita, el empleo y la deuda pública batieron récords históricos negativos. Tras un breve periodo de recuperación con Rajoy, el Gobierno de Sánchez empeoró los pésimos registros de Zapatero, consolidando así una sinigual -en términos históricos - decadencia económica, que la propaganda progresista no puede desmentir. Que los últimos datos de crecimiento, empleo y deuda pública sean mejores que los del reciente pasado no desmienten que, en términos acumulados, seguimos cada vez más lejos de los países de referencia, justamente lo contrario que habían conseguido los gobernantes que precedieron a Zapatero y Sánchez.

Hace casi tres décadas, Francis Fukuyama publicó un monumental ensayo, Trust (1995), devenido en un clásico, que ponía de relieve las virtudes sociales que soportaban la creación de la prosperidad, situando la confianza como el eje moral central del progreso. ¿Quién tiene confianza en el presidente de nuestro gobierno? Ni siquiera sus correligionarios y aliados políticos.

El actual progresismo español -no el europeo- viene impugnando los factores del progreso humano -moral, político, económico y social- con resultados a la vista: Retroceso institucional, empobrecimiento de la población, aumento de las desigualdades, riesgo de disolución de la unidad nacional, retroceso en los sistemas educativos, ataques a la familia y un largo etc. que no es necesario prolongar.

Estamos de regreso a nuestros peores tiempos. Salta a la vista que las anteriores citas de Aristóteles, Hume, Hayek, Fukuyama, Sauer, etc.. se encuentran en las antípodas de nuestro progresismo, sustituidas por unas “nuevas eminencias” que solo se expresan por tweets.

Tweets progresistas, naturalmente.

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  • J
    JaviBrasil

    Excelente. Pero me temo que para los "progres", sería intelectualmente incognoscible, aparte de que les puede causar un shock anafiláctico el término "Estado de Derecho"; para ellos el Derecho es algo que "tuercen" a su voluntad, y el Estado el ente donde medrar y poner en práctica lo aprendido de las dictaduras que les sirven de modelo.

  • K
    Karl

    "El progreso imbeciliza tanto al progresista que lo vuelve incapaz de ver la imbecilidad del progreso."
    ~Nicolás Gómez Dávila

  • V
    vallecas

    Con todo respeto D. Jesús, el asunto no va de eso. La Izquierda se ha apropiado las mejores palabras dejando para los "enemigos" las mas "feas".
    Cuando nuestra Vice-Yoli no sabe que responder dice "progresismo, diálogo, tolerancia, perdón, justicia, igualdad, solidaridad, empatía, resiliencia, paridad, futuro, claridad, ecologismo........
    Y una y otra vez, les funciona. A Sánchez también, progresismo con Otegui, PNV y Junts??
    Va de engaño, trilerismo, trampantojo.